El Dr. Bennet Omalu es un brillante neuropatólogo forense que, al hacer la autopsia de un jugador profesional de fútbol, descubrió la encefalopatía traumática crónica (ETC), una lesión cerebral vinculada con el deporte. Este descubrimiento lo llevó más tarde a luchar contra una de las instituciones más poderosas y respetadas del mundo para evitar el encubrimiento de la verdad.
La historia anterior corresponde a la recientemente estrenada película La verdad oculta, protagonizada por Will Smith y dirigida por Peter Landesman; una cinta que sin duda nos recuerda el enorme potencial de Hollywood para otorgar voz y forma a las prácticas más controvertidas dentro del deporte y de todas las industrias en el mundo.
Tal como señala David Wigder en un artículo recientemente publicado por el portal Green Biz, se trata de una cinta que colocó en el centro de los reflectores al deporte más popular de los Estados Unidos, provocando un importante debate sobre los niños que practican deportes de contacto y el papel que tiene la Liga Nacional de Fútbol Americano en la prevención de lesiones en sus jugadores.
El artículo señala una relación potencial entre el impacto de esta película y las cintas relacionadas con el cambio climático y otras posibles catástrofes ambientales, pero ¿realmente puede la industria cinematográfica tener un impacto positivo sobre determinadas conductas sociales?
De acuerdo con Wigder, los dramas de películas que abordan directamente un tema controversial pueden no ser la mejor forma de atraer al público, y para muestra basta revisar las cifras de los ingresos en taquilla recaudados por La verdad oculta; mismos que según señala, reflejan una importante resistencia a enfrentarse con la polémica alrededor de un deporte que forma parte entrañable de la cultura y la identidad estadounidense.
Dicho principio, sin embargo, no parece aplicarse a las cintas relacionadas con los problemas ambientales, ya que de acuerdo con el artículo Hollywood ha tenido más éxito en la lucha contra el cambio climático que muchas campañas apocalípticas. El día después de mañana, cinta que planteó la posibilidad de que el derretimiento de los polos llevara al mundo a una nueva era de hielo, fue la novena película de desastres más taquillera de todos los tiempos.
La efectividad del storytelling
Wigder asegura que mientras algunos miembros de la comunidad científica argumentan que abordar el debate sobre el clima a través del cine puede ser algo negativo, ya que podría contribuir a difuminar las líneas entre la realidad y la ficción, sobre todo en un público que se mantiene escéptico de la ciencia, Hollywood podría estar ofreciendo una oportunidad única para generar un impacto positivo.
Un estudio realizado por Anthony Leiserowitz encontró, por ejemplo, que ver la película El día después de mañana incrementó el nivel de preocupación de los espectadores sobre el cambio climático, haciéndolos más propensos no sólo a tomar acciones a favor del medio ambiente, sino a manifestar activamente sus inquietudes con amigos, familiares e incluso políticos.
La ficción cumple una tarea indispensable para nuestra supervivencia: no sólo nos ayuda a predecir nuestras reacciones en realidades hipotéticas, sino que nos ayuda a representarlas en nuestra mente.” Jorge Volpi
En su libro Leer la mente, Jorge Volpi destaca que, si bien es cierto que el cerebro humano procesa la ficción de forma muy similar a la realidad (de ahí nuestra fascinación por el cine y la literatura), también ha desarrollado sutiles mecanismos que le permiten diferenciar una cosa de otra, al tiempo que utiliza las historias ficticias como un simulador; un sistema que lo obliga a vivir realidades alternas y encontrar soluciones potenciales a problemas a los que aún no se enfrenta.
En este sentido, las historias que la industria cinematográfica y la literatura pueden poner en las mentes de los consumidores representan una oportunidad única para inspirar a su público a tomar acción a fin de que un viaje en el tiempo no sea la única salida contra el cambio climático y otros problemas ambientales y sociales que podríamos enfrentar en el futuro.
Por otro lado, el argumento de Wigder y la teoría planteada por Volpi se suman a la larga lista de razones por las que empresas y organizaciones necesitan integrar el storytelling como parte de su comunicación en materia de responsabilidad social a fin de generar empatía con los consumidores.