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3 responsabilidades que las empresas deberán asumir en la era del trabajo remoto

Se acerca la nueva normalidad; una con mayor distancia social, nuevas medidas sanitarias, hábitos distintos. Una en la que las compañías quizá hayan comprendido finalmente la importancia de la responsabilidad corporativa; sobre todo, una era de trabajo remoto en la que las empresas deberán asumir nuevas responsabilidades. ¿Estarán listas para ello?

Tras las restricciones sanitarias impuestas en gran parte del mundo como resultado de la pandemia por COVID-19, algunos países han comenzado poco a poco retomar actividades. El mundo entero lo hará eventualmente. Las personas saldrán del encierro, los negocios abrirán sus puertas y las empresas volverán a trabajar… pero nada de eso será como lo recordamos.

Diversas empresas han comenzado ya a anunciar cambios de cara a esta nueva normalidad. El trabajo remoto es el protagonista de muchos de estos cambios.

Millones de trabajadores en el mundo han probado ya lo que significa desempeñar sus labores desde casa; para un gran porcentaje de ellos volver a la oficina no parece atractivo. De hecho un estudio realizado recientemente por IBM muestra que, al menos en Estados Unidos, el 54% de los trabajadores desea mantener el esquema de trabajo remoto, y el 70% desea que por lo menos esta continúe siendo una opción.

Por su parte, las empresas han descubierto en el esquema remoto grandes beneficios que lo hacen atractivo de cara al futuro. Cientos de compañías que antes tenían miedo de brindar a sus colaboradores esta libertad, hoy han descubierto en el home office una alternativa viable y rentable.

La era del trabajo remoto se acerca… ¿estamos preparados?

Entre los beneficios que las empresas han descubierto en el experimento de trabajo remoto forzado por COVID-19, está una significativa reducción en los costos de producción. La posibilidad de que todos los colaboradores desarrollen sus actividades desde casa abre la puerta a la posibilidad de contar con oficinas más pequeñas o espacios de coworking.

Sumado a lo anterior, el gasto de agua, luz y otros servicios se reduce significativamente a medida que disminuye el número de personas que convive en un mismo espacio.

El trabajo remoto abre además nuevas posibilidades en la contratación de talento; ya que, al no tener restricciones de ubicación geográfica, las empresas pueden colaborar con profesionales de toso el país, e incluso del mundo.

COVID-19 obligó al mundo empresarial a mirar todos estos beneficios y algunos otros, pero ¿qué hay de las responsabilidades que conlleva la creación de nuevos esquemas laborales?

Se estima que el trabajo remoto incrementó la productividad en un 28%. ¿Es esa cifra tan positiva como parece?

En México,  la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) ha estimado que la productividad de los trabajadores se incrementó un 28% desde el momento en que el país pasó a esquemas remotos de colaboración.

A simple vista este parece simplemente uno más de los múltiples beneficios que las empresas habrían de considerar. Sin embargo un repunte de esta magnitud más que positivo resulta tremendamente alarmante cuando consideras el contexto.

Los trabajadores no están simplemente trabajando desde casa. Se encuentran encerrados en casa, en medio de una pandemia, sintiendo toda clase de miedos e inseguridades. Una de ellas, sin duda, la posibilidad de una crisis económica y pérdida del empleo.

Como consecuencia de todo ello, las personas realizan jornadas laborales significativamente más largas de lo normal, permanecen conectados durante todo el día y, se espera que permanezcan conectados y disponibles incluso durante días festivos o fines de semana.

Sí, están siendo más productivos, pero también se encuentran en modo de supervivencia. Eso significa que son susceptibles a enfermedades laborales como el síndrome de burnout, que pueden tener costos altos, no solo para ellos, también para sus organizaciones.

Nuevos esquemas, nuevas responsabilidades

A la llegada forzada del home office en tiempos de COVID-19, la mayoría de las empresas no estaba preparada para adoptar esquemas de trabajo remoto. Sin embargo, aquellas que estén considerando entrar de lleno en la era del trabajo remoto deberán considerar una serie de responsabilidades nuevas para adoptar.

No basta dar el gran paso solo porque los tiempos lo ameritan. Las empresas necesitan estar preparadas. Ser conscientes de sus responsabilidades frente a los trabajadores como uno de sus principales grupos de interés, y establecer políticas adecuadas frente a esta nueva era, será crucial para su responsabilidad social y su reputación corporativa.

