Por: Leticia Gasca Serrano
Durante la última década, el término emprendedor social se ha convertido en una forma elegante de describir a individuos y organizaciones que, en sus intentos de cambio a gran escala, eliminan las fronteras tradicionales entre los fines de lucro y el sector sin fines de lucro.
Sin embargo, con ello se corre un riesgo: que la palabra “social” disminuya la percepción del valor de la contribución de los empresarios ordinarios, es decir, aquellos que desde hace cientos de años han creado miles de puestos de trabajo, mejoran la calidad de bienes y servicios disponibles para los consumidores y, finalmente, elevan el nivel de vida.
Por ejemplo, las historias entrelazadas de los negocios y la salud sugieren que todo emprendimiento es, de cierta forma, un emprendimiento social. La gente tiende a pensar que los avances en la atención de la salud son los logros del gobierno o el sector social. Sin embargo, la experiencia demuestra que los empresarios han hecho mucho por la salud de la población en el último siglo y medio
Por ejemplo, a mediados del siglo 19, la mayoría de la población de América Latina tenía ingresos bajos que destinaban casi en su totalidad a adquirir comida, ropa y vivienda. Debido a que no había refrigeración o la capacidad para el transporte de alimentos a larga distancia, la mayoría de personas subsistía con alimentos locales, que en el caso de zonas con climas extremos se traducía en una dieta pobre significaba la mala nutrición. La calidad de vida y la salud de la población en general han mejorado y uno de los principales factores que lo hicieron posible fue el aumento del consumo de productos de mayor calidad y mejores servicios.
De igual forma, la propagación de los ferrocarriles y de otras formas de transporte durante el siglo 19 permitió algo casi sin precedentes en la historia de la humanidad: la conquista del tiempo.
El mayor movimiento de personas y mercancías redujo la vulnerabilidad de la población (especialmente en las zonas rurales, aunque aún hay mucho por hacer) a las variaciones cíclicas. Incluso en el invierno, los consumidores podrían comprar alimentos desde lejos. Como resultado, el consumo de carne, productos lácteos, frutas y verduras aumentaron.
Otro caso de éxito que demuestra que (casi) todo emprendimiento es social son los teléfonos celulares, ya que pueden estimular el desarrollo de nuevos modelos de negocio, nuevas empresas, nuevas tecnologías, y, por tanto, el crecimiento económico. Varios estudios realizados en los últimos años han descubierto que un aumento de 10% en penetración de telefonía celular en países en desarrollo aumentaría la tasa de crecimiento anual per cápita del producto interno bruto (PIB) en casi 1 punto porcentual. Si consideramos lo anterior en un país que crece 2% anual, se duplicaría el ingreso per cápita en 36 años. Si su tasa de crecimiento se elevó a 3%, los ingresos se duplicarán en 24 años. En 4% por año, la riqueza por persona se duplicaría en sólo 18 años.
El efecto multiplicador económico de los teléfonos celulares es enorme.
Este crecimiento, a su vez, permite mejorar la salud y la nutrición por permitir que las personas consumen bienes y servicios mejores.
Como Muhammad Yunus, fundador del Banco Grameen y ganador el Premio Nobel de la Paz, dice: «los ingresos son la mejor medicina».
Leticia Gasca Serrano
Es analista de comunicación y relaciones públicas en New Ventures México. Además, es socia fundadora de la asociación civil Reinventemos.
Fue coordinadora de contenidos de la revista Gestión de Negocios, coeditora de Responsabilidad Social en el periódico El Economista y Delegada Juvenil de México en la ONU durante el 62 periodo de sesiones de la Asamblea General de dicho organismo.
Gracias a su labor de difusión en temas de responsabilidad social y sustentabilidad obtuvo el tercer lugar en el concurso latinoamericano de ensayo periodístico BIDAmérica, promovido por el Banco Interamericano de Desarrollo. Por su trayectoria fue reconocida con el Premio Nacional de la Juventud en la categoría de Mérito Cívico.