La industria de la moda es, tal vez más que cualquier otra, una que vive de fantasías y de las aspiraciones que relacionamos con sus productos. Sin imágenes impactantes, elecciones sorprendentes o materiales exóticos, la moda se convierte en simplemente pedazos de tela para cubrirnos.
En los últimos años, las elecciones sorprendentes se han traducido en el uso de modelos adolescentes o niñas promocionando marcas para adultas. El caso más sonado fue un reportaje en la edición francesa de la revista Vogue, que tiene fama de ser la más artística y polémica. En el reportaje, modelos infantiles vestían ropa y zapatos demasiado grandes para ellas, así como maquillaje y peinados de fiesta.
La reacción mediática no se hizo esperar, con argumentos a favor y en contra de la revista y de su editora, Carine Rotfield, quien acabó dejando su puesto. Ahora, un año después, la senadora francesa conservadora, Chantal Jouanno, propone prohibir que modelos menos de 16 años posen para una marca de moda o concursen en certámenes de belleza.
En un documento presentado ante el Parlamento, la senadora se manifiesta en contra de la “hipersexualización” de menores, que puede llevarlas a daños psicológicos y cambios en el comportamiento como dietas extremas.
La actitud de la sociedad respecto a la sexualidad femenina es, por decirlo ligeramente, confusa. Por un lado, se juzga duramente a cualquier mujer que se vista de forma provocadora o sexy. Por otro, “el sexo vende” tiene que ser una de las frases más repetidas en la industria de la publicidad. De la misma forma en la que se nos presentan imágenes de niñas vestidas de mujer, hay muchas de mujeres vestidas como niñas. Un reportaje como el de Vogue nos hace mirar esta contradicción. Y es incómodo.
El principal problema con estas fotografías y otras parecidas (la campaña del perfume Oh, Lola! de Marc Jacobs, con Dakota Fanning) es que no son arte, sino un vehículo para vender un producto. Y para hacerlo utiliza a menores que no tienen manera de saber cuáles serán las consecuencias de mostrar su cuerpo de cierta manera. Y esta es una decisión que debería ser personal, ya que tampoco los padres pueden saber con claridad qué piensan sus hijos.
Lo mismo sucede con los concursos de belleza infantiles, inmortalizados en el perturbador reality show Toddlers and Tiaras, donde podemos ver a niñas menores de 10 años usando autobronceador, maquillaje y dentaduras falsas, antes de contonearse por el escenario para que un grupo de adultos juzguen sus cuerpos y actitudes, sin contar con los millones de televidentes que lo hacen desde casa. ¿Quién puede saber con exactitud qué consecuencias tendrán estas experiencias en la vida adulta de estas niñas?
La propuesta de ley de la senadora Jouanno puede ayudar a resolver el problema, pero las modelos de 16 años son niñas también. La verdadera solución vendría con un cambio drástico en la forma en la que se vende y se presenta la moda femenina, lo cual parece muy lejano.
Quiero compartirles mi punto de vista y opinión respecto a este fenómeno que toca actualmente la vida de todas las mamás al rededor del mundo… espero que ayude a nutrir su información y a tomar decisiones asertivas..