Antes de sumergirte de lleno en el trabajo remoto, es momento de reflexionar si la RSE de tu empresa está lista.

La era del trabajo remoto integra la necesidad de nuevas regulaciones laborales, y mientras eso sucede, las empresas deberán adoptar políticas de forma proactiva. Aquí tres responsabilidades que deberán asumir de manera inmediata.

1. Proveer herramientas y la seguridad cibernética

Es responsabilidad de la empresa, no de los trabajadores, proveer de las herramientas necesarias para la producción. Eso incluye el equipo de computo en caso necesario y la seguridad cibernética.

En tiempos de COVID-19 muchos trabajadores se vieron en la necesidad de laborar desde sus equipos personales. Eso es aceptable si se considera que las empresas no estaban preparadas para la emergencia, pero sumergirse de lleno en el trabajo remoto implicará reconocer este fallo y establecer mecanismos que permitan a los colaboradores contar con las herramientas necesarias para el desarrollo de su labor.

De cara a un esquema de trabajo remoto planeado y reflexivo será inaceptable trasladar al colaborador las responsabilidades y costos que corresponden a las organizaciones.

Integrar apoyos adicionales para herramientas específicas como el pago de servicios de internet de banda ancha será especialmente relevante en aquellas empresas, o cargos laborales, para los que esta herramienta sea clave; por ejemplo, empresas que proveen servicios digitales.

2. Gestionar adecuadamente horarios y cargas laborales

Décadas de lucha incansable por los derechos de los trabajadores han dado como resultado jornadas de ocho horas diarias, descanso en días festivos y vacaciones. No podemos tirar todo eso por la borda solo porque ha llegado la era del trabajo remoto, ¿o sí?

Trabajando a distancia es sencillo perder de vista las líneas que marcan el límite de lo aceptable. Se vuelve fácil pensar en localizar a un colaborador y hacerle solicitudes fuera de su horario de trabajo, o durante sus días de descanso. Parece inocente, pero en realidad es irresponsable e irrespetuoso con la vida del otro.

Las empresas que deseen sumergirse en este nuevo esquema deberán estar preparadas y capacitar a sus líderes en materia de gestión a distancia. Establecer horarios laborales claros y políticas como el derecho a la desconexión será un paso fundamental para evitar la sobrecarga de trabajo y la potencial explotación de sus colaboradores.

En la era del trabajo remoto los límites deben ser claros. Cargas laborales adecuadas y justas para cada colaborador, y horarios establecidos que sean respetados por compañeros y jefes.

3. Respetar la privacidad

Sí, la tecnología nos permite permanecer conectados. Es increíble tener la posibilidad de entrar en contacto con personas al otro lado de la ciudad, o del mundo, a la distancia de un botón. Podemos hablar, escuchar e incluso ver a la otra persona sin tener que estar cerca… pero tener esa posibilidad no significa que debamos tomarla.

Recibir videollamadas a cualquier hora, e incluso sin previo aviso, es aparentemente una de las posibilidades que se han dejado abiertas frente a los esquemas de trabajo remoto. Esto responde, claramente, a la necesidad de estar en contacto y mantener la sensación de control que ofrecen los esquemas presenciales en la oficina; sin embargo podría ser uno de los peores errores a cometer.

El objetivo de la tecnología es permitirnos colaborar a distancia, no imitar el entorno presencial.

Las videollamadas constantes con cámara obligatoria y sin previo aviso, pueden resultar invasivos a la intimidad de los colaboradores que, aún contando con un espacio acondicionado para trabajar, se encuentran en un espacio privado.

A ello hay que sumar la posibilidad de que cohabite con miembros de su familia. En ocasiones hijos que tienen derecho a la posibilidad de jugar y desarrollarse libremente sin molestar a los jefes de papá y mamá; o simplemente sin que otros adultos reconozcan sus rostros al fondo de la imagen.

A simple vista quizá nos parezca simple, pero la decisión de exponer detalles sobre su vida privada, depende exclusivamente de cada persona, por lo que establecer políticas de respeto al espacio privado será relevante en este nuevo contexto.

Programar con anticipación las videoconferencias y limitarlas a los casos en los que sean estrictamente necesarias puede ser una política responsable y muy útil para favorecer el equilibrio y los límites entre la vida laboral y personal.

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