Empecemos con un ejercicio de memoria: ¿recuerda una ocasión en los últimos meses o años en la que la palabra «feminismo» estuviera en todos los medios tradicionales, y en un contexto positivo? Yo no puedo recordar ninguna. Pero hoy lunes por la mañana, medios nacionales e internacionales cubrieron el discurso que dio la actriz Emma Watson sobre el tema en la sede de la ONU, en el marco del lanzamiento de la campaña HeforShe.
En otras circunstancias, la iniciativa (la primera de la ONU que impulsa la equidad de género haciendo un llamado a los hombres) hubiera ganado una pequeña mención en periódicos y noticieros, pero al ser Watson su vocera, recorrió el mundo. Las palabras de la también embajadora de la buena voluntad de la ONU son poderosas porque vienen de su propia experiencia. Al hablar sobre su relación con la palabra «feminismo», Watson refleja pero también cuestiona la actitud de otras jóvenes de su edad:
Las mujeres han decidido no identificarse como feministas por que, aparentemente, ante los ojos de otros, esta expresión las hace ver agresivas, anti- hombres y hasta poco atractivas. ¿Por qué se ha convertido en una palabra incómoda?
También comenta que a los ocho años se ganó el adjetivo «mandona» por querer dirigir una obra escolar, y que a los 14, ya convertida en una figura pública, su imagen fue sexualizada por los medios de comunicación. Este tipo de estereotipos, afirma ella, afectan también a los hombres, e impiden el desarrollo de la sociedad.
Hombres, me gustaría tomar esta oportunidad para hacerles llegar una invitación formal. La igualdad de género también es su problema (…) Si al hombre no se le hace creer que tiene que ser agresivo, la mujer no será sumisa. Si al hombre no se le enseña que tiene que ser controlador, la mujer no será controlada. Ambos. Hombres y mujeres deben sentirse libres de ser fuertes. Es hora de que veamos al género como un espectro, no como polos opuestos (…)
Quiero que los hombres se comprometan para que así sus hijas, hermanas y madres se liberen del prejuicio y también para que sus hijos se sientan con permiso de ser vulnerables, humanos y una versión más honesta y completa de ellos mismos.
El discurso es sencillo y honesto. No puedo negar que me sorprende comprobar que hoy, a más de cien años del inicio del movimiento feminista, todavía se tiene que definir a las mujeres de acuerdo a su relación con los hombres (la idea detrás de «háganlo por sus hijas, esposas y madres»). Pero si ese es el nivel en el que estamos, los hombres deben comprender que lo que deben hacer es, sobre todo, escuchar a las mujeres de sus vidas, asegurarse de que hay espacios para que otros las escuchen también. El feminismo es, entre otras cosas, la idea de que las mujeres pueden decidir lo que es mejor para ellas. Se necesita a más hombres que compartan esta visión.