Difícil acostumbrarse pero, desde hace un tiempo, el mundo parece haberse puesto al revés. El último ejemplo lo dio Rusia, cuyo Parlamento, incitado por la Iglesia Ortodoxa, acaba de despenalizar la violencia familiar -sobre todo contra hijos y mujeres- para «preservar los valores tradicionales».
La llaman «la ley de las bofetadas». Y quien la promovió en la Duma (el Parlamento ruso) fue una mujer: Yelena Mizulina, nueva estrella de la escena política rusa, diputada ultraconservadora y presidenta del Comité por la Familia y los Asuntos Femeninos.
La bella Mizulina es conocida por impulsar «la preservación de los principios familiares» e incitar a los rusos a «alejarse de los valores occidentales», como «la homosexualidad, el aborto y el divorcio».
«Nadie quiere que se detenga a alguien durante dos años y quede etiquetado como criminal por el resto de su vida por una simple cachetada», argumentó en el debate.
Sus razonamientos dieron en el blanco: en una cámara que cuenta con 57 mujeres, 385 diputados votaron a favor y sólo dos en contra. Y si bien quedan aún dos etapas administrativas, el resultado de esta lectura asegura que el texto terminará sobre el escritorio de Vladimir Putin para su ratificación.
En Rusia, 36.000 mujeres por día son víctimas de violencia conyugal, 26.000 chicos son agredidos por sus padres y el 40% de los crímenes graves se da en el marco familiar.
La futura ley despenalizará la violencia en el seno de la familia -incluidos hijos y cónyuges- en la medida en que no hayan provocado lesiones graves ni haya habido otras agresiones precedentes. El texto prevé sólo una multa de 500 dólares o 15 días de cárcel, mientras que la legislación actual criminaliza ese tipo de violencia e inflige hasta dos años de prisión a los culpables.
La Duma incluso rechazó una propuesta de los diputados comunistas, que proponían no despenalizar las agresiones contra los chicos o las embarazadas. El Kremlin, interesado en mantener buenas relaciones con el patriarca Cirilo, apoya el texto sin restricciones.
«Calificar de violencia doméstica ciertos gestos dentro de la familia es dramatizar desde el punto de vista jurídico. Eso no está bien», explicó Dimitri Peskov, vocero de Putin. Más terminante fue el propio presidente, que había dicho que «es peor» ir muy lejos en la prohibición: «Termina por destruir la familia».
Pero la nueva legislación no sólo es defendida por los sectores más conservadores, sino -sobre todo- por la Iglesia Ortodoxa rusa, que, desde la llegada de Putin ha incrementado su influencia en la sociedad. El año pasado sus representantes emitieron un comunicado afirmando que el castigo físico es una tradición rusa y que, en consecuencia, debe ser protegido como «un derecho esencial otorgado a los padres por Dios».
«No hay dudas de que los niños deben ser defendidos contra actos verdaderamente criminales», afirmó la Iglesia Ortodoxa. «Pero no se puede comparar ese tipo de agresiones con el uso racional y moderado del castigo por parte de padres que aman a sus hijos», sentenció.
Para los defensores de los derechos humanos, la nueva ley echa por tierra todos los progresos en materia de violencia doméstica.
«Las consecuencias son claras: la situación de la mujer se degrada en Rusia. Y si en algún momento pudieron sentirse protegidas, eso se terminó», afirmó Anna Kirey, de la ONG Amnistía Internacional. «Los autores de esa ley traicionan a las víctimas y dan de facto un salvoconducto a sus agresores», agregó.
Según el Centro Nacional contra la Violencia Familiar, desde 1995, una mujer muere cada 63 minutos víctima de violencia doméstica en ese país. Pero el número podría aumentar rápidamente a partir de ahora, cuando golpear cueste apenas 500 dólares.
Fuente: LaNación