Por: Dr. Luis Béjar Fuentes
Aun no existen reglas claras de evaluación de los programas y acciones externas de Responsabilidad Social Empresaria (RSE) y esto es preocupante.
En los últimos 20 años el CEMEFI (Centro Mexicano para la Filantropía) ha tenido un rol preponderante en el fomento de la misma, creando un diagnóstico basado en 5 ámbitos claves: Calidad de Vida en la Empresa; Ética Empresarial; Comunicación, Publicidad y Promoción del Consumo Responsable; Vinculación con la Comunidad; y Uso Sustentable de los Recursos y Preservación del Medio Ambiente.
Dicho diagnóstico se lo aplican internamente las empresas para que, después de una evaluación inicial por parte del mismo Centro, sean candidatos para obtener el Distintivo ESR, siempre y cuando cumplan con el mínimo establecido del 75% de respuestas afirmativas y comprobables, a las 150 preguntas que contienen un poco más de 300 reactivos.
En marzo de este año y por noveno año consecutivo, el CEMEFI galardonó a 348 empresas con dicho distintivo. De las cuales el 37% lo recibió por primera vez, indicando con ello una respuesta ciertamente muy baja para la magnitud de la problemática del país y el rol que le corresponde al sector empresarial, independientemente de lo que debería de estar haciendo la sociedad civil y el gobierno, El 63% restante lo recibió por segunda, tercera y hasta novena ocasión, indicando con ello que les resulta importante y representa un valor agregado el poseerlo, ya sea por razones filantrópico-sociales a largo plazo, comerciales, o por la compra de la denominada “licencia de operación social” a largo plazo, especialmente cuando el factor ambiental juega un rol importante. o exclusivamente de imagen, e inclusive,
Esta aseveración no es gratuita. Es el resultado de 32 Investigaciones de Entorno Socio- Ecológico (IESE)® -cubriendo varios de los ámbitos señalados- y que hemos realizado en 3 décadas a los programas y acciones que en forma voluntaria u obligada, han implantado varios de los grupos industriales del país. Lo más importante por corregir fue lo siguiente:
1. Los grupos de interés (llamados también ‘stakeholders’) por beneficiar, percibían en la mayoría de los casos lo realizado por las empresas de manera diferente –en ocasiones negativamente- a como lo pensaban los directivos desde su peculiar conceptualización y trabajo de ‘escritorio’.
2. Muchas de las acciones ejercidas llevaban una buena dosis de paternalismo o asistencialismo, que lejos de resolver los problemas, generaban dependencias y creando en ciertos casos, derechos difíciles de revertir.
3. Raras veces los programas estaban basados en estudios previos de las necesidades reales sentidas por las personas o comunidades por beneficiar, reduciendo su impacto favorable a largo plazo, cuando no contraproducentes.
4. En la mayoría de los casos la actitud de las empresas fue reactiva, más que proactiva, tratando de resolver problemas específicos o de generar una imagen deseada a corto plazo, sin una visión de sustentabilidad social y convivencia armónica con el entorno.
5. Se creía que una acción social realizada esporádicamente ayudaba por si misma a mejorar la imagen, lo cual resultó falso en palabras mismas de los supuestos beneficiados, y reconocida posteriormente por los directivos encargados de “los temas sociales y ambientales” de las empresas.
6. Con relativa frecuencia los indicadores de éxito internos adolecían de sesgos importantes tendientes a probar que “vamos bien”, “estamos mejorando”, etc., fácilmente cuestionables. Bastaba sólo hacer una inmersión objetiva en las comunidades o grupos de interés para detectarlo.
7. Los recursos asignados a dichas actividades voluntarias eran limitados, sujetos a disponibilidad de excedentes y siempre una fracción mínima de las utilidades netas, sin un compromiso a largo plazo independientemente del devenir de la economía.
8. Se tenía conocimiento limitado de lo que hacen muchas organizaciones de la sociedad civil (OSC), oficinas y dependencias gubernamentales en materia social a nivel nacional, desaprovechando las sinergias y duplicando acciones.
Sin lugar a dudas la RSE, que ya practicaban algunos grupos visionarios Mexicanos, es el tema mundial sin retorno (estamos trabajando en la ISO 26000 y en la NMX, ambas sobre la Responsabilidad Social); no obstante lo anterior, el camino aun es largo, relativamente pocos están aceptando el reto y el compromiso a largo plazo, falta la implementación de mecanismos de evaluación objetiva y técnicamente soportada, y los recursos económicos y humanos asignados a la Responsabilidad Social Empresarial son todavía muy escasos, sobre todo porque el esfuerzo en este rubro es voluntario y en ocasiones de corte filantrópico, y finalmente la sustentabilidad apenas empieza a ser parte de la misión, visión y agenda hacia el futuro inmediato empresarial.