Antonio Tamayo Neyra
Ir en búsqueda de una utopía o de un sueño, es para muchos el peor error que puede cometer un ser humano o una sociedad entera, es una pérdida de tiempo.
Sin embargo, para otros el ir en la búsqueda de esa misma utopía, le da la posibilidad de ser posible y por consiguiente alcanzable, aunque lograrla no sea fácil.
Todo lo anterior lo menciono por la reiterada percepción que hay sobre lo que implica y significa la responsabilidad social, la que es percibida por algunos como un sueño, un bello sueño sí, pero solamente un sueño que nunca será una realidad.
Si repasamos un poco la historia, está llena de casos y situaciones que en su momento fueron vistos como una utopía, algo que solamente puede darse en la imaginación; un ejemplo concreto es la esclavitud, todavía hace menos de dos siglos, en Estados Unidos se consideraba algo normal, a pesar que en otros países ya había sido abolida. Ahora en este siglo XXI está plena y prácticamente abolida; no solo desde el punto de vista legal sino también cultural, y aunque desafortunadamente todavía se práctica, se hace en forma clandestina y en zonas y lugares muy específicos.
De la misma forma puede estar sucediendo en la actualidad, así como en algún momento se percibió como algo anormal el que la gente trabajara solamente ocho horas al día y que tuviera días de descanso, lo mismo puede estar sucediendo cuando ahora hablamos de la responsabilidad social que tiene una empresa, una entidad que fue concebida sobre la marcha, que no fue ideada, diseñada o concebida de manera teórica, como fue pensada la sociedad y el gobierno por Carlos Marx en su obra El Capital.
La empresa como la vemos y se maneja en el mundo, seguramente fue creándose bajo una óptica mercantilista y con fines meramente económicos para quienes fueron considerados sus únicos dueños, los que aportan el capital. La sociedad como la concebimos y la manejamos ahora no existía; consideremos que la empresa como actualmente se entiende surge en plena revolución industrial, viendo la tecnología desde una visión económica que por lo tanto pretende incrementar la productividad, siendo ese su única razón de ser.
En función de lo anterior me atrevo a decir que la empresa es más bien un producto de dicha revolución industrial, como un instrumento como antes se mencionó también para incrementar la productividad, es decir, ganar más dinero. Y desde entonces el paradigma ha sido desarrollar la tecnología para ganar más dinero, siendo el ser humano y la sociedad en general, el medio o el instrumento para ganar más dinero.
Pero bien, todo lo antes dicho es pasado que nos guste o no está ahí y por ello no se puede cambiar. Sin embargo, nos sirve como lección para diseñar un futuro donde se cambie el paradigma y sea el ser humano el fin y no el medio.
Un futuro con mucha tecnología, pero más y mejor humano. Creo que este es el compromiso de las generaciones actuales que tienen una mejor y mayor conciencia del pasado y tienen en sus manos la posibilidad de crear un mejor mañana.
Seguiremos platicando ….
Antonio Rey Tamayo Neyra
Dedicado al periodismo de investigación desde 1987 especializado en temas socioeconómicos. Desde 1991 colabora en el periódico El Financiero como Coordinador Editorial y Redactor de Proyectos Especiales, además de colaborar en otros medios. Desde el 2002 involucrado en la Responsabilidad Social, escribiendo y realizando proyectos editoriales de este tema, y además documentando las actividades de las empresas (tipo caso) También es profesor de posgrado e imparte capacitación en relacionales laborales. Licenciado en Administración por el Instituto Tecnológico Autónomo de México; su preparación profesional posterior incluye un Diplomado en Responsabilidad Social en el Tecnológico de Monterrey, y un Curso del mismo tema en la Universidad Abierta de Cataluña. Actualmente estudia la Maestría en Sociedad de la Información y el Conocimiento en la Universidad Abierta de Cataluña.