Los espacios vacíos en París tienen hoy vocación para albergar una huerta vecinal. Aunque el objetivo es acercar a vecinos y mejorar su entorno, el programa también busca contribuir a que la capital francesa sea una de las ciudades europeas más amistosas con el medio ambiente.
Las áreas verdes compartidas de París han registrado un crecimiento exponencial en los últimos dos años, impulsada por la crisis económica que ha llevado a los parisinos a producir vegetales para ahorrar.
Hoy, en 30 metros de largo hay 50 parcelas individuales o colectivas cuidadas por 100 vecinos, y la lista de espera para participar en el proyecto cuenta con 30 nombres, comentó Nicolas, presidente de la asociación Vert-Tige.
«La gente quiere producir sus propias hortalizas. Hay una voluntad de comer más sano y es una cuestión económica», añadió. El programa también incorpora proyectos culturales y de integración social para minusválidos, desempleados o indigentes.
Las huertas vecinales funcionan gracias a la cooperación entre Gobierno y ciudadanos. La municipalidad financia el acondicionamiento del terreno, instalación del agua y proporciona la tierra de cultivo y material de jardinería.
Los usuarios deben pagar dos euros al año para cubrir el costo del agua empleada para regar las hortalizas. En las parcelas colectivas, las decisiones sobre qué cultivar se toman por votación: las opciones incluyen diversos vegetales, frutas e incluso vides. Los encargados se comprometen a no usar abonos químicos.
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