A todos ustedes me dirijo una vez más: ¡No se olviden de los pobres! Este es el principal desafío que tienen ustedes, como líderes en el mundo de los negocios». Por tercera vez desde que fue electo al trono de Pedro, el papa Francisco le envió una carta de fuerte contenido al Foro Económico Mundial de Davos, la reunión mas importante del año de ricos y poderosos del planeta. En la misiva, reclamó a la crema y nata del poder global «abrir su mente y corazón a los pobres», crear nuevos puestos de trabajo como parte ineludible de su servicio al bien común y advirtió sobre «el inquietante aumento de desigualdad».
Dirigida al profesor Klaus Schwab, presidente ejecutivo del Foro Economico Mundial de Davos, emblema del liberalismo economico, la carta fue leída por el cardenal ganés Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, presente en la coqueta localidad de los Alpes suizos.
Allí, Francisco, famoso por sus críticas al sistema económico actual, cuestionó la llamada «cuarta revolución industrial» en curso, marcada por una «creciente sensación de la inevitabilidad de una drástica reducción de puestos de trabajo». «Menos oportunidades para un empleo satisfactorio y digno, conjugado con la reducción de la seguridad social, están causando un inquietante aumento de desigualdad y pobreza en diferentes países», indicó.
«Hay una clara necesidad de crear nuevas formas de actividad empresarial que, mientras fomentan el desarrollo de tecnologías avanzadas, sean también capaces de utilizarlas para crear trabajo digno para todos, sostener y consolidar los derechos sociales y proteger el medio ambiente. Es el hombre quien debe guiar el desarrollo tecnológico, sin dejarse dominar por él», afirmó.
Al margen de llamar a que «no se olviden de los pobres» a los jefes de Estado -entre ellos, Mauricio Macri -, ministros y otras autoridades de más de cien países con 1500 magnates y ejecutivos de las compañías más importantes de 25 sectores e industrias que asisten a la tradicional reunión anual en el medio de los Alpes, Francisco también urgió a no permitir nunca que la «a cultura del bienestar nos anestesie», volviéndonos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros.
«Llorar por la miseria de los demás no significa sólo compartir sus sufrimientos, sino también y sobre todo, tomar conciencia que nuestras propias acciones son una de las causas de la injusticia y la desigualdad», recordó. Y al evocar palabras ya dichas en la Bula de indicción del Jubileo Extraordinario de la Misericordia -que comenzó el 8 de diciembre pasado-, reclamó no olvidar las miserias del mundo, «las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad».
«Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo», clamó. «No tengan miedo de abrir su mente y su corazón a los pobres. De este modo, ustedes podrán dar rienda suelta a sus talentos económicos y técnicos, y descubrir la felicidad de una vida plena, que no les puede proporcionar el solo consumismo», aseguró.
Francisco destacó asimismo que frente a los profundos cambios que marcan esta época, los líderes mundiales se enfrentan al reto de garantizar que la futura «cuarta revolución industrial», resultado de la robótica y de las innovaciones científicas y tecnológicas, no conduzca a la destrucción de la persona humana -remplazada por una máquina sin alma-, o a la transformación de nuestro planeta en un jardín vacío para el disfrute de unos pocos elegidos.
«Por el contrario, el momento actual proporciona una valiosa oportunidad para guiar y gobernar el proceso ahora en curso, y construir sociedades inclusivas basadas en el respeto por la dignidad humana, la tolerancia, la compasión y la misericordia», indicó.
Consciente de estar dirigiéndose a la crema y nata del poder global y como ya hizo en su encíclica Laudato sí, llamó a enfrentar un nuevo el diálogo sobre cómo construir el futuro del planeta, «nuestra casa común», y a hacer un esfuerzo conjunto para lograr un desarrollo sostenible e integral.
«Como he señalado muchas veces, la actividad empresarial es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, especialmente si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común», dijo.
«Como tal, tiene la responsabilidad de ayudar a superar la compleja crisis de la sociedad y del medio ambiente, y luchar contra la pobreza. Esto hará que sea posible mejorar la precaria condición de vida de millones de personas y cerrar la brecha que da lugar a numerosas injusticias, que erosiona los valores fundamentales de la sociedad, como la igualdad, la justicia y la solidaridad», concluyó.
Fuente:lanacion.com