Para México, la desigualdad económica se ha traducido en una pérdida de poco más de 10% de crecimiento del PIB.
La desigualdad ha sido el principal tema económico del año, lo que era un tema importante, pero olvidado, se posicionara como un punto toral en las agendas política y económica.
La crisis financiera global de 2007-2008, los largos periodos de contracción económica en las economías avanzadas, los largos periodos de desempleo para segmentos crecientes de sus poblaciones, así como los movimientos como occupy en Estados Unidos y los indignados en España fueron colocando la desigualdad cada vez más evidente en la mente de las personas.
Con la publicación del libro Capital en el siglo XXI del economista francés Thomas Piketty, la desigualdad dejo de ser una percepción y reclamo popular para transformarse en un tema de la agenda pública, una discusión entre los hacedores de política pública y los practicantes de la ciencia económica.
En el libro, Piketty explica como la desigualdad ha venido en aumento en todo el mundo. Muestra como el fenómeno parece ser una regularidad empírica de muy largo plazo, el estado natural de las economías capitalistas, soló viendo interrumpida esta tendencia en un breve periodo de tiempo a mediados del siglo XX. En ese periodo, después de la segunda posguerra, algunos países seguían políticas fuertemente redistributivas, los Estados regulaban de mejor forma las actividades económicas y se recaudaban más impuestos que alimentaban un Estado social.
En la tesis de Piketty subyace un problema de economía política, la distribución del ingreso y de la riqueza. La excesiva concentración de estas genera parálisis en la sociedad, evita la movilidad social que a su vez le da dinamismo a la economía. Genera inestabilidad económica, política y social que difícilmente favorece al crecimiento económico y no solo eso, también daña la vida democrática.
Esta tesis de la desigualdad como un factor en detrimento del crecimiento económico es en buena medida originaria de la teoría del crecimiento endógeno. (Una revisión de esta literatura y el vínculo entre desigualdad y crecimiento pueden consultarla aquí) En dicha literatura resulta evidente al menos en tres maneras como la desigualdad disminuye la capacidad para el crecimiento:
- Produce ineficiencias al desaprovechar oportunidades de inversión.
- Provoca una subinversión en la formación de capital humano. (Vinculado a productividad y empleo)
- Produce inestabilidad macroeconómica.
Si bien desde la década de 1990 se ha ido recopilando una fuerte evidencia empírica que apunta hacia éste impacto de la desigualdad en el crecimiento, se ha encontrado con la oposición de la interpretación clásica de la desigualdad formulada por Nicholas Kaldor y Simon Kuznets en la primera mitad del siglo XX. En dicha interpretación veían a la desigualdad como un requisito para incentivar la innovación y el crecimiento; a su vez la famosa hipótesis de Kuznets asumía que la desigualdad debería disminuir de forma natural. En esos tiempos el desarrollo económico era visto bajo la influencia de un pensamiento evolutivo y naturalista (Max Weber y Talcott Parsons) y de un pensamiento difusionista (Albert Hirschman y Gunnar Myrdal).
Una vez contextualizado en lo general el debate en torno a la desigualdad y crecimiento económico, vale la pena hacernos dos preguntas, ¿Cuál de las dos posturas tiene razón? Y la segunda que nos debe interesar más como mexicanos, ¿La desigualdad afecta el crecimiento económico de México?
Las dos preguntas las acaba de contestar la OCDE en un artículo de investigación publicado este mes de diciembre, el cual pueden consultar como: Cingano, F. (2014), “Trends in Income Inequality and its Impact on Economic Growth”, OECD Social, Employment and Migration Working Papers, No. 163, OECD Publishing.
La respuesta a las dos preguntas las proporciona el economista Federico Cigano. Sí existe un vínculo negativo entre la desigualdad y crecimiento económico, con la creciente desigualdad en ingresos entre los países de la OCDE todos los que han tenido aumentos en desigualdad han tenido una perdida en crecimiento durante los últimos 25 años.
En ese mismo periodo la desigualdad entre el grupo de ingresos más elevados y los más pobres ha llegado en promedio para toda la OCDE a ser de 9.5 a 1 y el país más donde la brecha se abre más es México siendo de 30 a 1. Para México, esto se ha traducido en una pérdida de poco más de 10% de crecimiento del PIB. Es decir uno de los múltiples costos que la desigualdad en México produce es la de un crecimiento económico más lento.
La pregunta obvia que sigue es, ¿Qué hacer?, ¿Cómo combatir la desigualdad? La respuesta que nos da la literatura del crecimiento endógeno radica en la redistribución del ingreso, en la implementación de mejores programas sociales, de la mejora de la provisión de servicios públicos como la educación y la salud y de bienes públicos como la seguridad. Lo que Cigano y la OCDE recomiendan es justamente lo mismo.
Sin embargo para poder redistribuir bien hacen falta dos cosas. La primera es una mayor recaudación de impuestos de manera progresiva, bajar la carga fiscal de las clases medias y subir la de las clases altas, por otro lado una transparencia y rendición de cuentas en el ejercicio del gasto público.
Este tema llega a México estos días de la mano de la OCDE y con la visita de Piketty la semana pasada. Contrario a lo que las cámaras empresariales argumentan, que los impuestos tienen la culpa del bajo crecimiento, es justamente lo opuesto, es la debilidad del Estado para recaudar y gastar apropiadamente, para obligar a muchos de estos empresarios a cumplir sus obligaciones fiscales y hacerlo de manera progresiva para posteriormente distribuirlo lo que no permiten crecer.
No existe nada natural sobre la economía, sólo convenciones sociales y regularidades empíricas, si seguimos haciendo economía como hasta ahora con un Estado mínimo y sin atención a las carencias sociales, sin construir un Estado de bienestar ya ni siquiera un Estado social, probablemente veremos nuestra desigualdad crecer y con ella esfumarse nuestro crecimiento y nuestras oportunidades de desarrollo.
Fuente: Forbes