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Desde finales del año pasado, trabajadores de comida rápida de Estados Unidos han estado organizando manifestaciones para exigir aumentos de salarios y en julio de 2013, cientos de ellos se declararon en huelga en Nueva York. Sin embargo, fue este pasado jueves cuando el movimiento tomó mayor alcance, ya que fueron 58 ciudades las que se vieron afectadas por las protestas, que incluyeron a empleados de las cadenas McDonald’s, Burger King, Wendy’s y la empresa Yum Brands, propietaria de KFC y Taco Bell, entre otras marcas.
Las demandas
Actualmente, el salario mínimo federal es de 7.25 dólares la hora, pero los empleados inconformes están pidiendo que suba casi el doble (15 dólares por hora), argumentando que ellos no reciben propina como otros trabajadores de la industria del servicio, además de que las empresas de cadena rápida tienen ganancias billonarias cada año, que no están compartiendo con su fuerza de trabajo.
El movimiento incluye, como ya se mencionó, a un grupo diverso de colaboradores de varias marcas populares, y no tiene detrás a ninguna gran organización. De hecho, otra de las demandas es la posibilidad de formar sindicatos, ya que casi ninguno de los puestos del sector tiene este beneficio, y las empresas suelen reprimir los intentos de sindicalización. Apoyando a los huelguistas están organizaciones locales religiosas, grupos comunitarios y también del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (SEIU), que ha proporcionado asesoría y financiamiento a la movilización.
La protesta masiva del jueves tiene como motivo el Día del Trabajo, que en Estados Unidos se conmemora este fin de semana, y resultó en el cierre temporal de varias sucursales de las marcas afectadas, por falta de personal.
Esta semana, un grupo de investigadores dio a conocer los resultados de un estudio sobre pobreza que concluyó que los problemas económicos pueden reducir el cociente intelectual de una persona hasta 13 puntos, ya que las preocupaciones sobre dinero consumen todo su tiempo y esfuerzos. Este argumento coincide con las peticiones de los trabajadores de comida rápida, quienes argumentan que es imposible sostener una familia o llevar una vida digna con su sueldo actual.
Quienes apoyan el movimiento también recuerdan que las personas con bajos ingresos resultan en una carga para todos los ciudadanos que pagan impuestos, ya que muchas veces reciben apoyos en forma de cupones para comida u otros programas subsidiados por el gobierno. Por lo tanto, resultaría más económico a largo plazo darles un mejor salario para que no dependan de ayuda oficial.
La respuesta de las empresas
Hasta ahora, las compañías involucradas no dan muestras de querer iniciar un diálogo con los empleados inconformes. Según la Asociación Nacional de Restaurantes de Estados Unidos, las más de dos millones de personas involucradas no son representativas, pues la industria emplea a más de 13 millones. Además, un vocero de la organización aclaró que solamente un 5% de los trabajadores recibe un salario mínimo, y se trata en su mayoría de estudiantes con poca experiencia o empleados de medio tiempo.
Por su parte, Burger King generó un comunicado donde se deslinda de la situación, explicando que sus restaurantes son operados por concesionarios, quienes son los que toman las decisiones sobre salarios, contrataciones y despidos.
Otro argumento en contra del aumento de sueldo es que aumentaría los costos operativos de las cadenas, obligándolas a recortar personal, ya que actualmente los márgenes de ganancia no son suficientes para absorber un crecimiento del 100% en los salarios.