Por Fernando Passarelli
Bajo el modelo de Simon Zadek de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE) como un proceso de 5 etapas de aprendizaje, podemos afirmar que en la Argentina, si bien existen numerosas empresas que cuentan con algún tipo de estructura e iniciativas de RSE, se percibe aún una marcada tendencia que va desde la etapa Defensiva, pasando por la de Cumplimiento y aún pocos casos en la etapa de Gestión.
Si bien existen alrededor de 120 empresas que elaboran Reportes de Sustentabilidad con alguna regularidad (resultando un número muy bajo comparado con la cantidad de empresas que operan), sólo 80 de ellas, lo hacen bajo el marco del Global Reporting Iniciative (GRI), y casi la totalidad de ellas adoptan esta práctica con un enfoque eminentemente comunicacional y casi ninguna bajo un proceso de gestión.
Prueba de esto, son los agotadores esfuerzos que deben generarse en cada cierre de Reporte por recabar la información de contenido, proveniente de cada área de la compañía. Si el Reporte fuera la herramienta de gestión de la empresa, y por consiguiente dicha gestión estuviera sistematizada, sólo bastaría “pedirle al sistema las conclusiones de lo actuado”.
Buscando entonces establecer algunos criterios que nos permitan evaluar el estado de madurez de la RSE en una empresa, ofrecemos los siguientes criterios a considerar:
- Nivel de integración (no de combinación), registrada en la estrategia ejecutada por los líderes empresariales de las dimensiones económica, ambiental y social en la toma de decisiones de corto, mediano y largo plazo;
- Procesos de identificación de asuntos materiales y del contexto de sustentabilidad de la industria, por parte de la conducción de la empresa;
- Alineamiento de las acciones con la cultura de la empresa y sus actividades en el corazón de su negocio, evitando iniciativas compensatorias;
- Madurez en los vínculos que la empresa desarrolla con distintas partes interesadas clave para el negocio;
- Lugar y jerarquía en la que se encuentra alojada la gestión de RSE dentro de los organigramas de las empresas;
- Presupuesto asignado a la gestión de RSE (en contraste con presupuestos de otras áreas clave de la compañía);
- Balance entre iniciativas internas y externas de la empresa, con una adecuada resolución de las tensiones desmotivantes;
- Estado de la articulación de iniciativas público – privada de las empresas;
- Madurez de su cadena de valor. Grado de alineamiento de Proveedores y Consumidores que valoran los productos y servicios con atributos sustentables;
- Grado de incidencia sobre la política pública y los procesos legislativos de la temática.
¿Adoptarán las empresas a la RSE como el único modelo de gestión empresarial integrado para sus negocios? El tiempo será quien lo diga más fuerte y claro que cualquier especialista en la materia.
Fernando Passarelli es coordinador del Programa Valor, RSE+Competitividad, que impulsa la AMIA con el BID y el FOMIN, en nuestro país. Además es formador de la Red Argentina del Pacto Global de las Naciones Unidas; Formador y Consultor de FUNDES.