Mientras crece el interés de los consumidores por conocer el origen de los productos que adquieren y el impacto que éstos ejercen sobre la sociedad y el medio ambiente antes y después de llegar a sus manos, se incrementa también el número de grupos cuya preocupación llega unos pasos más lejos y los lleva a exigir de manera activa mejores prácticas por parte de las grandes compañías, convirtiéndose así en un importante reto de transparencia y mejora continua para las marcas y obligándolas a crear estrategias que les permitan fortalecer el vínculo de comunicación con sus stakeholders.
Mantener una relación de confianza y hacer frente a las preocupaciones de estos grupos de forma oportuna, contribuye a evitar que se desencadene una situación de conflicto que ponga en riesgo la reputación corporativa; aunque no se trata de una tarea nada sencilla. Para lograrlo, es necesario un enfoque estratégico de participación que reduzca el nivel de conflicto y actúe como puente entre las empresas y los grupos de activistas, convirtiéndolos en importantes aliados para la creación de un cambio sistemático en materia de sustentabilidad.
De esta forma, las empresas dejan de ser un blanco de los activistas más críticos para convertirse en participantes del cambio al tiempo que adquieren embajadores comprometidos con la organización.
