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Calentamiento

«Todo problema es nocivo al hombre cuando lo inmoviliza; a la inversa, todo problema es excelente cuando forma parte de su marcha».
Eduardo Mallea

El hecho incontrovertible es que la temperatura de la atmósfera y de los océanos está aumentando. La mayor parte de los científicos encuentran una relación entre el uso de combustibles fósiles y este calentamiento.

De ser cierto el diagnóstico, en unas cuantas décadas podría haber consecuencias muy importantes para el planeta, que incluirían inundaciones, como las que hemos visto en Tabasco, incrementos en el número e intensidad de los huracanes, sequías y extinción de especies enteras.

A pesar de que el diagnóstico ofrece una perspectiva realmente desastrosa, hasta ahora no ha sido posible lograr que los gobiernos del mundo tomen medidas en serio para disminuir la emisión de gases contaminantes. Parte del problema es que nadie quiere tomar medidas sencillas y de aplicación general que resuelvan el problema.

La acción más lógica sería crear un impuesto global a los combustibles fósiles, pero ningún gobierno la quiere aceptar. En lugar de eso han buscado esquemas complejos de intercambios de créditos de carbono que permiten la contaminación en ciertos casos, actividades o países pero no en otros. Un sistema de esta naturaleza nunca funcionará.

Los gobernantes están más interesados en presentarse ante los votantes como ecologistas que en tomar medidas que ataquen el problema. Barack Obama, el presidente de los Estados Unidos, cuyo Premio Nobel de la paz se le dio, entre otras razones, por sus esfuerzos por combatir el calentamiento global, pronuncia discursos políticamente correctos, pero mantiene uno de los impuestos más bajos del mundo a las gasolinas.

Los gobernantes de la Unión Europea se enorgullecen de su ecologismo, pero preservan subsidios enormes a una producción agrícola altamente contaminante.

El presidente Felipe Calderón de México aparentemente presentará en Copenhague 140 acciones para disminuir la contaminación. Quiere reducir las emisiones de 648 millones de toneladas en cuando menos 50 millones cada año.

Pero al mismo tiempo mantiene un subsidio a la gasolina que hace que el consumo de este combustible se mantenga en niveles muy altos, si consideramos el nivel de desarrollo de nuestro país. A pesar de que este año la economía mexicana está cayendo en 8 por ciento, el consumo de gasolina sólo se ha reducido entre 2 y 3 por ciento, según la Secretaría del Medio Ambiente.

El Protocolo de Kioto de 1997 resultó un fracaso porque estableció un complejo sistema de reducción de contaminantes que no tenía posibilidades de funcionar. El mismo riesgo se corre ahora. Entre más complicado es el sistema, entre más excepciones se establecen para favorecer a ciertos países o industrias, más se estarán ofreciendo promesas en Copenhague lugar de un programa de reducción de contaminantes.

A nadie le gusta pagar impuestos y nunca ha habido un impuesto que se aplique de manera global. Pero la única esperanza que tenemos de reducir las emisiones de contaminantes es a través de un impuesto sencillo y sin excepciones a los combustibles contaminantes.

Esto no sólo disminuirá el consumo sino que promoverá de manera natural el desarrollo de energías alternativas. Cualquier otra opción, como los sistemas de cuotas e intercambios de créditos de carbono inventados en Kioto, no llevarán sino a que en 10 años nos preguntemos por qué Copenhague fracasó después de la experiencia de Kioto.

Reforma, “Jaque Mate”, Opinión, p. 14
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