Por: Leticia Gasca Serrano
Ahí estaba. Sentada en el piso veintitantos de un corporativo internacional, lista para la última entrevista que definiría mi ingreso a las filas del área de “Responsabilidad Social y Comunicación” (desde el nombre debí suponer que algo estaba mal) de la firma, cuyo nombre no mencionaré porque en realidad, podría ser casi cualquier gran empresa mexicana. ¿Una pista? Sus oficinas están sobre Paseo de la Reforma.
En fin, la persona encargada del área trató de introducirme a las tareas que realizan. Todo iba bien hasta que comenzó a describir su iniciativa sustentable más importante… dijo algo así:
“La verdad, es que no queremos gastar (¿gastar?) mucho (¿mucho?) en responsabilidad social, así que nuestra práctica estrella es reforestar (¿reforestar?), porque el gobierno nos regala los árboles y los empleados tienen que ir a plantarlos. Así no gastamos nada y atraemos la atención de los medios de comunicación”.
Después de escuchar eso hice dos cosas: respiré profundo para no reír o llorar y tomé la decisión de que no tenía sentido trabajar en el departamento de responsabilidad social de una empresa millonaria si no están dispuestos a invertir y a hacer las cosas bien.
Ese fue el día en el que me desenamoré de las iniciativas empresariales enfocadas al plantado de árboles. Y la verdad, es que no tengo nada en contra de plantar árboles siempre y cuando se les dé el adecuado mantenimiento para garantizar su supervivencia; de hecho, he participado en varias jornadas de reforestación y quienes mejor me conocen saben que prefiero admirar un árbol que una flor.
Tampoco estoy en contra de que las empresas tengan iniciativas de éste tipo, lo triste, es que éste sea su principal proyecto ya que consideran a la RSE un gasto.
Estoy convencida de que si cualquier organización quiere hacer algo a favor de la sociedad o el medio ambiente debe hacerlo bien, en caso contrario, seguro será contraproducente.
Por ejemplo, hace años se realizó en Estados Unidos una gran campaña para enviar ropa de segunda mano a África, ¿cuál fue el resultado? Muchas marcas de ropa locales desaparecieron y otras más estuvieron a punto de morir, con la consiguiente pérdida de empleos. Es decir, hay que hacer el bien y hacerlo bien.
Y si una empresa desea hacer el bien, primero debe ser responsable con su propia operación, cuidar a sus empleados y trabajar con su cadena de valor. Ahora que si desean hacer algo más, lo recomendable es trabajar de la mano con expertos u organizaciones especializadas.
Aunque si lo prefieren, pueden perpetuar el pensamiento errado de que plantar árboles sin alguna estrategia adicional es lo máximo y asumir el riesgo de que sus consumidores descubran la farsa.
Leticia Gasca Serrano
Es coeditora de Responsabilidad Social en el periódico El Economista y socia fundadora de Reinventemos, A.C. Fue Delegada Juvenil de México en la ONU durante el 62 periodo de sesiones de la Asamblea General de dicho organismo.
Gracias a su labor de difusión en temas de responsabilidad social y sustentabilidad obtuvo el tercer lugar en el concurso latinoamericano de ensayo periodístico BIDAmérica, promovido por el Banco Interamericano de Desarrollo. Por su trayectoria fue reconocida con el Premio Nacional de la Juventud en la categoría de Mérito Cívico.
Qué buena decisión y qué buen comentario.
Hace poco leí un artículo que decía «el desarrollo toma tiempo…», pero no solo el desarrollo, cualquier iniciativa que pretenda un cambio toma tiempo. Una empresa no puede ir, sembrar los árboles (o cualquier acción) y luego simplemente marcharse. Por respeto a los árboles y a las personas que los sembraron, deben darle el seguimiento correspondiente.
Desgraciadamente el término RSE es moda y muchas empresas con tal de figurar en el tema, «gastan» y se van.
Pasa en México, acá en Costa Rica….y probablemente en la mayoría de países.