Sí, la curiosidad es una buena característica para un líder. Hacer preguntas ayuda a conectar e interactuar con el equipo de trabajo, generando así lazos de confianza, pero también puede servir para nombrar culpables o confrontar a otros. La diferencia está en cómo se formulan. Aquí, cinco cuestionamientos que son muy comunes pero no efectivos y cómo pueden adaptarse para obtener mejores resultados:
1. «¿Cuál es el problema?»
Esta pregunta, o alguna de sus variables («¿cuál es nuestra principal amenaza?», «¿qué está saliendo mal?») se escucha con mucha frecuencia en las empresas. Pero si el líder se enfoca en problemas y debilidades, poco a poco todo su equipo tendrá esa misma fijación, en ligar de buscar fortalezas y portunidades. Por eso, es mejor hacer preguntas positivas basadas en lograr las metas y aprovechar las fortalezas: «¿qué estamos haciendo bien y cómo podemos construir sobre ello?», «¿cuál es el resultado esperado y cómo se logrará?».
2. «¿De quién es la culpa?»
La pregunta se basa en encontrar un chivo expiatorio, cuando en realidad suele haber muchos culpables cuando hay una falla o problema. Un líder que la formula está intentando evitar su propia responsabilidad. Un mejor enfoque es preguntar qué se puede hacer como equipo para reforzar las debilidades, identificando puntos flojos y áreas de oportunidad, sin enfocarse en encontrar culpables.
3. «¿Por qué no lo haces de esta manera?»
Puede parecer una sugerencia, pero cuando un líder pregunta esto es una forma de imponer su forma de hacer las cosas o otros. Y es aún peor cuando se hace de forma posterior («¿por qué no lo hiciste así?»), ya que está criticando y dudando de la capacidad de su empleado. Es una forma de controlar, pero lo mejor es permitir que los colaboradores encuentren sus propios métodos. Para ayudarlos, se puede preguntar: «¿qué tienes en mente para esto, cómo pensabas hacerlo?»
4. «¿No ya intentamos hacer esto?»
Esta pregunta, o su variante «¿por qué crees que esto funcionará si no ha funcionado antes?» depende mucho del tono. Por supuesto que se pueden cuestionar estrategias, en especial si antes ya se había intentado algo similiar, pero también se puede sonar condescendiente o derrotista, sugiriendo que ya todo se había pensado antes y que ya no se pueden considerar ideas pasadas, cuando es posible que en esas ocasiones el fallo haya estado en la ejecución, no en la idea. Una mejor versión de la pregunta es: «si intentamos esto, ¿qué sería diferente y cómo los ajustes afectarían el resultado?»
5. «¿Cuál es nuestro iPad?»
Cuando un competidor lanza un nuevo producto, los jefes suelen entrar en pánico y preguntar «¿por qué no hemos hecho algo así?» El problema es que pensar de esta forma convierte a los empleados en imitadores, en lugar de generar innovación. Una mejor forma de ver las cosas es preguntar por qué la competencia está teniendo éxito y cuáles son las necesidades que sus productos satisfacen.
Fuente:
Harvard Business Review