Bill y Melinda Gates reflexionan en su Carta Anual sobre el trabajo realizado al hilo del 20 aniversario de su fundación, defienden la filantropía como palanca de cambio y repasan los retos del mundo hoy en salud global, educación, igualdad y cambio climático
Hace 20 años, cuando creamos nuestra fundación, el mundo era, en muchos aspectos, muy diferente al de hoy en día. Esto fue antes del 11 de septiembre (11S), antes de la Gran Recesión y antes del surgimiento de las redes sociales.
En aquel entonces, como ahora, no faltaban causas dignas y había buenos argumentos para invertir en muchas de ellas. Sabíamos, desde hacía tiempo, que queríamos donar la mayor parte de la riqueza que generamos con Microsoft y ponerla al servicio de mejorar la vida de las personas. El desafío, por supuesto, era cómo hacerlo de una manera significativa y que tuviera un gran impacto.
Mientras reflexionábamos sobre cuáles serían nuestras prioridades filantrópicas, pasamos mucho tiempo reuniéndonos con expertos y revisando informes. Lo que aprendimos nos convenció de que el mundo debía obrar más a favor de los más necesitados. En el corazón del trabajo de nuestra fundación está la idea de que cada persona merece la oportunidad de vivir una vida saludable y productiva. 20 años después, a pesar de lo mucho que han cambiado las cosas, esa sigue siendo nuestra meta más importante.
«Melinda French Gates – World Economic Forum Annual Meeting Davos 2008» by World Economic Forum is licensed under CC BY-NC-SA 2.0
No cabe duda de que esta nueva década está iniciándose en un momento de tremenda incertidumbre en todo el mundo. Pero incluso en un periodo tan difícil como éste, seguimos comprometidos en apoyar a los defensores, investigadores, funcionarios gubernamentales y trabajadores de primera línea que están haciendo posible que más personas en más lugares puedan tener una vida saludable y productiva.
En estos últimos 20 años, nuestra fundación se ha centrado en mejorar la salud en todo el mundo y en fortalecer el sistema de educación pública en los Estados Unidos —porque creemos que la salud y la educación son clave para un mundo mejor, más saludable y más igualitario. La enfermedad es tanto síntoma como causa de desigualdad, mientras que la educación pública es un motor de igualdad.
Sabemos que la filantropía nunca puede —y nunca debería— sustituir a los Gobiernos o al sector privado. Sin embargo, creemos firmemente que tiene un rol único a la hora de impulsar el progreso.
En el mejor de los casos, los filántropos asumen riesgos que los Gobiernos no pueden y que las corporaciones no quieren tomar. Los Gobiernos deben usar la mayor parte de sus recursos en implementar soluciones comprobadas. Las empresas tienen responsabilidades fiduciarias con sus accionistas. Sin embargo, fundaciones como la nuestra poseen la libertad de probar ideas —que de otro modo no podrían probarse—, algunas de las cuales pueden conducir a avances.
Warren Buffett, un querido amigo y consejero, expresó esto con una metáfora de béisbol. Cuando donó la mayor parte de su fortuna a nuestra fundación y se unió a nosotros como socio para trabajar en ella, nos instó a “darlo todo al batear la pelota”.
Esta es una expresión que los estadounidenses relacionan con el béisbol. Cuando bateas un home run, estás poniendo cada onza de fuerza en golpear la pelota para que vaya lo más lejos posible. Sabes que tu bate podría no darle, pero si logras golpearla, las recompensas pueden ser enormes.
Esa es la visión que también tenemos de nuestra labor filantrópica. El objetivo no es solo un progreso incremental. Es poner toda la potencia de nuestros esfuerzos y recursos en grandes apuestas que, si tienen éxito, salvarán y mejorarán vidas.
