Por Carmen Niethammer*
La igualdad de género rara vez se le considera como argumento para generar mejores resultados económicos. Es un error. Aumentar el empleo femenino a los niveles del masculino, por ejemplo, puede impulsar el Producto Interno Bruto (PIB) en forma considerable. De acuerdo con un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI), los ejemplos son contundentes: 34%, en Egipto; 12% en los Emiratos Árabes Unidos (EAU), 10% en Sudáfrica, y 9% en Japón, por nombrar los casos más claros.
Cuando la cuestión es atraer y retener a las personas más talentosas, muchas empresas señalan que simplemente no pueden permitirse desperdiciar las habilidades y el potencial laboral de la mitad de la población. Tómese por ejemplo el creciente número de mujeres que egresan de las universidades (en algunos países las mujeres superan a los hombres).
En México, según el World Economic Forum’s 2014 Gender Gap Report, el 48% de los egresados de doctorado son mujeres. Los directivos de las empresas ya no tratan las cuestiones de género como un tema aislado de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), sino como un factor integral que impulsa los resultados de sus negocios.
Las empresas a menudo no tienen conocimientos sobre los beneficios monetarios ni entienden las oportunidades de la igualdad entre ambos sexos. Los motivos que muchas empresas esgrimen para justificar el bajo número de empleadas son las normas culturales y las preferencias de las mujeres para trabajar en determinados sectores y ciertas ramas laborales. Me gusta alentar a las empresas para que no se comparen con el promedio de su sector, sino con las organizaciones líderes en el empleo de mujeres.
La evaluación comparativa con las compañías líderes en la materia puede ser una revelación sobre cómo hacer negocios de manera diferente. Uno de los caminos más eficientes para evaluarse y desarrollar las mejores prácticas es adhiriéndose al programa Economic Dividends for Gender Equality (EDGE, por sus siglas en inglés). EDGE es la norma mundial para la igualdad de género en el lugar de trabajo, pues asegura que las empresas cuenten con mecanismos estructurados y sistemáticos para medir y acabar las diferencias entre hombres y mujeres en la empresa.
El IFC es la entidad para el desarrollo del sector privado del Grupo Banco Mundial. El sector privado representa a 9 de cada 10 puestos de trabajo en los países en desarrollo, por lo que tiene un papel decisivo en la creación de nuevas oportunidades laborales para las mujeres.
Con este fin, IFC diseña y pone en marcha plan de trabajo en cuestiones de género al interior de las empresas, a la vez que ayuda a sus clientes comunicar con eficacia los logros y los objetivos tanto al interior como al exterior de la organización. Esto no sólo permite que las empresas consoliden su fuerza laboral futura, sino que también construyan una relación sólida con los consumidores. Recordemos que las mujeres constituyen el 80% de las decisiones de consumo.
Las compañías de los sectores minorista y de servicios financieros desean ser una opción en la mente femenina, y nosotros les ayudamos en ese objetivo.
*Carmen Niethammer es especialista en sustentabilidad y temas de género del IFC y una de las autoridades mundiales más respetadas en el tema.