Se comportan de forma autómata; se limitan a realizar sus tareas sin profundizar demasiado en ellas; se creen seguros en sus puestos y perjudican la productividad del equipo. Así son los ‘working dead’.
Sabes perfectamente quiénes son, cómo se comportan y qué daño le hacen al equipo. Lo sabes porque, seguramente más de una vez, has tenido que trabajar con alguno de ellos. Hablan como los demás, deambulan por los pasillos de la oficina y charlan en la máquina de café. Muchas veces se quejan de lo ocupados que están, y otras tantas se entretienen destripando a algún compañero. Son aquellos que están pendientes del smartphone y se pasan la mayor parte del día con el ceño fruncido, como si estuvieran muy concentrados en algo. Son los zombis profesionales, una especie que, aún hoy día, se deja ver por la sabana laboral. ¿Cómo tratarlos para que su desidia no afecte a tu productividad?
No voy a engañarte. Driblar a estos personajes no es nada sencillo. Saben disfrazar muy bien su ineficacia y su falta de ganas. Además, los más evolucionados han conseguido ganarse la confianza del jefe y se pegan a él como sanguijuelas haciendo, en muchas ocasiones, el trabajo sucio del que el líder no se quiere responsabilizar. «Tienen una influencia devastadora, porque su manifestación es sutil, con lo que no se activan adecuadamente las respuestas organizativas. Pero su impacto es poderoso, porque van a la base del comportamiento: crean un modelo a seguir», advierte Esteban Vicente Cruz, profesor de grados y posgrados de Deusto Business School.
Según José Manuel Casado, socio fundador de 2C Consulting, en la mayoría de los casos estos zombis «tienen vidas aburridas y sus capacidades profesionales están prácticamente truncadas». Ya no les motiva ni la nómina, pero no pueden permitirse el lujo de quedarse sin trabajo, por lo que «aparentan estar siempre muy ocupados», desvela Casado. Y sus compañeros poco pueden hacer para evitar que campen a sus anchas.
Este tipo de personajes tóxicos proliferan en empresas que no cuentan con sistemas eficaces de evaluación y desempeño, y en las que los jefes de equipo apenas se fijan en sus colaboradores. Y es que, para entender una plantilla infectada por algún zombi hay que analizar la labor del responsable. «Muchas veces el jefe es el gran zombi, alguien que ya no tiene interés por su trabajo y menos aún por el de sus empleados», avisa Ceferí Soler, profesor del departamento de dirección de personas de Esade. Una actitud que a la compañía le cuesta mucho dinero.
A esta falta de estudio de los miembros de la plantilla se une la subjetividad con la que muchos jefes premian o penalizan a sus trabajadores. Una fórmula con la que los zombis salen ganando, pues la mayoría de ellos se camuflan de la mirada inquisidora del responsable «deformando la realidad y diciendo las cosas cuando les conviene», explica Soler. Esto no pasa, sin embargo, «en entornos en los que hay exigencias en los resultados», dice Casado. Por eso mismo, y en esto coinciden todos los expertos consultados, los working dead son bastante habituales en la administración pública, «pues a mayor seguridad en el trabajo menor es la ilusión por el mismo», defiende Soler. Y no lo dice tanto a modo de crítica, sino como una reflexión que podría aplicarse a casi cualquier aspecto de la vida de una persona.
Supervivientes
Dejando a un lado un tema tan espinoso como el de los funcionarios, qué pasa en la empresa privada para que estos personajes sobrevivan a ERE y despidos colectivos, cierres de empresas y reorganizaciones en ciertos sectores… La respuesta es clara: «Son maestros de la supervivencia. Pasan desapercibidos, por lo que la dirección tiende a actuar o intervenir con quienes concentran la atención en el trabajo, en un sentido o en otro. Su comportamiento es tóxico pero no conflictivo, suelen quedarse en un segundo plano. No se meten en problemas, pero sí pueden instigarlos, por lo que su impacto es más profundo y a largo plazo provocan tensiones que la dirección debe hacer frente», analiza Esteban Vicente Cruz.
Estos zombis se conocen a la perfección y saben cuáles son sus virtudes y, sobre todo, en qué pecan. De ahí que, en ocasiones, no duden en ponerle la zancadilla a algún compañero más motivado o trabajador. En el fondo no lo hacen por envidia, sino para evitar que se desvele su estrategia. «Fíjate que casi siempre cuando en un equipo hay alguien muy productivo, el jefe suele sobrecargarle porque sabe que podrá con todas las tareas que se le encarguen. Y, en el momento en el que haya que prescindir de alguien un buen responsable no echará al trabajador y sí al zombi. A no ser que éste último esté tan bien relacionado que sea improbable su despido. Habrá hecho un buen trabajo de trastienda», lamenta Casado.
Los zombis no son buenos en su trabajo. Ya no les motiva, si es que alguna vez les ilusionó. Pero son simpáticos, empáticos, se llevan bien con el jefe y no son conflictivos. Cuidado…
Seis tipos de autómatas profesionales
Zombi de una hora menos: Termina y desconecta una hora antes que los demás. Se entretiene charlando u ordenando papeles y lanza un mensaje claro: «si mi conducta es aceptada, ¿por qué no me imitas?»
Zombi cotilla: Le gusta el drama, los trapos sucios y el chismorreo.
Ego Zombi: Tiene que sentirse el centro de atención, ser visible, habla alto o hace lo que sea para llamar la atención.
Zombi agorero: Nada está bien ni nada mejorará. Se queja y cuestiona todo y por todo. Transmite negatividad.
Zombi sobrado de tiempo: Llega tarde, se va pronto y las pausas pueden ser interminables.
Zombi cero: No carece de talento, pero no tiene un plan. Es irregular e inconstante.
¿Qué personaje es el más tóxico?
Difícil cuestión… Los hay quejicas, fósiles que deciden conformarse con lo que les ha tocado, trepas que sólo buscan una promoción sin merecerla, etcétera. Y, en mayor o menor medida, todos tenemos que convivir con alguno de ellos. De todos es sabido que un personaje tóxico es aquel que crea mal ambiente, que divide al equipo, habla a las espaldas de sus compañeros, les critica,le cuenta chismes al jefe, etcétera. Pero lo importante es saber identificarlos y actuar en consecuencia.
Lo peor es dejar que ellos ganen, que te saquen de quicio y afecten a tu trabajo. Lo ideal es funcionar lo mejor que puedas, demostrar que vales para el puesto y evitar relacionarte con el personaje en cuestión.
Es complicado y muchas veces caerás en sus insinuaciones. Pero hasta que el jefe no actúe de manera personalizada y realice de verdad evaluaciones de desempeño marcando de forma
clara los objetivos a cada uno de los miembros del equipo estarás solo ante ese compañero. Y deberás plantarle cara de la mejor forma posible:Trabajando. No intentes neutralizando yendo con el cuento al jefe, porque en muchas ocasiones el líder está bajo los influjos de este empleado tóxico. Aparentar que hacen algo y quedar bien es una tarea bastante difícil… Pero ellos lo consiguen.
Fuente: El Economista