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¿Renunciar a la energía nuclear?

El fantasma de Fukushima Dai-ichi tomó el relevo del de Chernobil. Poco antes la directora de la gran empresa nuclear francesa Areva estaba feliz : había sesenta y tantos reactores en construcción y más de 400 reactores nucleares funcionaban en el mundo; Alemania e Italia habían levantado la moratoria y retomado su programa nuclear suspendido anteriormente. Ahora los mismos gobiernos volvieron a cancelarlos y las empresas temen que se pare en seco la inversión en el sector.

La Unión Europea había dicho, en boca de su comisario de Energía, que le apostaba “sin ambages por elevar el peso de la energía nuclear para evitar los problemas de dependencia”: pensaba claramente en el gas y el petróleo ruso y en la llave que Vladimir Putin abría y cerraba periódicamente a su antojo. Por eso creó un grupo de expertos sobre seguridad nuclear y promovió el Foro Nuclear, al decir No deberíamos esconder la energía nuclear, sino tener unos principios básicos sobre cómo desarrollarla. Deberíamos tener una discusión pública sobre los peligros y las dificultades de la energía nuclear y disponer de un estándar de seguridad igual para todos los países. El comisario no es un incondicional de lo nuclear; invitaba desde el primer día de su nombramiento al desarrollo de las energías renovables y planteaba un tercio de energía nuclear, otro de renovable y el último de hidrocarburos, con una preferencia por el gas porque es muy limpio. Además invitaba a seguir investigando en el carbón, impulsando técnicas como el secuestro del CO2 y el llamado carbón limpio.

Pero hay que reconocer que los progresos han sido muy lentos para estos dos tercios y que el miedo a todo lo que recuerda Fukushima va a favorecer las energías fósiles en detrimento de todo lo que se podría hacer para frenar el calentamiento por el “efecto invernadero” (emisiones de CO2). Paul Virilio, entrevistado por Auxilio Alcantar, decía hace poco que De cara al acontecimiento de Fukushima, la cuestión del miedo es determinante. El miedo, junto con el amor, ha sido siempre la emoción máxima, la que estremece. Estamos frente a un miedo apocalíptico (…)La información en continuo, repetida en todos los medios, hace que los ciudadanos de todo el mundo compartan el miedo de los japoneses. El índice de radioactividad se registra en Japón y, de manera virtual, se siente en un sinfín de lugares . En ese sentido el miedo es un elemento de pánico que corre el riesgo de generar accidentes políticos y económicos que ni siquiera imaginamos.

Como Fukushima salió de la noticia —hasta el próximo susto— debería ser el momento de tener una discusión pública sobre los peligros, dificultades y posibilidades de la energía nuclear. Pero va a ser difícil. Como siempre, hay dos radicalismos opuestos y en medio un moderantismo que no logra ser escuchado. Por ejemplo Greenpeace, buen representante de los ecologistas, afirma que la energía nuclear no es sostenible, por razones económicas, sociales, ambientales y de salud; considera que es una amenaza mortal e “ingobernable”, por lo tanto hay que desmantelar todas las centrales existentes y olvidarse para siempre de lo nuclear. Enfrente están los que defienden a capa y espada lo nuclear, como la única forma de producir energía de forma masiva sin producir CO2; dicen que Fukushima no es el fin del mundo y que sería un error tomar decisiones bajo el impacto del desastre.

El tercer partido dice que el sistema actual es insostenible y que hay que reducir cuanto antes y por mucho el consumo de combustibles fósiles. ¿Cómo? Parece ser el famoso problema de la cuadratura del círculo. Ciertamente es la hora de las energías renovables pero no hay que hacerse ilusiones, son muy costosas y tardarán mucho, si es que lo logran, en desplazar las otras fuentes. Hay que saber que un kiloWatt producido por el viento exige la creación de estructuras para producir un kiloWatt térmico, para compensar el déficit temporal de una fuente de energía incontrolada en el tiempo.

Por lo pronto estamos como el perro de las dos tortas. La energía nuclear parece a muchos peligrosa y costosa, pero en 2009 la producción de electricidad en el mundo ha generado nueve mil millones de toneladas de CO2 , entre los treinta emitidos por la industria, en un gran total de cincuenta cuando se suman los efectos de la deforestación y otros gases. ¿Entonces? ¿Renunciar a la energía nuclear? Sería producir un suplemento de 11 mil millones de toneladas de CO2, equivalente a todas las emisiones de Alemania y Japón. De aquí a 2020 debemos disminuir a 44 mil millones el total de las emisiones, solamente para limitar el calentamiento a menos de dos grados… ¿Cómo hacerlo? Parece ilusorio esperar invenciones mágicas. Tampoco es posible regresar a la edad de las cavernas. Piénsenlo.
*Profesor investigador del CIDE, [email protected]
Fuente: Eluniversal.com.mx
Por: Jean Meyer*
Publicada: 31 de julio de 2011.

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