La pobreza y el daño al medio ambiente van de la mano. En México, 20 millones de los más pobres del país viven en zonas que tienen que deforestar para salir adelante. El cuidado al medio ambiente y la ecología, simplemente, siguen sin ser una prioridad para el país.
Los primeros 15 meses de gobierno de Enrique Peña Nieto han estado llenos de golpes espectaculares, conflictos entre partidos, legisladores y anuncios de relumbrón, pero como sucede en cada administración, de cualquier orden, una cosa ha pasado desapercibida: el aire que respiramos y todas las especies que nos ayudan a que nuestro medo ambiente sea más limpio.
En México, existen miles de prioridades que van desde la seguridad pública hasta erradicar la pobreza e incluso lograr una mejor convivencia entre quienes habitamos esta país, pero el medio ambiente siempre es el último en la lista y, si no se le pone atención al deterioro de nuestro hábitat, en unos cuantos años no habrá sistema de salud que tenga los presupuestos para pagar las enfermedades derivadas de la contaminación y la falta de espacios verdes.
Ligas de Comunidades Agrarias en el país informaron recientemente que 50 millones de hectáreas de bosques de coníferas y selvas tropicales están en riesgo, principalmente por la deforestación, la ausencia de métodos tecnológicos para su aprovechamiento racional, el deterioro ambiental por avance de la mancha urbana, la apertura de nuevas tierras para cultivo de granos, así como forrajes y un promedio de 8,000 incendios forestales anuales.
Por cada centímetro y medio de suelo que se pierde por efecto de la erosión, son arrastradas otras 150 toneladas hectárea, que ya no se recuperan.
Ante esta realidad, los dirigentes cenecistas de los estados de la República han propuesto al Gobierno Federal nuevas estrategias de aprovechamiento de la madera para beneficio directo de ejidatarios, comuneros y colonias forestales; reforestación de grandes extensiones que han perdido su cubierta vegetal y en consecuencia su capacidad de retención del agua; desarrollo de programas de prevención de la contaminación y aplicación de recursos provenientes del exterior relacionados con el fomento de áreas verdes, pero hasta ahora, hay poca respuesta.
Resulta contradictorio que en México, siendo productor de gas y petróleo, se permita que más de 20 millones de personas que habitan dentro de las zonas silvícolas nacionales aún utilicen a la leña como fuente de energía para cocinar sus alimentos y protegerse del frío. En estas zonas se da la paradoja de que, en medio de la riqueza representada por las zonas forestales, hay extrema pobreza de los habitantes de estas regiones.
En países avanzados, el sector forestal es prioritario por muchas razones: tiene que ver con la conservación de la cubierta vegetal; con la capacidad de captación de agua para la producción de alimentos y de uso potable para la población; la generación de mejores condiciones del aire de las metrópolis y de las zonas rurales, pero más que nada para mantener la capacidad de fertilidad de los suelos, justamente los que están siendo arrastrados por la falta de previsión hacia las zonas bajas donde se encuentran los embalses.
Mientras no sean manejados los recursos forestales en forma adecuada para coadyuvar a la conservación de recursos secundarios, como los mismos suelos, la flora y fauna y toda la biodiversidad natural, estarán en riesgo de perderse los bosques de coníferas, selvas tropicales, selva baja y demás cubierta vegetal de las zonas áridas y semiáridas.
Por otra parte, la declaración de vedas en determinadas regiones forestales del país, no ha arrojado los resultados esperados. Esto, debido a que hay muchas necesidades insatisfechas, entre las que destacan la falta de alimentos, de empleos permanentes y, desgraciadamente, en esas zonas hay desnutrición y pobreza familiar extrema, sin hacer de lado, obviamente, el deterioro de las propias áreas boscosas.
Fuente: Forbes