Más de la mitad de las lesbianas, gays, transexuales y bisexuales mexicanos no se asumen como tales en el trabajo, un 35% han sido hostigados por serlo y un 42% no creen que lo puedan expresar sin miedo a represalias, de acuerdo con la Primera Encuesta sobre Homofobia y Mundo Laboral.
El único día que Miriam Ruíz Hernández faltó al trabajo fue para cuidar a su novia, que estaba hospitalizada. Ambas trabajaban en la misma empresa, CASD, una proveedora de soluciones de seguridad digital, pero en la oficina escondían que eran pareja. Al día siguiente el jefe de Miriam le empezó a reclamar que faltaba mucho y que no cumplía con los plazos.
“Fue un solo día en ocho meses y él me reprochó que faltaba mucho, que no entregaba a tiempo,… puros pretextos. Entonces yo le pedí que me mostrara por escrito mis faltas y mis reportes y brincó directamente al tema de la sexualidad. Después me dijo que íbamos a considerar el trabajo y yo le dije que renunciaba pero que me quedaba a capacitar a quién me sustituyera, me dijo que un mes. A la semana me pidió que no volviera”, explica indignada. Hace más de cuatro semanas y todavía no recibe el pago de su última quincena ni su finiquito.
Como Miriam, una de cada 10 personas homosexuales, transexuales o bisexuales asegura que alguna vez la despidieron a causa de su orientación sexual o identidad de género, según revela la Primera Encuesta sobre Homofobia y Mundo Laboral que presentan este jueves 15 de mayo las organizaciones Enehache y Espolea y la empresas JW Marriot y Google junto a la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Una cifra muy alta si además tenemos en cuenta que la misma encuesta revela que 55% de este colectivo vive prácticamente “en el closet” en el trabajo, al ocultar sus preferencias por miedo a represalias.
La discriminación empieza desde los procesos de selección profesional. A 2 de cada 10 personas LGTB les preguntan su orientación sexual en las entrevistas laborales. Y una de cada tres asevera que por ello mismo les negaron un trabajo. El 35% de las personas encuestada reconocen sufrir discriminación en su puesto laboral.
El hostigamiento empieza por los compañeros. Risitas, chismes a sus espaldas, bromas pesadas, burlas y hasta acoso, son problemas comunes que reconocen los entrevistados. Y no son inocuos. Prácticamente todas las personas encuestadas que padecen discriminación asumen que eso les ha comportado consecuencias, desde no querer ir a trabajar o rendir menos hasta el aislamiento o la depresión.
“Depende mucho de cómo te posiciones tú, es una cuestión de convicción pero el empoderamiento y la fortaleza para enfrentar las hostilidades te la van dando los madrazos”, espeta Miriam quién en sus quince años de experiencia laboral ha sufrido desde acoso sexual de un jefe que la “quería convertir” hasta el reciente despido.
México aprobó en 2003 la Ley Federal para la Prevención y Eliminación de la Discriminación que prohíbe negar derechos o la igualdad real de oportunidades por preferencia sexual. Sin embargo todavía queda mucho camino por hacer para que esto sea una realidad.
“La mayoría de la gente que sufre discriminación no acude a las autoridades, unas por desconocimiento y otras por falta de confianza en éstas, en que algo cambie”, explica Ricardo Baruch, activista de la Coalición Juvenil por los derechos sexuales y reproductivos y promotor del estudio. De hecho, la encuesta revela que solo 15% de las personas que sufren discriminación laboral hacen algo contra ella. La mayoría renuncia, frente a un 38% que lo acusa ante superiores y solo 17% interpone una demanda legal.
Los datos, obtenidos a través de 2284 respuestas efectivas de personas LGTB principalmente de ocho estados de la República –DF, Estado de México, Nuevo León, Puebla, Jalisco, Veracruz, Baja California y Sonora–, revelan que son víctimas por igual quiénes laboran en una empresa privada que en una institución pública.
“Hay un problema real de discriminación y por lo tanto hay que actuar al respecto. La Comisión Nacional de Derechos Humanos ya se propuso capacitar a su personal en los estados. Pero necesitamos cambios grandes y esfuerzos en todos los sentidos para combatir esta discriminación”, subraya Baruch.
El más golpeado es el colectivo transgénero, según Baruch porque no pueden ocultar su identidad. También es mayor la discriminación para lesbianas, gays y bisexuales que se asumen abiertamente.
“La presión es constante, desde quién te hostiga hasta quién te dice que no pasa nada pero que tampoco hace falta que lo grites, que mejor no lo digas”, apunta Miriam, quién se niega a ocultarse. Pero 42% de los encuestados no cree que su trabajo sea “un espacio de respeto dónde se pueda expresar sin miedo la orientación sexual”.
Alba Pons, antropóloga de la UAM-Xochimilco especialista en identidades de género, apunta que un convenio o una ley no erradican per se una cuestión estructural y cultural. “Vivimos en una culturamisógina, homo, lesbo y transfóbica, en un sistema construido sobre la institución de la familia tradicional y el colectivo LGTB lo pone en peligro al cuestionar la normalidad de la heterosexualidad”, señala.
“Nosotras hacemos una lucha extra desde los círculos más íntimos, tenemos que ganarnos el espacio hasta que haya una igualdad en la casa, en la escuela o en el trabajo”, concluye Miriam. La mitad de los encuestados asegura que sí cuentan con un ambiente de respeto en su trabajo actual y hay algunas empresas reconocidas por sus buenas prácticas. Aún así, el informe insta a promover más fehacientemente la cultura de denuncia de la discriminación y fomentar el respeto a la diversidad.
Fuente: Animal Político