En un mundo que se transforma a una velocidad tal que las empresas luchan para seguirle el ritmo, innovar se ha convertido en una tarea tan esencial como difícil. Se trata de una práctica fundamental para quienes, en lugar de mantenerse un paso atrás de los grandes líderes, desean conducir el mercado a nuevos modelos de producción y consumo que impulsen el desarrollo sostenible de sus comunidades.
Las empresas responsables deben entonces favorecer un ambiente de colaboración que estimule la capacidad de innovación de sus colaboradores e impulse el desarrollo de proyectos sostenibles al interior y al exterior de su organización. Con más de veinte años de experiencia como empresaria en la industria de la tecnología, la directora del laboratorio de innovación de Harvard (I-Lab), Jodi Goldstein, sabe muchas cosas acerca de ello y utiliza un enfoque interdisciplinario dentro de la institución para fomentar nuevas formas de pensamiento entre sus estudiantes.
«La diversidad es bastante profunda», señaló en entrevista con Fast Company, y agregó que los proyectos que se trabajan dentro de I-Lab van desde la creación de aperitivos hechos a base de insectos hasta redes para mejorar la vida de las personas en el ejército brindándoles toda clase de apoyo. El laboratorio ha servido como incubadora de más de 600 empresas desde su lanzamiento en 2011 y ahora Goldstein compartió algunas de las lecciones más importantes que han surgido de él. ¿Cómo se aplican a la RSE?
1. Convertirse en esponjas
Goldstein asegura que los innovadores son naturalmente curiosos y se encuentran constantemente en busca de absorber información que contribuya al desarrollo de nuevas ideas, por lo que el laboratorio cuenta con un programa de asesoramiento para ayudarles a aprender todo lo que ellos quieran.
La información es un elemento fundamental en el proceso de innovación y las empresas no deben olvidarlo. Para estimularla es necesario que permitan a sus colaboradores generar sistemas para impulsarse entre sí y contribuir al desarrollo de nuevas habilidades, así como impulsar su educación continua a través de programas que les permitan acceder a tutorías o becas.
2. Un buen lugar para empezar
A todos nos gustan las grandes ideas y cuando pensamos en innovación nos vienen a la mente las mejores de ellas; sin embargo ninguna empresa u organización cuenta con recursos ilimitados, por lo que tratar de convertirte en el nuevo Amazon en 24 horas a través de tu laptop sólo va a conseguir generarte un sentimiento de frustración sin límite.
En lugar de ello deberás probar con un enfoque más centrado, encontrar las bases de una gran idea y concentrar tus esfuerzos en un segmento de ella a la vez hasta que cuente con raíces fuertes a partir de las cuales puedas construir.
3. El poder de la competencia
Ya sea al interior o al exterior de la organización, la competencia genera una sensación de urgencia, un tipo de motivación resulta muy estimulante para la innovación. Goldstein asegura que un ejercicio muy útil para sus estudiantes es buscar en el mercado una persona, empresa u organización que esté realizando una labor similar a la que desean a fin de encontrar un nuevo enfoque y mejorarlo.
4. La ejecución es lo que importa
De nada sirven las grandes ideas plasmadas sobre el papel. Muchas personas son capaces de crear grandes productos, imaginar como es que se verán, la forma en la que podrían funcionar e incluso su distribución, pero jamás llevan a cabo ninguno de sus planteamientos. La innovación radica realmente en la forma en la que haces que las cosas sucedan.
5. La riqueza de la diversidad
La diversidad de orígenes y experiencias entre los colaboradores de una organización es un elemento crítico para el desarrollo de la innovación, ya que permite a un equipo contar con diversos enfoques culturales y sociales a fin de enriquecer las grandes ideas.
«Si usted tiene un grupo de personas con las misma formación, experiencias similares y puntos de vista prácticamente iguales estás limitando el poder de innovación», afirma Goldstein.