Sonreír siempre. Mantener buenas relaciones con otros colaboradores y clientes. Recordar cumpleaños de todos los compañeros. ¿Son estas cosas necesariamente parte de nuestro trabajo diario, o un adicional que se espera, sobre todo, de las mujeres?
El trabajo emocional puede ser un concepto difícil de identificar, porque está muy ligado a nuestras expectativas respecto a lo que a las mujeres «se les da mejor» o a ciertos puestos, como el de un mesero o bartender. Según un artículo reciente de Rose Hackman en The Guardian, este se puede definir así:
En un contexto laboral, se refiere a la expectativa de que un trabajador debe manipular sus sentimientos o la apariencia de sus sentimientos para satisfacer los requerimientos percibidos de su puesto (…) También invluye que un trabajador module sus sentimientos para influenciar la experiencia positiva de un colega o cliente, así como influenciar la armonía de la oficina, ser agradable (…) y ofrecerse para hacer trabajos menores como hacer café o imprimir documentos.»
Hackerman menciona que el término fue acuñado por primera vez en 1983 por la académica Arlie Hochschild, quien dio como ejemplo el trabajo de las tripulantes de cabina en los aciones, quienes tenían que atender a las necesidades de los pasajeros, desde un niño que vomita hasta un hombre grosero viajando en primera clase, sin importar sus propios sentimientos respecto a las situaciones. En la actualidad, podemos ver cómo Hillary Clinton ha sido exhortada en múltiples ocasiones a mostrarse más cálida.
Otro ejemplo muy claro es el de los trabajadores de restaurantes y bares, ya que sus ganancias dependen de la propina, la cual a su vez depende de qué tanto se haya interesado el trabajador por hacer sentir bien a sus clientes. En este caso, se ha documentado que las meseras son expuestas al acoso por las particularidades de su puesto. Pero Hackerman también recoge testimonios de mujeres en trabajos mucho más prestigiosos que se ven presionadas a «mantener la armonía» o crear un buen ambiente de trabajo, algo que en los hombres es un plus.
Aquí se podría argumentar que es obvio que una recepcionista, mesera o secretaria debe tener una actitud servicial, es parte de su trabajo. Pero, como argumenta la periodista, en estos trabajos «no se provee de un entrenamiento y hay un sesgo para que ciertas personas – mujeres – lo hagan (…) Las investigaciones sugieren que el trabajo emocional acumulativo y constante es cansado, pero rara vez se acepta que es una tensión legítima y, por lo tanto, no se refleja en los salarios.»
Es muy fácil decir que las mujeres «somos mejores en esas cosas» (proveer de café, estar pendiente de los compañeros, ser encantadoras) y probablemente sea cierto, pero lo es porque así hemos sido educadas, no porque sea una característica innata. Se trata, por lo tanto, de una habilidad. Como tal, ¿no debería ser mejor recompensada?