Había una vez una hermosa princesa que estudiaba francés, era inteligente, valiente, bondadosa y creía tener el poder de acabar con el sexismo existente en su reino, hasta que de pronto un día se dio cuenta de que para ello hacía falta mucho más que tener un hada madrina.
La historia anterior bien podría resumir cómo la más reciente versión de La Cenicienta presentada por Disney falló en su intento de sumarse a la lista de adaptaciones que se han despedido del sexismo quedándose a menos de la mitad del camino, pues si bien se trata de un filme que incorpora ciertos elementos de empoderamiento, también destacan otros todavía muy cercanos a los estereotipos tradicionales.
Previo al estreno de la cinta este mes de la mujer, el cineasta Kenneth Branagh anunció que esta versión audiovisual del clásico cuento de Charles Perrault presentaría a una princesa que demuestra ser inteligente y tener un carácter fuerte, lo que le permitiría tomar sus propias decisiones y dejar de ser una víctima pasiva de su entorno.
«No esta esperando que llegue ningún hombre (…) Esto va a ser un gran cambio respecto a lo que se ha visto hasta ahora», aseguró el director en su visita a Madrid con motivo de la promoción del filme. Además se mostró encantado con el cuento de hadas, señaló que más que una historia infantil, La Cenicienta habla de asuntos familiares que tocan la psicología del ser humano. Cuando leí el guion pensé que era mucho más emocionante de lo que esperaba, porque hablaba de la pérdida de los padres y de la pérdida de la inocencia», declaró.
La promesa de una Cenicienta más libre de reconocer sus habilidades y capaz de tomar sus propias decisiones sonaba realmente emocionante y estaba a tono con la pauta que Disney marcó desde el surgimiento de Valiente. La existencia de películas como Frozen y Maléfica en las que pudimos observar una importante ruptura de los estereotipos tradicionales sobre el bien, el mal y el tan nombrado amor verdadero, hicieron posible imaginar una Cenicienta distinta, aunque el esfuerzo quedó corto.
Si bien es cierto que el personaje de Ella, en la actuación de Lily James, representa a una chica ordinaria que disfruta de la lectura y demuestra un dominio excepcional del francés, también presenta a una joven incapaz de romper con la promesa de ser bondadosa y valiente, aún cuando esto signifique tolerar las constantes humillaciones de su madrastra y sus hermanas.
Personificada por Cate Blanchett, la señora Tremaine no se quedó atrás en el esfuerzo por romper con los estereotipos y estuvo muy cerca de convertirse en un personaje digno de incorporarse a las páginas de Jane Austen, explorando las opciones de vida que posee una mujer viuda dos veces, el dolor y los retos que debe enfrentar en medio de un entorno que la obliga a depender del matrimonio para generar ingresos y mantener su posición social.
El filme en sí mismo resulta espectacular, seguramente más de un espectador quedó impresionado por el vestuario, las actuaciones y el colorido que logra reflejar la naturaleza del cuento de hadas concebido por la pluma de Perrault, pero no se trata de una película libre de estereotipos sexistas como nos hicieron creer en un principio, sino más bien de una adaptación de La Cenicienta presentada en acción viva con una producción digna del siglo XXI.