En un reporte la consultora Trendwatching establece una nueva generación de consumidores que cree en la generosidad. Y la exige.
Será para compensar, ahora que la codicia —entre otros actores— se cobró su cuota y dejó a la economía global en una de las crisis más dramáticas de la historia. Por eso, la consultora canadiense agrupó en la que llama “Generación G” a los consumidores disgustados por el exceso de codicia y, como nunca, ávidos de instituciones a las que realmente les importe lo que pasa a su alrededor.
Enojo y frustración frente a ciertos individuos, empresas e instituciones, y su manera de hacer las cosas. Dos disparadores que se potencian con el continuo crecimiento de la cultura socialmente responsable, surgida antes de la “recesión”, anticipatoria consciente o inconscientemente, fogoneada online, y compartida por individuos que se comprometen, opinan, exigen, dan y colaboran cada vez más masivamente.
“Casi no quedan empresas que no tengan algún tipo de ‘programa de responsabilidad social’ —resume el informe—; pero, en realidad, no se trata de ser bueno o generoso. Se trata de responder a la presión social.” Porque la Generación G pide algo más que reciclar, financiar un remoto orfanato o celebrar el día de la diversidad. Quiere impacto directo.