Cuando Guillermo Camarillo, residente de Chicago, acudió a un consultorio dental nunca imaginó que el dentista cuestionaría algo más que su higiene bucal. El estadounidense de ascendencia mexicana le comentó durante la consulta que estudiaría la licenciatura en la Universidad Stanford. El odontólogo expresó su sorpresa ante la noticia y concluyó que el joven hispano de bajos recursos había logrado entrar a tan prestigiosa universidad por pura suerte o por una injusta ventaja por su origen racial. Esto es lo que relata Camarillo, de 18 años, en una carta que le escribió al dentista ese mismo día. En ella también responde a sus comentarios, algo que no logró hacer durante la consulta. La carta publicada el 18 de julio en su cuenta de Facebook ha sido compartida más de 7.000 veces en una semana. Puedes leer una traducción al español al final del artículo.
“Cuando salí de la consulta estaba muy frustrado. Él no sabía quién era yo, no conocía mi historia y aun así decidió opinar. Estaba confundido y por eso escribí esas líneas”, cuenta a Verne en entrevista telefónica, quien se identifica en sus distintos perfiles en redes sociales como Guillermo Pomarillo. “Quería que otras personas que tal vez habían pasado por lo mismo lo leyeran y que vieran que valía la pena responder a ese tipo de comentarios”.
Camarillo relata que para lograr su admisión a Stanford tuvo que realizar un proceso que duró meses. Primero solicitó una beca de QuestBridge, institución que ayuda a jóvenes de escasos recursos. Una vez que se la otorgaron comenzó el proceso de admisión para ocho universidades. Lo aceptaron en Stanford, su primera opción. De los estudiantes que solicitan admisión a Standford, solo el 4,7% es aceptado a la universidad cada año, según datos de su oficina de admisiones.
El dentista que atendió a Camarillo le comentó que su hija no había logrado entrar a esa universidad a pesar de que ella había obtenido un puntaje más alto que él en el examen de admisión. “Que esta persona me comparara con su hija fue lo que más me molestó», dice. «El puntaje del ACT (prueba estándar de admisión) de su hija fue superior al mío por pocos puntos, pero ella tiene más dinero y ventajas que yo. Para mí fue comparar un Honda contra un Ferrari, es absurdo”.
El propio Camarillo, creó a prinpipios de 2016 una campaña en GoFundMe en la que contaba su historia personal y solicitaba ayuda para pagar sus costes formativos. Solicitaba 1.200 dólares (1.090 euros) y recaudó 2.145 (1.947 euros).
En dos semanas, Camarillo viajará a California para estudiar una ingeniería—aún no sabe si en sistemas o biológica—y se convertirá en el primer integrante de su familia que asista a la universidad. “Mis padres son mexicanos y vinieron a Estados Unidos buscando un futuro mejor. Ellos solo cuentan con estudios de primaria y mi hermano mayor dejó la escuela para ayudarlos”, dice. “El ser aceptado en Stanford no solo es importante para mí, lo es para toda mi familia. Cuando les di la noticia les dije que debían estar orgullosos, porque son mexicanos, inmigrantes y tienen un hijo que gracias a su trabajo va a estudiar en una de las mejores universidades del mundo”.
Cuando concluya sus estudios, Camarillo planea apoyar a su familia y crear una fundación para ayudar a las comunidades latinas en Estados Unidos. “Quiero ayudar a mi gente y que juntos salgamos adelante. Muchas veces nos van a decir que somos incapaces de lograr nuestras metas y que venimos aquí a robar oportunidades, pero eso no es verdad. Nosotros vinimos aquí construir un futuro y para contribuir a la sociedad. Los latinos merecemos las mismas oportunidades que todos”, señala.
A continuación puedes leer la versión traducida de su carta
Querido dentista:
Hoy fui a su consultorio después de salir temprano del trabajo. Usted no lo sabe pero tuve que caminar casi dos kilómetros y medio para llegar a mi cita. Mi madre y mi padre no pudieron llevarme porque estaban ocupados trabajando. Pero para mí era imperativo hacer la limpieza de mis dientes antes de ir a la escuela. Por eso decidí caminar esa distancia. Entré a su consultorio esperando que las cosas transcurrieran rápidamente. Y así fue. Me llamaron y me sentaron en una silla en donde una mujer limpió mis dientes vigorosamente (lo que estuvo bien, realmente necesitaba una limpieza). Después, la mujer me preguntó si quería o necesitaba frenos. A manera de broma le dije que sí, pero que no podía pagarlos. Posteriormente me dijo que usted vendría y hablaría conmigo. Después usted se acercó y me preguntó si quería frenos. Le dije que el año pasado había intentado conseguirlos a través de un programa del gobierno, pero que la ayuda me había sido negada. Usted me preguntó si quería solicitar el apoyo otra vez (es importante mencionar que este proceso tarda semanas y a veces meses). Le dije que no tenía caso pues me iría a la universidad y que estaría lejos (no iba a poder asistir a las citas mensuales). Me miró perplejo. Le dije, “Iré a Stanford”. Su reacción inicial fue de sorpresa. Pero, ¿se sorprendió porque estaba ante un futuro estudiante de Stanford o se sorprendió porque tenía en su silla a un estudiante de escasos recursos perteneciente a una minoría que iba a estudiar en Stanford? Creo que fue la segunda opción.
