Por: María José Evia H. Google
¿Qué harías si te enteras de que ganas menos que tu antecesor en el puesto, haciendo el mismo trabajo? Para las mujeres en el mundo laboral esta pregunta no tiene una solución fácil. Por un lado, estudios confirman que la brecha salarial es una realidad en México y el mundo. Por otro, también es cierto que una mujer percibida como demasiado exigente puede sufrir las consecuencias de esta reputación. El caso de Jill Abramson, quien el pasado miércoles 14 de mayo fue despedida de su puesto como editora ejecutiva del New York Times, ilustra bien este dilema.
La historia es complicada y como suele suceder, nunca sabremos qué tanto tuvo que ver el género de Abramson. Según Arthur O. Sulzberger, Jr., presidente del prestigioso periódico, la decisión fue tomada por «problemas administrativos». Es cierto que la periodista ha sido descrita en varias ocasiones como «exigente», «brusca» y «voluble» tanto por su staff como por gente del medio. También está bien documentado que sus relaciones con Sulzberger, con Mark Thompson (CEO de la compañía) y con Dean Baquet (quien era el jefe de redacción y reemplazará a Abramson) eran difíciles.
Sin embargo, el mismo periódico ha confirmado en declaraciones a la revista New Yorker que otra razón que contribuyó a su despido es que, cuando Abramson se enteró de que su salario era menor al de su predecesor, decidió contratar a un abogado para negociar un aumento. Según el New York Times, «su paga era comparable a la de editores anteriores», pero el mismo artículo de New Yorker levanta algunas dudas sobre esta afirmación. De cualquier forma, es imposible saber los números exactos, pero sí sabemos que ella no sentía que estaba recibiendo un trato justo. Y que en el mundo el periodismo en Estados Unidos, los salarios de las mujeres son un 17% menores que los de los hombres.
Otros datos innegables: las mujeres consideradas como «exigentes», «bruscas» y «volubles» tienen más obstáculos que los hombres que son descritos con esos adjetivos. Nadie ha dudado de la calidad del New York Times en las manos de Abramson desde que en 2011 se convirtió en la primera mujer en ejercer su cargo, y los resultados económicos tampoco eran negativos. En su puesto, la editora aumentó el número de mujeres en puestos de liderazgo dentro del periódico, e impulsó reportajes sobre temas como la realidad de las personas sin hogar, el acoso a mujeres que juegan videojuegos y el cáncer de seno, entre otros.
A pesar de todo esto, la periodista fue despedida de una forma sí, brusca. Como varios medios han señalado, el último editor en ser despedido fue Howell Raines, a causa de un escándalo de notas falsas y fabricadas por uno de sus protegidos, el reportero Jayson Blair. A pesar de la polémica, Raines fue tratado con una mayor dignidad y la transición fue más gradual.
Como se puede ver, Jill Abramson ejemplifica una vez más el fenómeno del «acantilado de cristal«: según un estudio, cuando una mujer logra romper el «techo de cristal» y obtener una posición de liderazgo normalmente exclusiva para los hombres, se encuentra en una posición precaria o de riesgo. Esto puede deberse a que debe manejar equipos en crisis, o a que no cuenta con el apoyo y los recursos necesarios para realizar su misión.