Los riesgos que asumimos son diferentes de los que los verdaderos héroes del progreso global asumen constantemente: los trabajadores de la salud que van a las zonas de guerra para vacunar a los niños que lo necesitan, los maestros que se inscriben para trabajar en las escuelas más complicadas, las mujeres en los lugares más pobres del mundo que se oponen a las normas y tradiciones culturales diseñadas para mantenerlas atrapadas… Lo que hacen requiere sacrificios personales que nosotros nunca tuvimos que realizar y tratamos de honrarlos apoyando esas innovaciones que algún día podrían facilitarles la vida.
En total, nuestra fundación ha invertido 53.800 millones de dólares en los últimos 20 años. Globalmente, estamos satisfechos con lo que hemos logrado. Pero nos preguntamos, ¿cada dólar que se ha gastado ha tenido el impacto que esperábamos? No. Hemos tenido muchas decepciones, contratiempos y sorpresas. Creemos que es importante ser transparentes sobre nuestros fracasos así como sobre nuestros éxitos. Y es importante compartir lo que hemos aprendido.
En esta Carta Anual hablamos del trabajo que hemos realizado en el ámbito de la salud y de la educación, y por qué creemos que los riesgos que hemos tomado nos han preparado para los futuros progresos. También discutimos dos temas que son prioritarios para nosotros, la crisis climática y la igualdad de género, y de la influencia que tendrán en los próximos 20 años.
Algunas de las primeras inversiones que hicimos como filántropos tenían como objetivo corregir las desigualdades en la salud global. Así que también comenzaremos esta carta por ahí.
Salud global
Melinda: Cuando empezamos a trabajar en el ámbito de la salud global, nos quedamos asustados con la cantidad de niños en los países de bajos ingresos que todavía se morían por enfermedades que pueden ser evitadas con vacunas que están ampliamente disponibles en países como EE UU. Esto nos permitió confirmar cómo la pobreza y la enfermedad siempre están entrelazadas.
Dado que esa situación no estaba siendo solucionada por los mercados ni los gobiernos por sí solos, vimos ahí una oportunidad de aportar ayuda económica.
Trabajamos con la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial y Unicef para crear GAVI, la Alianza Global para la Vacunación y la Inmunización. GAVI reúne a gobiernos y otras organizaciones para recaudar fondos con los que comprar vacunas y apoyar a los países de ingresos bajos para que inmunicen a los niños.
Bill: Después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo se reunió para crear una serie de organizaciones internacionales destinadas a aumentar la cooperación económica y militar entre las naciones, incluidas la ONU, la OMS y la OTAN. GAVI brindó la posibilidad de impulsar una cooperación similar para proporcionar vacunas a los niños.
No estábamos completamente seguros de qué esperar. Gracias a Microsoft, yo estaba familiarizado con los riesgos que implica iniciar una nueva organización. Sin embargo, los que estábamos tomando con GAVI eran diferentes. En lugar de intentar introducir un nuevo producto y atraer clientes, estábamos tratando de demostrar al mundo que una asociación internacional para el fomento de la vacunación no solo era posible sino necesaria. Si fracasábamos, podríamos disuadir a los gobiernos y a otros financiadores de invertir en futuros esfuerzos.
Había tantas preguntas… ¿Estábamos realmente en condiciones de recaudar suficiente dinero para convencer a los fabricantes de que suministrasen vacunas a un precio que los países en desarrollo pudieran pagar? E incluso de ser así, ¿podríamos hacer que los países asumieran la difícil tarea de llevar vacunas nuevas y subutilizadas a los niños?
Las respuestas a ambas preguntas resultaron ser un sí rotundo. Hasta el 2019, GAVI había ayudado a vacunar a más de 760 millones de niños y a evitar 13 millones de muertes. También ha logrado introducir más vacunas y suministros en el mercado, a la vez que ha reducido los precios. Por ejemplo, una sola dosis de la vacuna pentavalente que protege contra cinco infecciones mortales, antes costaba 3,65 dólares y ahora cuesta menos de un dólar.
Melinda: Hoy, el 86% de los niños de todo el mundo reciben vacunas básicas. Esta tasa de cobertura es mayor que nunca. Pero alcanzar al último 14% va a ser mucho más difícil que alcanzar el primer 86%. Los niños de este grupo son algunos de los más marginados del mundo.
