Los sesgos de género son prejuicios o estereotipos que influyen en la percepción, evaluación y trato hacia las personas en función de su sexo. Estas ideas son construidas social y culturalmente y pueden ser conscientes o inconscientes. Estos sesgos se manifiestan en diversos ámbitos de la vida, por ejemplo, el trabajo, la educación, la política, los medios de comunicación, la salud, y las relaciones interpersonales. Su reproducción perpetúa las desigualdades y limitaciones de las personas.
De acuerdo con el último informe sobre el Índice de Normas Sociales de Género, dado a conocer por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), existe una falta de avances en la superación de estos prejuicios. De acuerdo a los resultados, 9 de cada diez hombres y mujeres en el mundo siguen manteniendo en la actualidad ideas sexistas y expectativas de género. Por ejemplo, la mitad de la población mundial todavía cree que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres, más del 40% opina que los hombres son mejores ejecutivos empresariales y un alarmante 25% de la población cree que está justificado que un marido le pegue a su esposa.
Reconocer y cuestionar los sesgos de género es esencial para construir una sociedad más equitativa, donde las personas puedan desarrollar su potencial sin restricciones basadas en estereotipos de género. La educación, la sensibilización y la implementación de políticas inclusivas son herramientas clave para reducir su impacto y promover la igualdad de oportunidades. Por ello, a continuación te presentamos 12 ejemplos de sesgos de género. ¡Sigue leyendo!
Ejemplos de sesgos de género
1.- Lenguaje androcéntrico
En muchos idiomas, especialmente los de raíces indoeuropeas como el español, el género masculino se utiliza como genérico para referirse a grupos mixtos oa conceptos abstractos que incluyen a toda la humanidad. Ejemplos comunes incluyen expresiones como «los hombres» para hablar de la humanidad en general, o «los estudiantes» para referirse a un grupo mixto. Este uso del masculino genérico invisibiliza a las mujeres, al no representarlas de manera explícita en el lenguaje y refuerza la idea de que lo masculino es la norma universal, mientras que lo femenino se percibe como una excepción o una categoría.
2.- Roles domésticos y de crianza
Históricamente los roles de género han dividido las tareas de crianza, poniendo a las mujeres en el lugar de cuidadoras. De acuerdo a esta idea, se espera que las mujeres asuman la mayor parte del trabajo doméstico y el cuidado de los hijos, incluso cuando tienen empleos de tiempo completo fuera del hogar. Esta expectativa social crea lo que se denomina la «doble jornada», donde las mujeres, además de sus responsabilidades laborales, deben encargarse de tareas de cuidado de infancias o de familiares dependientes. Esta situación no solo genera un agotamiento físico y emocional significativo, sino que también perpetúa la idea de que estos trabajos son inherentes.
3.- Ideas sobre liderazgo
En la concepción de liderazgo se tienen sesgos importantes respecto a hombres y mujeres. El caso de las mujeres líderes suelen enfrentarse a una percepción en el que sus comportamientos de autoridad, confianza o asertividad son etiquetas como «mandones», «fríos» o «demasiado agresivos». En contraste, los hombres que exhiben las mismas características suelen ser valorados como «fuertes», «decisivos» o «líderes natos». Este doble estándar se debe a estereotipos de género que asocian el liderazgo y la toma de decisiones con la personalidad de los varones.
4.- Techo de cristal
El fenómeno, conocido como «techo de cristal», se manifiesta en muchos sectores y niveles organizacionales. Responde a la idea de que las mujeres no tienen las capacidades adecuadas para poder ejecutar un puesto de mayor responsabilidad en el ámbito laboral. Este sesgo se refuerza por la tendencia a subestimar las habilidades de las mujeres en ámbitos técnicos o estratégicos. Por ejemplo, en campos como la tecnología, las finanzas o la política, los logros de las mujeres pueden ser minimizados o ignorados. Mientras que los hombres en posiciones similares reciben un reconocimiento inmediato.