Inmediatamente después comenzó a preguntarme cuál había sido mi puntaje en el ACT (American College Testing). Fue extraño porque ningún profesionista me había preguntado eso antes. Contesté con la verdad. Con su respuesta me quedó claro lo que estaba pensando. De manera sarcástica dijo: “¡Guau! ¿Obtuviste (x) puntos en tu ACT y entraste a Stanford?»
Estaba confundido, yo siempre creí que mi puntaje no era tan malo. Es decir, fui admitido en muchas otras escuelas además de Stanny. Después usted dijo, “Pues mi hija obtuvo 35 puntos y no logró entrar a Stanford. Ella irá a Umich (Universidad de Michigan)”. Pensé, “Guau, eso es genial, Umich es una buena escuela”. Pero no se detuvo ahí, continuó. Dijo, “Bueno cuando tienes chicos de vecindarios como este, ya sabes, Englewood (Chicago), es fácil para ellos entrar a Harvard o a Stanford con un puntaje de (X).”
Yo estaba confundido. ¿En realidad había dicho eso? Usted siguió: “Sabes, cuando los chicos van a escuelas por aquí (escuelas públicas en vecindarios de minorías étnicas) es más fácil para ellos entrar a escuelas como Stanford. Mi hija va a una escuela con 20 chicos que tienen puntajes de ACT perfectos”. Me quedé callado. Él continuó: “Eres muy afortunado. Considérate muy afortunado. Entrar en Stanford es como competir en La Voz, ¿sabes? como cuando los jueces te otorgan el Buzzer (botón que garantiza pase directo a la competencia)”. Espere ¿qué? ¿Me está diciendo que mi arduo trabajo durante estos 18 años es como ir a La Voz? ¿Me está diciendo que, por pura suerte, fui admitido no solo en Stanford , sino en escuelas como Princeton, Vanderbilt, Northwestern y WASHU (Universidad Washington en San Luis, Missouri) y estoy en las listas de espera de instituciones como Tufts, Penn y Columbia? (Esto no se lo dije, por cierto).
Decir que fui admitido en una escuela solo por mis antecedentes es ridículo. Claro que su hija iba a tener un puntaje más alto que el mío. Usted es un dentista que puede pagarle la escuela para ayudarla a alcanzar ese puntaje. Usted es un dentista preparado, con un título universitario y un grado de odontología. Mis padres, dos inmigrantes indocumentados que solo tienen una educación de escuela primaria, no tuvieron el dinero para pagarme escuelas privadas. Sí, puede que haya crecido en un vecindario que no tiene a muchos chicos que estudien en escuelas como Stanford. Eso no significa que las personas que vienen de donde yo vengo no tengan el potencial para tener éxito en Stanford. Merecemos ir a lugares como Stanford.
Me menospreció. Me etiquetó. Sí, mi nombre me delataba. Pero usted era un completo ignorante de mis luchas. Lo que no sabe es que yo crecí en una casa en donde solo se hablaba español. Tuve que aprender inglés por mi cuenta. Crecí en un hogar donde a veces no podíamos darnos el lujo de pagar el alquiler o no teníamos suficiente comida para toda la semana.
Crecí en un hogar en el que mis padres no tenían ni idea de lo que implicaba el proceso de admisión para una universidad. Crecí en un hogar donde la universidad parecía un sueño lejano. Crecí en un hogar en donde no solo seré el primero en asistir a la universidad, sino que voy a ser el primero en salir de mi casa. Su hija obtuvo algunos puntos más que yo. Si esos puntos significaran que ella es mejor que yo, entonces no está considerando muchas cosas. No está considerando que libré muchas más batallas que su hija. No está considerando que todas las probabilidades estaban en mi contra.
Pero se siente con el derecho de decir que tuve “suerte” y que “porque soy de donde soy” entré a Stanford. Lo que no sabe es que desde una edad muy temprana sobresalí en las aulas. Mi madre me cambiaba de escuelas cada vez que nos mudábamos a un nuevo y pequeño departamento. Pero sobresalí. Fui a una escuela secundaria de siete kilómetros de mi casa para poder ser mejor. Asistí a una de las mejores preparatorias de Chicago y fui aceptado por otras muy bien evaluadas. Así que si la pura suerte te lleva a las mejores escuelas del país, entonces algo malo está sucediendo en el proceso de admisión. Tal vez, solo tal vez, el panel de admisión no vio perseverancia o fuerza en su hija. Después de todo, su padre, un dentista, es capaz de ayudarla a alcanzar un puntaje como el que obtuvo a través de una ayuda financiera o incluso a través de clases particulares. Tal vez, solo tal vez, el panel de admisión vio más allá del puntaje cuando vio mi perfil. Eso no quiere decir que yo sea mejor que su hija. Significa que tengo la fuerza, la determinación y la perseverancia para tener éxito en un lugar como Stanford. ¿Podría ser que el panel de admisiones no vio eso en su hija? Porque créame, escuelas como Stanford evalúan todo, no solo puntajes.
Fuente: Verne
Excelente respuesta