En pleno bosque de la Amazonía sur del Perú hay una carretera de 33 kilómetros que separa dos de las zonas más biodiversas y sensibles del mundo: el Parque Nacional del Manu y la Reserva Comunal Amarakaeri. Esta vía se ha convertido en una nueva ruta para el tráfico de combustible y el avance de madereros y mineros ilegales hacia los últimos bosques primarios de la región Madre de Dios. Un equipo de ojo-publico.com recorrió la zona y presenta la historia de este inminente desastre ambiental en una investigación que incluye reportajes, videos, fotos y mapas interactivos, republicados en la plataforma de periodismo latinoamericano CONNECTAS.
La ilegal carretera es promovida por el propio gobernador de la región Madre de Dios, Luis Otsuka, quien ha sido denunciado por deforestación en el área de amortiguamiento de ambas áreas naturales protegidas. Pese a ello, la vía fue ampliada este año de 12 a 33 kilómetros y no hay ningún control policial ni fiscal en la ruta, como se puede consultar en el reportaje.
El hallazgo de la vía ocurrió en enero de este año durante la inspección de un fiscal de la zona y no había sido revelado hasta ahora. La construcción, efectuada de forma artesanal, no contó con ningún tipo de permisos.
Según un estudio de la ONG Conservación Amazónica y la Amazon Conservation Association, su apertura ha causado la pérdida de 32 hectáreas de árboles y vegetación, el equivalente a 44 campos de fútbol. Y la proyección es que, si continúa avanzando hasta el centro poblado minero de Boca Colorado, al 2040 se habrá perdido 43 mil hectáreas de bosques, lo que equivale una extensión igual a las líneas de Nazca, el famoso monumento arqueológico en el desierto de la costa central del Perú. Dicha ampliación implicaría además quedar a 5 kilómetros la Reserva Territorial Madre de Dios, donde viven los indígenas mashco piro, que son una de las etnias en aislamiento voluntario más grandes del Perú.
El avance de las actividades extractivas ilegales, estimulado con la ampliación de la carretera, amenaza directamente a diez comunidades nativas que administran la Reserva Comunal Amarakaeri. Estos pueblos lucharon durante décadas por la defensa de sus últimos bosques, pero ahora están divididos: unos están a favor y otros en contra de explotar su territorio en competencia con los extractores de oro. La carretera está siendo utilizada de forma imparable para la extracción de cientos de metros cúbicos de madera.
La Reserva Comunal de Amarakaeri representa el último refugio de indígenas de distintas etnias que escaparon de la explotación de los caucheros y de la fiebre del oro que arrasaron sus tierras, décadas atrás, a lo largo del siglo XX. Sin embargo, hoy este territorio está acorralado además por taladores de madera e invadido por una trasnacional estadounidense, Hunt Oil, que obtuvo del Estado una concesión equivalente a un tercio del área de la reserva.
El problema implica además una amenaza al hábitat de más de 700 especies reportadas en esta reserva, entre plantas, insectos, mamíferos, anfibios, aves, reptiles y peces, según el registro publicado por el Instituto de Biología de la Conservación del Instituto Smithsoniano en el 2015. Uno de los animales emblemáticos de estos bosques es el oso de anteojos (Tremarctos ornatus), una especie única en América Latina que está en peligro de extinción. Aquí se pueden consultar los impactos de esta megaobra hecha de manera ilegal, que por ahora sólo tiene a un fiscal, 12 guardabosques y un drone para buscar poner freno a este anunciado desastre ambiental
Fuente: Aristegui