Por Iliana Molina
Una sociedad no vive sin utopías, es decir, sin un sueño de dignidad, de respeto a la vida y de convivencia pacífica entre las personas y pueblos. Si no tenemos utopías nos empantanamos en los intereses individuales y grupales y perdemos el sentido del bien vivir en común.
Leonardo Boff
Uno de los proyectos más integrales, inspiradores y humanos que conozco tiene lugar en la región de la Selva Norte del Estado de Chiapas. El programa del que forma parte y forma parte lleva por nombre “Medios de Subsistencia y economía tseltal” y constituye una apuesta por impulsar procesos productivos sostenibles basados en el triple resultado (social, ambiental y económico) que brinden a los pequeños productores de café y sus familias las herramientas necesarias para generar una actividad económica rentable y digna que contribuya a alcanzar el objetivo principal: la buena vida (lekil cuxlejalil, en tseltal) a partir de un hogar sustentable y, con ello, la autonomía, la paz social y la armonía en la región.
A través de este proyecto, los grupos organizados en las comunidades indígenas de varios de los municipios con mayor índice de pobreza y marginación en México (Bachajón, Chilón, Sitalá y Yajalón, entre otros) tienen acceso y participación dentro de la cadena de valor gracias a la creación de tres empresas basadas en los principios de economía social: Tsumbal Xitalá (cooperativa de productores), Batsil Maya (fábrica de café) y Capeltic (cafetería) que cuenta ya con sucursales en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, en la Ibero Puebla, en el ITESO de Guadalajara, en Centro también el la CDMX. Todas estas empresas están integradas en Yomol A’tel, que significa “Juntos trabajamos, juntos caminamos, juntos soñamos”.
Los proyectos impulsados son participativos y consensuados con las comunidades, adaptados a sus modos de vida y potenciando los valores que caracterizan a sus habitantes, con lo que se pretende reforzar los aspectos culturales, sociopolíticos, económicos y ecológicos, dentro del marco de multiculturalidad.
A pesar de los grandes retos que este proyecto implica, los resultados obtenidos son alentadores: la incorporación a la cadena del valor del producto, donde se capacitan y acompañan a los productores para que éstos desarrollen sus habilidades técnicas y organizativas; el involucramiento de los miembros de las familias para participar en los distintos procesos, así como la certificación orgánica del café y de la miel.
Estos resultados han permitido el acceso al nicho de especialidades, con lo que se han ganado clientes a nivel nacional e internacional pero, sobre todo, con lo que poco a poco están construyendo el precio del café para ir ganando independencia ante los precios que se cotizan en bolsa y contribuir a una repartición de la riqueza más justa y al beneficio social a través de la rentabilidad, el precio justo y la cooperación.
Todo esto ha sido posible por medio de un novedoso modelo que equilibra el ritmo tseltal con el ritmo globalizado, alineando intereses y haciendo compromisos que permitan que los actores se involucren para lograr resultados sin poner en riesgo lo que es importante para cada quien. Acompañados de un equipo técnico y administrativo de jóvenes (y no tan jóvenes) profesionistas que decidieron apostar por el proyecto y hacer de esta causa su proyecto de vida, 230 productores y sus familias (unas 1,200 personas) construyen cotidianamente su empresa con el corazón y con el sueño de una vida plena con justicia y dignidad.
Son muchas las lecciones aprendidas a través de este proyecto, pero la más importante es, en mi opinión, el equilibrio entre nociones y temas aparentemente opuestos. Así, es un proyecto que empodera a los productores, que se construye día con día y paso a paso, sin perder de vista las exigencias del mercado pero, sobre todo, encaminando todos los esfuerzos a alcanzar un sueño: el bien vivir en común.
Una empresa de este tipo rompe con todos los paradigmas pero también hace uso de lo mejor de cada quien para lograr ser una empresa solida, sostenible y sustentable, que trabaja con procesos eficientes, con una visión de proceso continuo y con altos criterios de calidad.
Representa una alternativa a los modelos anteriores con los que se venía trabajando en la región pero sobre todo comprueba que el trabajo duro, la creatividad, el compromiso, la ilusión, la esperanza, la perseverancia, y la colaboración son la inspiración y el ejemplo para apostar por proyectos que generan cambios verdaderos.
Queda mucho camino por recorrer y retos que afrontar. Pero en la vorágine cotidiana y ante el contexto en que vivimos actualmente siempre es bueno hacer una pausa y reflexionar sobre casos como éste y, por qué no, hacerlo disfrutando una buena taza de café.
Iliana Molina
Iliana Molina es Socióloga por la Sorbona de París y tiene un Máster en Economía Social por la Universidad de Mondragón, en España. Cuenta con más de diez años de experiencia en desarrollo social e inclusión económica en los sectores público, social y académico. Actualmente, colabora con la FAO como Especialista en Comercialización con Pequeños Productores en condiciones de Pobreza.