Por: Mario Amador.
Tradicionalmente, la protección del medio ambiente ha sido considerada como «de interés público» y externos a la vida privada de las organizaciones, esto es porque un ambiente contaminado nos afecta a todos y no sólo a las empresas. Los gobiernos han asumido la responsabilidad principal para asegurar la gestión ambiental, y se han centrado en crear y preservar un ambiente seguro. Han dirigido al sector privado a adoptar un comportamiento ecológicamente racional a través de regulaciones, sanciones y, ocasionalmente, incentivos.
Sin embargo, los papeles de los sectores han ido cambiando, en algunos países el sector privado es un socio activo en la protección del medio ambiente, en México vamos también transitando hacia ese escenario, lento porque muchas empresas aun consideran que ambiente y negocio están enfrentados, esta era una realidad que en los 80´s fue cierta pero ahora que estamos iniciando la segunda década del siglo XXI este paradigma de negocio VS ambiente ha cambiado.
Muchos gobiernos y empresas se están dando cuenta de que la protección del medio ambiente y el crecimiento económico no siempre están en conflicto y que en algunas ocasiones (cada vez con más frecuencia) las nuevas tecnologías permiten que un mejor proceso de producción o método de entrega reduzca tiempo y desperdicio lo cual ahorra dinero y minimice su impacto en el medio ambiente. Por lo anterior podemos afirmar que ambiente y negocio pueden ser aliados, esta es una idea que poco a poco irá permeando en la cultura de las organizaciones mexicanas.
Desde el Informe Brundtland que fue publicado en 1987 como resultado de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente, los expertos de negocios y de gobierno han estado lidiando con la cuestión de cómo y por qué las empresas deben incorporar las preocupaciones ambientales en sus propias estrategias. Hoy en día muchas empresas han aceptado su responsabilidad de medir y mitigar su impacto al medio ambiente. Debido a lo anterior el énfasis inicial en las estrictas regulaciones gubernamentales ha cedido terreno a las iniciativas de autorregulación voluntarias, en México aún estamos negociando con esto. Por lo anterior la Responsabilidad Ambiental Empresarial se debe definir como el deber de cubrir las implicaciones ambientales de las operaciones de la empresa, productos y servicios, minimizar residuos y emisiones, maximizar la eficiencia y la productividad de sus recursos, y eliminar las prácticas que puedan afectar adversamente el medio ambiente de las generaciones futuras.
Aunque hay un número significativo de buenas prácticas en todo el mundo, para muchos críticos la Responsabilidad Ambiental Empresarial (RAE) ha logrado efectos muy ilusorios hasta ahora, y lo anterior se debe principalmente a que la RAE actúa sobre la base de un enfoque voluntario, las externalidades ambientales se pueden observar, pero a menudo no verificables. Se puede concluir que no existe un marco global que cubriera cuestiones como: normas de gobierno, sistemas de gestión, códigos de conducta, estándares de desempeño, informes de desempeño, etc.
Afortunadamente en México poco a poco las Organizaciones de la Sociedad Civil, empresas y gobiernos han comenzado a trabajar desde hace algunos años y se empiezan a dar los primeros resultados. La pregunta ahora es ¿Tu empresa ya comienza a medir y establecer estándares ambientales para la mejora de procesos y de acciones cotidianas? Si tienes algún comentario puedes escríbeme [email protected]
M.B.A. Mario Amador,
Consultor Ambiental Senior
Ingeniero con maestría en administración industrial y coordinador del seminario de producción más limpia en el IPN-UPIICSA. Es consultor ambiental en Oficina Verde encargado de generar ahorros a través de mejores prácticas ambientales en empresas de manufactura, servicios, comercio, etc. Ha colaborado con empresas como Dupont, clorox, femsa, crayola. Las retroalimentaciones serán bien recibidas en [email protected]