Algunos de ellos viven en Estados frágiles donde el conflicto impide que el sistema de salud funcione correctamente para todos. Otros viven en zonas rurales remotas. Es frustrante que algunos de los niños vivan relativamente cerca de centros de salud, pero sean invisibles para el sistema (por ejemplo, el hijo de migrantes recientes que viven en zonas superpobladas y empobrecidas de Nairobi o Río de Janeiro). Cada vez más, GAVI trabaja con diferentes países para adoptar un enfoque más específico en los distritos donde se concentran los niños no vacunados.
A medida que GAVI recauda fondos para sus próximos cinco años de trabajo, queremos animar a más donantes a que se comprometan a extender esta increíble historia de éxito a todos los niños. Más fondos permitirán que GAVI pueda salvar más vidas. Creemos que invertir en GAVI fue una de las mejores decisiones que tomamos —y estamos encantados con la rentabilidad que ha tenido nuestra inversión.
Bill: Nuestro trabajo en inmunización tiene paralelismos con otra área en la que hemos estado muy involucrados desde el principio: el VIH y el sida.
Cuando nuestra fundación abrió sus puertas, la tasa de mortalidad debida al sida en el mundo rico por fin había empezado a disminuir gracias a nuevos tratamientos. Pero al igual que con las vacunas, las herramientas que salvaban vidas en países de altos ingresos no estaban disponibles en los de bajos ingresos. El número de nuevas infecciones en África subsahariana se estaba disparando. Recuerdo haber leído un artículo horrible de Newsweek que contaba cómo el virus causaría que toda una generación de niños quedara huérfana.
Como respuesta a la creciente epidemia, así como a la necesidad de abordar otros dos grandes asesinos, en 2002 aportamos nuestro apoyo en la creación de una nueva organización llamada Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria. Tenía un objetivo similar al de GAVI: llevar medicamentos, tecnologías y programas que salvan vidas a países de bajos ingresos. También era un emprendimiento arriesgado, exactamente por las mismas razones.
Al igual que GAVI, el Fondo Mundial ha resultado ser un gran éxito. Solo en 2018, 19 millones vidas de personas recibieron tratamiento contra el VIH en países donde la organización invierte. Con el Fondo MUndial, el mundo ya disponía de un sistema que permitía llevar innovaciones a los lugares que más las necesitaban. Entonces, además de apoyar a este organismo, nuestra fundación invirtió también en el desarrollo de nuevas herramientas.
Al principio, dedicamos muchos recursos a investigar tratamientos preventivos del VIH. Por muchas razones, no resultaron ser lo que esperábamos.
Por ejemplo, éramos optimistas respecto a que los geles vaginales pudieran ayudar a prevenir la infección, pero no fueron efectivos para detener la transmisión de la enfermedad. Y aunque ahora existe una pastilla preventiva diaria que si se toma de forma continuada es efectiva en un 99%, no ha tenido un verdadero impacto sobre la epidemia en los países de ingresos bajos y medios. A los programas locales de salud les ha costado mucho administrar una pastilla diaria de una forma que fuera atractiva y que se ajustara al modo de vida de las personas.
Hoy nos enfocamos en la prevención de larga duración. Imagine que, en lugar de tener que tomar una píldora cada día, pudieran recibir una inyección cada dos meses, tener un implante en el brazo o incluso vacunarse para eliminar por completo el riesgo de contraer el virus.
Nuestra fundación también se centra en opciones de tratamiento de mayor duración. Gracias a los grandes avances conseguidos, una persona VIH positiva que recibe tratamiento ahora tiene la misma esperanza de vida que alguien que no tiene VIH. Pero, al igual que con los preventivos actuales, debe tomarse todos los días. Estamos buscando nuevos medicamentos que se puedan tomar con una menor frecuencia, incluso solo una vez al año.
