Ser una Empresa Socialmente Responsable no es únicamente ser «bueno» con los demás o realizar actos que hagan que la empresa destaque entre sus competidores.
Ciertamente la RSE y la filantropía corporativa no son sinónimos, pero de acuerdo con Mauricio Gonzalez Lara, , una compañía socialmente responsable no debe dejar de lado la filantropía.
En un sentido amplio, la RSE y la filantropía van de la mano. Este texto, escrito por él, es indispensable para entender cómo y por ello lo hemos reproducido a continuación.
Una compañía es socialmente responsable si destina parte de sus ingresos a la filantropía.
Por Mauricio Gonzalez Lara
Para Eje Central
Etimológicamente, la palabra filantropía se deriva de las raíces griegas filos (amor) y antropos (humanidad), por lo que el término significa amor por la humanidad. En su acepción amplia, un filántropo es una persona que ama a la humanidad y demuestra ese amor mediante una serie de actos concentrados en enaltecerla; en su significado moderno, la labor del filántropo se centra en actos consistentes en donaciones monetarias, en su rango más limitado o en la construcción de redes sociales, económicas y políticas encaminadas al altruismo, en su rango más amplio.
Si bien la opinión pública suele dejarse llevar por el ánimo apocalíptico, existe una alta conciencia filantrópica empresarial que opera hoy con más intensidad que nunca. Esto ha llevado a algunos estudiosos del tema a declarar que la humanidad ha entrado a “una era dorada de la filantropía”. Los esfuerzos, sin embargo, lucen menores, casi pírricos, al contrastarlos con los retos que afrontamos durante esta segunda década del siglo XXI (escasez de recursos, salud, cambio climático). ¿Basta con la filantropía? Por loables y significativas que sean, las acciones filantrópicas son actividades enfocadas a una causa específica que tiende a ser olvidada una vez que se deja atrás una coyuntura específica.
La filantropía es una obra de naturaleza individual; una labor más identificada con la grandeza y la magnanimidad de la persona (del empresario o incluso del ciudadano común que desea ayudar) que con una política institucionalizada de la organización (empresa). A veces se considera la misión individual de los filántropos como una política institucional de sus emporios, cuando en la práctica son donaciones realizadas a título personal o mediante una fundación que opera de manera independiente. Peor aún, incluso cuando los emporios emprenden acciones filantrópicas, motivados por la misión individual de sus directivos (muchas veces originadas por una tragedia personal, como la pérdida de un ser querido, sea por enfermedad o un siniestro), no existe seguridad alguna de que una vez que se dé el relevo generacional la dirección entrante continúe el ejercicio filantrópico o, si lo hace, que escoja otra causa y la ayuda degenere en una contribución cosmética e ineficiente.
De ahí la importancia de institucionalizar una cultura de gestión que no se constriña a la filantropía y vincule a la organización de una manera activa, según sus posibilidades, con el desarrollo de la comunidad, el país y el planeta.
Ya desde la época precristiana, Aristóteles advertía sobre los límites de la filantropía en sus tratados de ética: “Dar dinero es fácil, una actividad sencilla que cualquier hombre puede llevar a cabo; pero decidir a quién dárselo; qué cantidad dar, para qué propósito y cómo hacerlo, eso ya no es fácil y no está dentro de la esfera de capacidades de cualquier hombre”.
La mayoría de las firmas aún piensa que la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) se limita a donar dinero para una fundación, conseguir el distintivo del Centro Mexicano de Filantropía (Cemefi), obtener el visto bueno de Great Place to Work, ahorrar energía o aparecer con un cheque en el Teletón. Todas estas acciones, por encomiables que sean, no significan nada mientras las instituciones no asuman que la RSE debe ser parte integral de su esquema de toma de decisiones. La única manera de garantizarlo es interiorizándola como lo que es: una cultura de gestión orientada a conectar directamente a la organización con el bienestar de sus miembros, el respeto al medio ambiente, una relación respetuosa y productiva con su comunidad, y ética en la toma de decisiones. Las empresas mexicanas necesitan menos filantropía y más RSE.