“Las empresas socialmente responsables son más productivas, incrementan su valor y se hacen así más capaces de competir en el mercado global”. Desde que en septiembre de 2007 el colectivo Alternativa Responsable publicase su “Manifiesto por la responsabilidad social de las empresas», en el que se recogía la afirmación con que abre este artículo, han pasado muchas cosas.
La más importante, la llegada abrupta de una crisis económica que ha puesto a las empresas en la situación más complicada desde la gran depresión.
En este ambiente, ¿tiene sentido seguir hablando de Responsabilidad Social Empresarial cuando la mayoría de las empresas, sobre todo las Pymes, tienen como primer objetivo su supervivencia? Desde el colectivo de Alternativa Responsable creemos que sí.
Creemos que hoy más que nunca, existe una relación causa efecto entre RSE y productividad, creación de valor y, en última instancia, cuenta de resultados. Esta afirmación se sustenta en las siguientes reflexiones.
1. La RSE no es un gasto. La RSE tiene que ver con una forma de entender la empresa basada en la integridad, la transparencia, la legitimidad social y en los principios de sostenibilidad del negocio a largo plazo. Entendida así, la RSE tiene que ver no tanto con lo que se dona, sino, fundamentalmente, con la forma en la que la compañía obtiene sus ingresos.
El cumplimiento de la ley; los procesos de control interno; la trasparencia; el equilibrio entre maximizar los ingresos/reducir los costes; el no comprometer principios fundamentales como el respeto a los derechos humanos, los derechos laborales, el cuidado ambiental, o las prácticas anticorrupción en todo su teatro de operaciones (recogidos en el Pacto Global de las Naciones Unidas) son líneas rojas que la empresa no debe traspasar, a riesgo de comprometer su sostenibilidad futura.
No vale el todo vale. Entender así la RSE, no significa ignorar los programas sociales que realizan las empresas a través de donaciones; pero conviene recordar que Lehman Brothers era uno de los grandes filántropos de Wall Street y su mala praxis de gestión le condujo a su desaparición.
2. Si la RSE no es un gasto, sino una forma de concebir la empresa y el modo en que ésta obtiene sus ingresos, necesariamente tiene que estar relacionada con las palancas que conforman la competitividad.
Tomando siempre como punto de partida la integridad, la trasparencia y la sostenibilidad, el reto de la RSE está en contribuir a la sostenibilidad buscando nuevas formas de ingresos, contribuyendo al ahorro de costes, favoreciendo la satisfacción de los clientes y, en última instancia, teniendo un retorno positivo en la cuenta de resultados. La sostenibilidad no está reñida con la competitividad. Es más; es parte integrante de ella.
3. Si la competitividad está en buscar más ingresos, la RSE es capaz de generar nuevos motores de demanda. En tiempos de crisis las leyes de la oferta y la demanda cambian hacia un modelo basado más en la economía real, en las necesidades básicas de las personas, familias, empresas o administraciones públicas.
La búsqueda de nuevos motores de crecimiento con alto impacto social puede sacar a la luz nuevos nichos de mercado que anteriormente no se estaban cubriendo por no considerarse con márgenes significativos y por requerir una especialización y cualificación del personal que no había sido necesaria cuando se abordaban mercados masivos y o mercados con alto margen. Y la RSE juega ahí un papel clave porque significa mirar a aquellas actividades que tienen un alto impacto social
Hay ejemplos. La creación de nuevos modelos de negocio basados en las energías renovables o en el ahorro y la eficiencia energética; la búsqueda de nuevos productos y servicios para personas mayores (hoy en más del 16% de la población es ya mayor de 65 años, y más del 59% de estas personas presenta algún tipo de dependencia; la previsión para 2020 es que porcentaje ascienda al 25% de la población de la EU, atrayendo un mercad potencial de 3.000 millardos de Euros); las soluciones para potenciar la educación en el nuevo marco de las tecnologías de la información (es estima que entre 2009 y 2010 habrá una inversión de 69.000 millones de euros en bibliotecas digitales en la UE); las nuevas demandas de soluciones para personas con discapacidad (en Europa, solo el 3% de las webs del sector público cumplen con los estándares de accesibilidad); o el turismo rural y sostenible … son solo unos ejemplos de dónde están algunos de los nuevos motores de crecimiento económico.
4. La RSE es competitividad cuando contribuye a reducir costes en las organizaciones. El uso eficiente de los recursos, especialmente de la energía, puede suponer hasta 2020 ahorros en Europa por importe de 600.000 millones de euros.
Nuevos modelos de ahorro basados en la adquisición de equipos eficientes y su uso eficiente (encendido y apagado, racionalización del stand by); en apagado de edificios a una determinada hora; en temperatura y climatización adecuadas en despachos y salas; en impresión reducida y a dos caras; en el no uso del color; en la sustitución de la correspondencia en papel por el e-mail; en el uso racional del agua… son medidas que pueden ayudar a minorar los gastos hasta en un 10% y encajan perfectamente con una política de RSE.
5. La RSE puede también convertirse en un elemento mitigador de riesgos para las empresas. Los escándalos empresariales de los últimos tiempos no son sino reflejo de una carencia de políticas de integridad en las empresas, de inexistencia o incumplimiento flagrante de códigos éticos y de conducta. La crisis económica actual ha dado muestras suficientes de ser una crisis de excesos y de un comportamiento irresponsable. El coste de estos escándalos ha supuesto para algunas empresas un lastre del que difícilmente podrán recuperarse.
6. La RSE contribuye a la competitividad en la medida en que refuerza la fidelidad de los clientes y la conexión emocional de éstos con la marca. Comportamientos responsables y éticos ponen a una compañía, y a su marca, en el imaginario de sus clientes como “compañías en las que se puede confiar”, lo que, en última instancia les permite tener mayores márgenes en sus precios, porque ese mayor margen recoge un plus de confiabilidad que el cliente está dispuesto a pagar. En la mente de todos se encuentran marcas que han hecho de la confianza su principal ventaja competitiva y, en torno a ella, han construido su propuesta de valor y se han garantizado un margen de precios superior que las ha permitido colchones de valor en tiempos de crisis.
Desde Alternativa Responsable somos conscientes que las algunas de las medidas vinculadas a la RSE, en el sentido en que las hemos expuestos aquí (búsqueda de más ingresos, contención de costes, minimización de los riesgos empresariales y construcción de una marca basada en confiabilidad), exige dedicación de recursos.
Definir esos recursos como gasto o inversión, estará en función de cómo cada empresa entienda la construcción de un modelo de negocio sostenible en el tiempo. El modelo de negocio basado en la especulación rápida, en el corto plazo, en la maximización del recurso, en la “cultura del pelotazo”, se ha demostrado como uno de los principales causantes de la crisis económica.
Por el contrario, modelos de empresa basados en la construcción de un proyecto a largo plazo, en el control de los costes y la inversión selectiva, en el crecimiento relacionado con el know how básico, y en la construcción de relaciones sólidas con el cliente, se ha consolidado como una fuente de creación y generación de riqueza; y la mejor defensa ante la crisis.
Definitivamente allí donde hay empresas, hay riqueza y bienestar. Donde no hay empresa, por lo general hay subsidio y menor nivel de desarrollo.
El reto está en conseguir que el modelo de empresa sea sostenible en el largo plazo.