Poco después de tomar el volante de Volkswagen AG a raíz del escándalo de las emisiones, Matthias Müller entró a unas instalaciones de la empresa y se dirigió a unos 20.000 trabajadores. El improvisado escenario estaba cubierto con una alfombra plateada, el color del logo de la marca.
Furioso, Müller exigió que sacaran la alfombra, según dos personas presentes. El nuevo presidente ejecutivo no quiere ser tratado como un rey, dijo, porque los gerentes de Volkswagen son gente de negocios, no estrellas del rock.
En septiembre, cuando asumió la presidencia ejecutiva con el compromiso de cambiar la cultura de Volkswagen, muchos observadores dudaron que Müller pudiera lograr cambios de fondo. Pero el ejecutivo ha sorprendido tanto a veteranos de la compañía como a ejecutivos externos al comenzar a desmantelar la intransigente jerarquía en la que, según los críticos, está la raíz del escándalo por el engaño en las pruebas de emisiones de sus motores diésel, que sigue sacudiendo a la empresa.
Tras el retiro de la alfombra, Müller se desprendió de un símbolo aún más caro del privilegio ejecutivo de Volkswagen: el Airbus corporativo, aunque conserva varios aviones más pequeños. Müller, además, ha acelerado el proceso de toma de decisiones.
«La diferencia es como el día y la noche», dijo en una entrevista Andreas Renschler, el miembro de la junta que está al frente del negocio de camiones y que llegó a Volkswagen procedente de Daimler AG el año pasado. «Todos somos conscientes de que la crisis nos brinda una gran oportunidad para transformar la compañía».
Volkswagen necesita urgentemente un cambio. Incluso antes de que estallara el escándalo de las emisiones en septiembre pasado, la automotriz tenía serios problemas en Estados Unidos y luchaba para reducir sus costos en Alemania. Los veteranos dicen que la compañía ha sido afectada por la burocracia y el amiguismo.
Según propios y extraños, y a pesar de la agitación desatada desde que Müller asumió el mando, la empresa necesita una transformación más profunda. Pero hay una seria oposición interna.
Para poner en marcha el cambio, Müller ha contratado directivos de afuera y ha removido a una generación de mandos medios que crecieron dentro de la vieja cultura de la compañía. También quiere cambiar la cultura corporativa partiendo desde la cúpula.
En un notable contraste con su predecesor, Martin Winterkorn, quien permitía que pocos se acercaran a su oficina, el nuevo presidente ejecutivo suele dejar abierta la puerta de su despacho.
Las ideas de muchos de los cambios en curso vienen de la gestión de Winterkorn, pero Müller está acelerando su ejecución y se ha comprometido a presentar una nueva estrategia mundial a mediados de año. El presidente ejecutivo eliminó tres posiciones en el consejo de administración y reemplazó a más de una docena de ejecutivos de alto nivel, incluyendo los presidentes ejecutivos de las marcas Skoda, Seat, y Lamborghini.
En Porsche, la división que administró hasta septiembre, Müller ascendió al jefe de producción Oliver Blume, un ingeniero de 47 años y futbolista aficionado que tuvo un rol clave en el aumento de capacidad que permitió duplicar las ventas de Porsche en cinco años.
Müller, dicen los veteranos, jubiló a toda una generación de gerentes que hicieron sus carreras reverenciando a la autocrática jerarquía de Volkswagen, cuando se daba por sentado que la obediencia a los superiores era condición necesaria para ascender.
Müller sustituyó a esos ejecutivos con otros más jóvenes provenientes de otras empresas, sin vínculos con el antiguo régimen y hambrientos por el cambio. Los nuevos gozan de más autonomía que la que sus predecesores habrían imaginado posible.
El nuevo jefe también ha atacado a su propia burocracia ejecutiva. Bajo Winterkorn, la posición de presidente ejecutivo se convirtió en un cuello de botella para toda clase de decisiones, desde los giros en la estrategia corporativa al ángulo del parabrisas de los nuevos modelos. Nunca llegaron a tomarse decisiones cruciales, tales como mezcla de productos adecuada para el mercado de EE.UU.
«Estrategia, sinergias y el avance con los temas del futuro, así es como veo nuestro, mi papel en el consejo de administración», dijo Müller a la cúpula superior en una cumbre en octubre pasado. «Si el parabrisas está uno o más grados inclinado o no, es algo con lo no quiero ni voy a estar involucrado».
Desde entonces, Müller casi ha reducido a la mitad el número de ejecutivos que dependen directamente de él, a alrededor de 17.
Para dos puestos clave en su nuevo equipo -jefe de estrategia y jefe digital-, contrató a ejecutivos de otras compañías.
Thomas Sedran, 51 años, a quien robó de Adam Opel, la unidad alemana de General Motors Co.
El jefe digital tiene una tarea de más largo plazo. Cuando estaba al frente de Porsche, Müller dijo que los autos deportivos no podían convertirse en «teléfonos inteligentes con ruedas». Pero el ejecutivo toma en serio la amenaza de Silicon Valley y contrató a Johann Jungwirth de Apple Inc.
Como líder, Müller es conocido por promover el diálogo, tomar posiciones polémicas y ocasionalmente hablar en forma franca sin pensar en las consecuencias.
«No hay más titubeos», dijo en una entrevista Klaus Bischoff, jefe de diseño de la marca Volkswagen. «[Se] toman decisiones, nos estamos moviendo más rápido».
Michael Horn, presidente del Grupo Volkswagen de EE.UU., solía esperar meses hasta recibir una respuesta de Wolfsburgo. Ahora, cuenta, tiene el número del celular de Müller y es alentado a usarlo.
Los cambios que quiere impulsar Müller enfrentan nubarrones en el frente sindical. Los trabajadores controlan la mitad de los puestos en el consejo de supervisión de Volkswagen, un organismo similar a una junta directiva. Tienen además un fuerte aliado en el estado de Baja Sajonia, que controla 20% del derecho a voto y dos puestos en el consejo. Volkswagen es el mayor empleador privado en el estado.
El poderoso jefe del consejo laboral de la empresa, Bernd Osterloh, advirtió recientemente que los planes de aumentar la productividad en las fábricas alemanas de Volkswagen estaban causando «malestar» entre los empleados.
El sindicato IG Metall, que representa a cerca de 300.000 trabajadores alemanes de Volkswagen, ha amenazado con una huelga si la administración intenta utilizar el escándalo de las emisiones para no dar aumentos salariales este año.
A pesar de los significativos cambios que tienen lugar en Volkswagen, algunos inversionistas sostienen que se necesitan más cambios en sus prácticas de gobierno corporativo.
Fuente: La Nación