Tras años de vivir con la mirada perdida en las pantallas de tabletas, computadoras y teléfonos celulares, seguramente muchas personas estarán convencidas de que las relaciones humanas enfrentan una crisis difícil de superar; las nuevas generaciones parecen relacionarse mejor a distancia que en persona y con frecuencia eligen mantener conversaciones importantes a través de canales que les permitan evitar conflictos o huir para proteger su ego cuando las cosas repentinamente se tornan incómodas.
Claro que estas conversaciones están muy lejos de resultar tan enriquecedoras como los encuentros cara a cara en donde los gestos espontáneos no pueden ocultarse tras emoticones, decir tres veces ja no es la mejor forma de prevenir un silencio incómodo y la misteriosa pérdida de la señal de Wi-Fi no equivale a un escape al estilo Houdini. Por fortuna, el interior de un Ford Fusion Hybrid, 2 3000 millas de carretera y cinco días sin conexión estable pueden ser todo lo que un padre y su hija necesitan para disfrutar de una plática ininterrumpida capaz no sólo de alimentar una relación familiar sólida, sino también de enriquecer al mundo de la RSE.
Los protagonistas de esta experiencia son Leo Raudys, profesor adjunto de sustentabilidad corporativa en la Universidad de Minnesota, y su hija Sofija, que asiste a la universidad en Oregon y volvía a casa en compañía de su padre, quien se encargó de documentar su aventura en un artículo publicado recientemente por el portal GreenBiz.
En su relato, Raudys ha descrito esta experiencia como un lujo y asegura que vivirla le ha ayudado a entender mucho sobre la mentalidad de las personas más jóvenes, especialmente en términos de consumo y nuevas tecnologías. «Puedo decir que finalmente entiendo Snapchat y comprendo por qué hay tanta expectativa en lo que se refiere a la realidad virtual», escribe.
«Cada practicante de sustentabilidad que habita en la costa debe considerar subir a un automóvil y conducir al menos una vez hasta el centro del país para comprender por qué la mejora de la infraestructura para el reciclaje y la adopción de las energías renovables en gran parte del país no son problemas sencillos de resolver», asegura el profesor justo antes de compartir los descubrimientos a los que llegaron durante este viaje.
1. La economía circular es probablemente un tema generacional
Como muchos de nosotros deberíamos hacer de vez en cuando, Raudys ha hecho un esfuerzo consciente por no etiquetar a una generación y otra con el fin de determinar si una de ellas ha superado a otra o si los más jóvenes descomponen el mundo; lo que si asegura es que las personas que se encuentran ahora alrededor de los veinte años parecen tener una cultura del consumo completamente distinta a la suya.
«Durante los últimos tres años, con la notable excepción de la moda, mi hija se ha desprendido lentamente de muchas cosas», recuerda, y afirma que las cosas duraderas simplemente parecen no ser tan atractivas como antes y ciertamente son mucho menos llamativas que asistir a espectáculos musicales o encontrar nuevos lugares por explorar.
Raudys reflexiona sobre la forma en que los jóvenes profesionales parecen haberse desapegado de las cosas y encuentra que ese mismo fenómeno ha transformado la manera en la que se deshacen de ellas llevando esta práctica a un terreno de intercambios y donaciones.
«Los minoristas ya saben sobre estos nuevos patrones e intentan adaptarse a ello. Los que tengan éxito van a prosperar, los que no pueden dirigirse a la unidad de cuidados intensivos», bromea.
2. Las marcas necesitan mejorar su relación con objetos inanimados
A muchos de nosotros jamás se nos hubiera ocurrido sumergirnos en un contenedor de basura para explorar lo que los estudiantes universitarios arrojan ahí todos los días; pero el profesor decidió hacerlo y notó que todavía hay una gran cantidad de desechos perjudiciales para el medio ambiente.
Entre todo ese mar de residuos Raudys encontró un cargador de computadora desechado por un cable roto y reflexionó sobre la forma en que la vida de este dispositivo quedó truncada posiblemente mucho antes de tiempo. «A las marcas les encanta hablar de su conexión emocional con las personas, pero ¿qué pasa de su relación con los objetos que producen y venden?», cuestiona.
El experto y su hija encontraron que en la actualidad, una vez que los productos son fabricados y vendidos, muchas empresas tienen una idea vaga o nula sobre lo que sucede en la etapa de post consumo, lo que en lugar de transformarse en retroalimentación y nuevas ideas para diseñar productos más duraderos, termina por convertirse en un gran desperdicio de material recuperable.
3. Cómo la realidad virtual cambiará la forma en que entendemos el mundo físico
Aunque Raudys admite que esta parece una predicción que podría lamentar en el futuro, asegura que el rápido desarrollo de esta tecnología es innegable.
Según cuenta, una vez que él y Sofija llegaron a Minneapolis, la familia tuvo la oportunidad de vivir una experiencia de realidad virtual durante un evento organizado por el Walker Art Center en colaboración con el Sundance Institute’s New Frontier Program y una organización de arte local.
«Salí de la experiencia con dos pensamientos que compiten: la realidad virtual puede destruir nuestra humanidad o salvarnos de nosotros mismos», asegura Raudys.
El profesor cuenta que si bien el documental The Click Effect lo llevó a pensar en la tremenda utilidad de esta tecnología para demostrar los efectos del cambio climático y la deforestación construyendo fuertes conexiones emocionales y estimulando un mayor sentido de propósito que lleve a un deseo más profundo de acción, mientras que el filme Sisters: A Mobile VR Ghost Story lo hizo darse cuenta de que también puedo utilizarse para explotar los temores más profundos de los seres humanos y sacar lo peor de cada uno de nosotros.
Esto, desde luego deja abierto el debate sobre si las nuevas tecnologías pueden ser responsables en sí mismas o sus efectos dependen en gran medida de la acción humana. Como un optimista, Raudys concluye con la confianza en las personas lo haremos bien, aunque afirma que mientras tanto sólo puede esperar que los fabricantes de lentes de realidad virtual establezcan un programa de devolución a fin de que los equipos actuales no terminen en los vertederos; después de todo, es probable que la nueva generación de consumidores así lo exija.