En abril de 2013 un trágico incendio en el edificio Rana Plaza en Bangladesh termino con la vida de más de mil personas que se encontraban trabajando en la fábrica textil; cientos de sobrevivientes fueron encontrados entre los escombros por los equipo de rescate y en unas pocas horas el accidente ya se encontraba presente en decenas de medios de comunicación alrededor del mundo.
Tras la catástrofe, millones de usuarios en las redes sociales y miles de consumidores pusieron su mirada en los temas de seguridad ocupacional y los altos costos humanos generados por el acelerado nivel de consumo que se manifiesta claramente en fenómenos como la moda rápida. Algunas marcas generaron acuerdos para combatir la explotación laboral en países en vías de desarrollo y otras más se vieron obligadas a transparentar distintos procesos a lo largo de su cadena de valor con el fin de restituir la confianza de los consumidores. Pero ¿qué ha paso desde entonces? ¿habrá sido únicamente una reacción ante la crisis?
El surgimiento del Acuerdo sobre Incendios y Seguridad Edilicia en Bangladesh (AISEB) al que mas de 150 empresas textiles suscribieron con el fin de comprometerse a mejorar las prácticas a lo largo de su cadena de valor fue tan solo el principio. Según información del diario The Guardian, empresas como H&M, Mango, Primark, GAP y Walmart, entre otras, hasta ahora han contribuido con 21.5 millones de dólares al Rana Plaza Donors Trust Fund creado para indemnizar a las familias de las víctimas del accidente, aunque de acuerdo con Srinivas Reddy, director por Bangladesh de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y encargado de la administración de este fondo aún existe un déficit de 8.5 millones.
El fondo es voluntario, por lo que no podemos obligar a las marcas a donar, todo lo que podemos hacer es animarlas a unirse – Srinivas Reddy
Pero el verdadero compromiso no se mide con donaciones, sino a través de las acciones para mejoras las condiciones laborales dentro de la industria textil. Según Reddy, de las 3,508 fábricas identificadas como exportadoras de ropa en Bangladesh, casi el 75% ha pasado ya por estrictas evaluaciones de seguridad y 35 de ellas han sido cerradas de forma definitiva como resultado del incumplimiento de los estándares de integridad estructural.
Aún así, falta mucho camino por recorrer, la revisión y evaluación de las fábricas aún no ha terminado y el proceso de mejoras en la construcción no ha hecho mas que comenzar. «Una gran cantidad de los compromisos hechos por las marcas, los minoristas y los interesados nacionales aún están por cumplirse», destaca Reddy y asegura que algunas marcas han tomado un papel activo en la tarea de mejorar las condiciones de los trabajadores, tanto en términos salariales, como en colaborar con instituciones gubernamentales y organizaciones civiles para redactar directrices y estrategias de seguridad.
El cumplimiento total de estos compromisos se ha prospectado para finales de 2018, por lo que el progreso parece avanzar justo a tiempo; aunque de acuerdo con Reddy, aún falta abordar uno de los principales problemas: el seguimiento de las autoridades a los permisos de construcción a fin de garantizar que cumplan con el diseño aprobado. «En la actualidad no se sabe muy bien monitorear (…) se otorgan permisos con poco control por falta de personal de vigilancia, ese fue uno de los problemas con Rana Plaza: fueron aprobadas seis plantas y construyeron ocho. Sigue siendo un eslabón muy débil» aseguro a The Guardian.
¿Y los derechos laborales?
Aunque la OIT y otras organizaciones internacionales están satisfechas con el progreso alcanzado en materia de seguridad, los derechos de los trabajadores parecen haber quedado atrás. A finales de 2012, un total de 122 sindicatos de la industria de la confección en Bangladesh representaba a menos del 3% de sus colaboradores; tras el accidente de Rana Plaza se presento un incremento del 20% en el número de grupos sindicales y los trabajadores que representan, aumento que aunque parece una buena noticia, resulta desolador.
No obstante, dicho crecimiento se ha dado de forma desproporcionada, pues los casi 440 sindicatos que existen en la actualidad apenas han logrado representar a un 5% de los trabajadores de la industria. A ellos habría que sumar la creación de comités de seguridad en donde los trabajadores de las fábricas tuvieran un espacio para presentar sus inquietudes, ya que fue uno de los puntos más relevantes del acuerdo; por desgracia su implementación aún no ha sido posible debido a la falta de políticas gubernamentales para su creación.
Algunos de los trabajadores con los que hablé dijeron sentir dudas sobre su seguridad, pero no tenían el poder como individuos o la capacidad de hacer algo al respecto. Siguieron su camino y luego algo salió mal – Srinivas Reddy
Aunque el gobierno de Bangladesh ha facilitado el proceso de arranque y registro de los nuevos sindicatos a manera de impulsar su implementación, aún existe una enorme falta de confianza y comunicación entre las empresas y los sindicato, por lo que cada vez parece mas urgente abrir canales de comunicación entre las compañías y sus stakeholders.