Si lográramos perfeccionar las opciones duraderas, todavía habría desafíos que superar para lograr revertir verdaderamente el curso de la epidemia.
Melinda: En 2003, visitamos una clínica de VIH en Botsuana que, en aquel entonces, era una de las más grandes de África para el tratamiento de pacientes con VIH. Siempre recordaremos ese viaje por todo lo que nos enseñó sobre los factores sociales y estructurales de la enfermedad.
A medida que las personas se vuelven más saludables, sus vidas mejoran de otras maneras, y como resultado, el mundo se vuelve mejor y más equitativo
Pasamos tiempo con un médico holandés que nos contó la historia de una mujer de Botsuana que él y su esposa habían hospedado en su hogar. Un día, la mujer les dijo que se iba a su aldea para hacer una visita y nunca regresó. Cuando la pareja fue a buscarla, se conmocionó al enterarse que se había muerto de sida.
Lo que les conmovió no fue el hecho de que esta mujer tuviera sida, sino el hecho de que muriera sin buscar tratamiento, a pesar de que tenía una conexión personal con la clínica y habría tenido acceso a la mejor atención disponible. Pero así de devastador era el estigma que había en torno a la enfermedad. Podía ser literalmente mortal. Siempre recordamos esa historia. Completar nuestra comprensión de la epidemia, aclaró nuestra llamada a la acción.
Las intervenciones biomédicas por sí solas nunca serán suficientes en la lucha contra el VIH. Nuestra respuesta ha de reflejar también lo que es importante para las personas, lo que les impide buscar servicios de prevención y tratamiento, y por qué las herramientas que resultan eficaces en los ensayos clínicos no siempre marcan la diferencia en el contexto de sus vidas cotidianas.
Sabemos, por ejemplo, que en África meridional y oriental, las adolescentes y las mujeres jóvenes representan una cantidad desproporcionada de nuevas infecciones por el VIH. La pobreza, la violencia y las normas de género tienen mucho que ver.
Sin embargo, aunque sabemos algunas cosas sobre estas niñas, hay muchas otras que desconocemos. Tenemos una visión de lo que son sus vidas, a través de nuestros ojos, pero no tenemos datos sobre como ellas ven su mundo a través de sus propios ojos. Eso obstaculiza nuestra capacidad de desarrollar soluciones efectivas para ellas, biomédicas y de otro tipo.
Afortunadamente, la investigación finalmente se está empezando a integrar con la realidad. Cuando visité Johannesburgo en octubre de 2019, estuve con un socio de la fundación que está trabajando para cerrar esta brecha de datos e involucrar a las adolescentes y mujeres jóvenes en el diseño conjunto de servicios de tratamiento y prevención que satisfagan mejor sus necesidades.
Nuestra fundación también se ha asociado con un programa respaldado por el gobierno de EE UU llamado DREAMS, acrónimo de Determined Resilient Empowered Free-AIDS Mentored and Safe (mujeres determinadas, seguras, protegidas, sin VIH, empoderadas y resilientes). Como su nombre indica, el programa se enfoca ampliamente en la prevención del VIH.
También aborda, por ejemplo, la educación financiera, el espíritu empresarial y el fin de la violencia de género. Todo ello puede ayudar a las mujeres y a las niñas a vivir vidas saludables, prósperas y sin VIH. En los últimos 20 años, la ciencia ha logrado avances increíbles en esta lucha. Principalmente, la comprensión mundial sobre cómo utilizar esa ciencia también está avanzando.
Bill: El principal foco de nuestra fundación siempre será la salud mundial. Con el tiempo la trascendencia de este trabajo se irá incrementando, ya que el cambio climático hace que cada vez más personas sean más propensas a contraer enfermedades. (Hablaré un poquito más de este tema más adelante en esta carta).