5.- Impuesto rosa
El impuesto rosa es un término que se refiere a la diferencia de precio que enfrentan las mujeres al adquirir productos y servicios que están específicamente dirigidos a ellas, en comparación con versiones equivalentes dirigidas a hombres. Esta desigualdad no se basa en diferencias reales en el costo de producción, sino en estrategias de marketing que explotan estereotipos de género y atribuyen un valor adicional a los productos «femeninos».
6.- Ciencia y tecnología
En el desarrollo científico o tecnológico también se pueden ver reflejados sesgos de género. Por ejemplo, se tiene conocimiento de que algunos estudios clínicos o pruebas de laboratorio son realizadas específicamente en hombres, tomando como medida universal sus cuerpos y reacciones. Lo cual es problemático, al no tener en cuenta las diferencias biológicas entre ambos sexos las condiciones de desarrollo de éstas pruebas no son realmente equitativas. Además de comprometer la eficacia de los mismos.
7.- Deportes
Las atletas femeninas enfrentan una notable desigualdad en comparación con sus contrapartes masculinas en varios aspectos, como cobertura mediática, premios y financiamiento. Este sesgo refleja estereotipos de género que desvalorizan el deporte femenino, relegándolo a un segundo plano y perpetuando la percepción de que el deporte masculino es más emocionante. La mayoría de los medios deportivos dedican una fracción mínima de su tiempo y espacio al deporte femenino. Incluso en eventos de alto nivel como los Juegos Olímpicos, donde las mujeres suelen obtener resultados destacados, su participación recibe menos atención mediática que la de los hombres.
8.- Educación
Los sesgos de género también se reproducen en las infancias. En el ámbito educativo a menudo se anima más a los niños que a las niñas a seguir carreras en ciencias, tecnología, ingeniería y matemática. Esto responde a prejuicios inconscientes sobre las habilidades de niños y niñas. Reproduciendo la idea de que los varones son más analíticos mientras que las mujeres tienen tendencias hacia las humanidades.
9.- Medicina
En el ámbito de la salud, las quejas de dolor o síntomas presentados por mujeres a menudo son minimizadas, malinterpretadas o atribuidas a factores emocionales o psicológicos. Este sesgo tiene sus raíces en estereotipos de género que históricamente han asociado a las mujeres con mayor emocionalidad y menor tolerancia al dolor. Lo que lleva a los profesionales de la salud a no tomar sus síntomas tan en serio como los de los hombres.
La investigación médica ha priorizado el estudio de los cuerpos masculinos, dejando de lado las diferencias biológicas y sintomatológicas entre ambos géneros, lo que afecta la comprensión y el diagnóstico de enferme.
10.- Representación política
En el ámbito político, las mujeres enfrentan barreras significativas para ser elegidas o tomadas en serio como dirigentes. Estas barreras incluyen prejuicios culturales, desigualdades estructurales y un entorno que históricamente ha sido dominado por hombres. La percepción de que los hombres son más aptos para liderar perpetúa la exclusión de las mujeres de los espacios de poder y decisión.
11.- Representación mediática
La representación mediática de las mujeres ha sido históricamente limitada y estereotipada, lo que refuerza ideas preconcebidas de género y perpetúa desigualdades sociales. Aunque ha habido avances significativos, los medios de comunicación aún tienden a reproducir narrativas que cosifican a las mujeres. Se reduce su imagen a roles tradicionales o minimizan sus logros, especialmente en comparación con los hombres.
12.- Visibilización histórica
A lo largo de la historia y en la construcción de narrativas culturales, se ha privilegiado la exaltación de los logros de los hombres. Mientras se minimizan, ignoran o relegan las contribuciones de las mujeres. Este sesgo histórico-cultural distorsiona la percepción del pasado y perpetúa la idea de que los hombres son los principales agentes del cambio y de la innovación. Mismo que refuerza las desigualdades de género y limita el reconocimiento pleno de las mujeres como participantes activas.