A las empresas que incluyen en sus plantillas a adultos mayores, se les aplaude, incluso lo reportan como un indicador de inclusión social… pero qué decir de esas mismas empresas y muchas más que en sus perfiles para llenar vacantes en general, colocan la leyenda: «Menores de 35 años.»
La discriminación por orientación sexual, género, color o discapacidad cuenta con un alto grado de concienciación social. Los expertos alertan, sin embargo, de la existencia de otro tipo de discriminación igualmente execrable, pero más invisible que los anteriores: la que atañe a la edad. En este campo, dicen, todavía no hay suficiente sensibilización y por desgarcia, ya no se necesita ser mayor de 50 ó 60 para ser discrimnado.
Es un problema que representa las contradicciones de países con alta esperanza de vida, más necesidad de fuerza laboral que financie las pensiones del futuro y una escasa perspectiva laboral, apuntalada formalmente por convocatorias que les excluyen.
La discriminación por edad es un concepto que sociólogos y juristas empiezan a manejar con soltura. Y es que leyendas como «Menores de 35 años» son una ofensa demasiado evidente. En la práctica, sin embargo, la edad se sigue teniendo muy en cuenta a la hora de decidir la contratación de un empleado. Eso ha ocurrido, ocurre y probablemente ocurrirá en el sector privado.
Esta medida se ha impuesto «por inercia histórica» y por «prejuicios no justificados». «Los límites estaban asociados a variables biológicas que hoy no sirven. Lo razonable sería aumentar las edades y valorar otros criterios. En todo caso, debe haber una revisión», opina el psicólogo y experto en movimientos sociales Jaume Funes.
Con información de: http://www.comfia.info/noticias/50106.html