Grupo Lala prefiere no responder al reciente episodio de clausura de su planta en Irapuato, Guanajuato; no aclara qué pasó ni comparte su postura al respecto. Es válido, pero no es socialmente responsable como dice ser.
Responsabilidad social es “la responsabilidad de una organización ante los impactos que ocasiona en la sociedad y el medio ambiente, mediante un comportamiento transparente que considere las expectativas de las partes interesadas (consumidores, comunidad, autoridades, inversionistas, etc.) y cumpla con la legislación aplicable”. Así lo establece la ISO 26000, una guía en responsabilidad social para empresas de todo el mundo.
Nada de eso describe la actitud de la empresa Lala. El 5 de junio pasado, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) informó la clausura de su planta en Irapuato por descargar casi 23 mil toneladas de sustancias contaminantes al Río Temascatío.
Esa misma tarde, la empresa colocó un breve comunicado en su página de internet y desde entonces no ha dicho nada más. Expoknews buscó a Lala para conocer su posición, pero prefirió no hacer comentarios al respecto.
Lo que tenemos es el parco comunicado contra la información de Profepa, lo que ha ocasionado cierta confusión que la empresa debería ser la primera interesada en aclarar.
“Esta dependencia federal –informaba la Profepa el 5 de junio– constató que en los últimos cinco años dicha industria (es decir, la planta de Lala) rebasó en 216 ocasiones el límite de descargas autorizadas de Coliformes Fecales; la Demanda Bioquímica de Oxígeno; Fósforo Total, Grasas y Aceites; Materia Flotante; Nitrógeno Total; Plomo; Sólidos Sedimentables; y Sólidos Suspendidos Totales”.
Sí, así es, en los últimos cinco años un total de 216 incumplimientos. Esto significa una descarga sobre la norma cada ocho días, en promedio.
¿Y cómo respondió Lala a esto? De la siguiente manera:
“Uno de los pilares de la operación de Grupo Lala es la sustentabilidad”, así inicia el comunicado que colgó en su página web y que no ha cambiado ni actualizado desde entonces.
Lala, pues, asegura fundamentar su operación en la sustentabilidad, pero en realidad incumple la normatividad ambiental cada semana. El dicho contra el hecho.
En su comunicación, Lala también aseguraba que “el Complejo Industrial de Irapuato continúa operando normalmente”, lo que suscitó críticas e indignación entre usuarios de redes sociales.
LALA informa situación de Planta Irapuato pic.twitter.com/ERyyjenDty
— Grupo LALA (@SomosLALA) 6 de junio de 2017
¿Clausuraron la planta industrial o sólo la planta de tratamiento de agua residual? ¿Cómo reparará Lala el daño ambiental ocasionado? ¿Cuánto pagará de multa por los incumplimientos? ¿Cómo ha afectado todo esto la actividad laboral de los empleados en la planta? ¿Qué impacto ha tenido para la productividad de la empresa?
Nada quiso responder la empresa.
Encontramos una sola reacción de la empresa luego del episodio, en la que decían que utilizarían 46 millones de pesos para reparar la planta contaminante de Guanajuato, publicada en el portal Forbes México el 8 de junio pasado y firmada por Arturo Solís.
Quisimos saber además de esa inversión qué más haría la empresa, y lo único que respondió Lala a través de la agencia Zimat es que desconocían de dónde había surgido la información de esa inversión.
O sea que ni cómo ayudarlos, ¿no?
Incumplimiento anunciado
Los que saben de responsabilidad social aseguran que ésta no es lo mismo que cumplir con la ley, pero también entienden que acatarla es condición indispensable de una empresa socialmente responsable.
Es decir, ¿una empresa puede ser socialmente responsable cuando incumple la ley de manera reiterada? La respuesta es obvia.
En octubre de 2014 y con una inversión de 60 millones de pesos, Lala comenzó a construir una segunda planta de tratamiento de aguas residuales en su complejo industrial de Irapuato, como parte de las medidas dictadas por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) para mejorar sus procesos de descarga contaminante al Río Temascatío.
De acuerdo con la información reportada en diarios locales se preveía que esa segunda planta tratadora estuviera funcionando en octubre de 2015, pero cinco meses antes Profepa informaba de retrasos en la construcción e incumplimientos de los compromisos ambientales adquiridos por parte de Lala.
En el comunicado BP/363-15 fechado el 24 de mayo de 2015, Profepa daba un nuevo ultimátum a Lala para que durante el último trimestre de ese año diera “debido cumplimiento a la normativa ambiental” y refería que “dicha empresa contribuye con el mayor porcentaje de descargas de residuos lácteos al Río Temascatío, que desemboca en el Río Lerma”.
Es claro que algo no salió como lo planeaba la empresa y demandaba Profepa, pues el incumplimiento continuó y se suscitó la clausura de hace tres semanas.
No se trata de no equivocarse ni tener errores. Ninguna empresa, por socialmente responsable que sea, está exenta de ello. Aquí sin embargo se trata de un incumplimiento sostenido, cuya corrección se posterga y sobre el cual no se está respondiendo ante consumidores ni comunidad.
Falta congruencia
Los marcos que actualmente ayudan a distinguir a las empresas socialmente responsables, como el Pacto Mundial o el Distintivo Empresa Socialmente Responsable (ESR), destacan la importancia de responder y ser transparentes ante consumidores y comunidad. También establecen la necesidad de que las empresas cuiden el medio ambiente y mitiguen su impacto al planeta.
Con ello, Grupo Lala ha recibido durante 13 años consecutivos el Distintivo ESR, de acuerdo con el listado que difunde el Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi). Aparece también en la plataforma pública de participantes del Pacto Mundial de Naciones Unidas, con fecha de ingreso en 2006, es decir, hace más de 10 años.
Ambos casos abarcan el lapso de tiempo (2012 a 2016) que Lala ha estado sobrecontaminando el Río Temascatío en Guanajuato, a decir de Profepa.
¿Deben estos marcos endurecer sus criterios ante casos como este? ¿Pronunciarse al respecto? ¿Pierden credibilidad si no lo hacen?
Lo que está claro es que Lala no está siendo congruente con la responsabilidad social que enarbola y eso, lejos de fortalecer, merma los esfuerzos por tener empresas más abiertas al diálogo, más responsables con la comunidad y con mayor ciudadanía corporativa.
Lala debería saber que, mínimamente, las empresas socialmente responsables responden por sus impactos ante la sociedad. Y cuando una empresa dice serlo, hay que exigirle congruencia entre el dicho y hecho.
NO es solo el caso de LALA, que es visible en terminos de impacto ambiental, son muchas las empresas que ostentan el distintivo ESR de CEMEFI y no son responsables ante sus partes interesadas por sus impactos, ¿con qué cara irá LALA a recibir el Distintivo el próximo año ?, ¿si pagan se lo otorgan?, ¿será por fin congruente el CEMEFI y le negará la participación a una empresa que a todas luces carece de la mas mínima responsabilidad ante la sociedad?