En el centro del trabajo de nuestra fundación está la idea de que cada persona merece la oportunidad de vivir una vida saludable y productiva
Junto con nuestras inversiones en vacunas y la lucha contra el VIH, continuaremos apoyando el progreso en otras enfermedades como la malaria, la tuberculosis y la poliomielitis (a través de nuestra asociación con la Iniciativa Global de Erradicación de la Polio). Financiaremos nuevos avances en planificación familiar y salud materna y neonatal, y exploraremos nuevas formas de prevenir el flagelo de la desnutrición.
Esto lo hacemos porque las mejoras en la salud son claves para sacar a las personas de la pobreza. A medida que las personas están más saludables, sus vidas mejoran de otras maneras y, como resultado, el mundo se vuelve mejor y más equitativo.
Educación
Melinda: Bill y yo siempre supimos que el trabajo de nuestra fundación en Estados Unidos se enfocaría principalmente en la educación de los niños desde el jardín de infancia hasta el final de la secundaria, así como la educación postsecundaria. El éxito en los Estados Unidos es una ecuación compleja con demasiadas variables que entran en juego —raza, género, código postal, niveles de ingresos de los padres—, pero la educación es una parte increíblemente importante de esa ecuación.
Ambos tuvimos la oportunidad de instruirnos en escuelas excelentes y somos conscientes de la cantidad de puertas que esto nos abrió. También sabemos que millones de estadounidenses, especialmente estudiantes de bajos recursos y de color, no tienen esas oportunidades.
Los expertos, por supuesto, tienen un vocabulario mucho más riguroso para describir esta situación. En 2001, conocí a Deborah Meier, una educadora que me causó gran impacto. Su libro El poder de sus ideas me ayudó a entender por qué las escuelas públicas no solo son un ecualizador importante, sino también motor de una democracia próspera. Una democracia requiere de la participación de todos por igual, escribe. Eso significa que cuando nuestras escuelas públicas fracasan en preparar a los estudiantes para que tengan un rol en la vida pública, también le hacen daño a nuestro país. Pienso mucho en eso. Me ayuda a llevar a casa lo que está en juego en este trabajo para mí.
Si nos hubieran preguntado hace 20 años, habríamos pensado que la salud global sería el trabajo más arriesgado de nuestra fundación, y que el educativo en EE UU sería nuestra apuesta más segura. Sin embargo, ha resultado ser todo lo contrario.
Hay mucha evidencia de que el mundo va por buen camino en términos de salud, vemos por ejemplo la considerable disminución de las muertes infantiles. No obstante, en el ámbito de la educación en EE UU, todavía no estamos viendo el resultado al que aspirábamos. El status quo sigue fallando a los estudiantes estadounidenses.
Consideren esto: una clase de una escuela primaria en Estados Unidos cuenta con un promedio de 21 alumnos. Actualmente, 18 de esos 21 alumnos finalizan la secundaria y obtienen un diploma o un certificado equivalente (lo que es una mejora significativa desde los años 2000), pero solo 13 comienzan algún programa postsecundario en el transcurso del año que sigue a la graduación. Solo siete obtendrán un título de un programa de cuatro años en un periodo de seis años.
La situación es peor cuando separamos los datos por raza. Si cada alumno de nuestra clase es latino, solo seis terminarán su programa de grado de cuatro años en un plazo de seis. En el caso de una clase de estudiantes negros, solo cuatro acabarán.
Sin embargo, no nos vamos a rendir porque el progreso ha sido más difícil de lograr de lo que esperábamos. Al contrario, estamos convencidos de que el riesgo de no hacer todo lo posible para ayudar a los estudiantes a alcanzar todo su potencial es mucho peor.
Ciertamente entendemos por qué muchas personas son escépticas sobre la idea de que los filántropos multimillonarios diseñen innovaciones en escuelas o establezcan políticas educativas. Francamente, nosotros también lo somos. Bill y yo siempre hemos tenido claro que nuestro papel no consiste en generar ideas nosotros mismos, sino apoyar la innovación impulsada por personas que se han dedicado toda la vida a la educación: profesores, administradores, investigadores y líderes comunitarios.
Un aspecto que hace el proceso de mejorar la educación complicado es que no hay un consenso, hasta entre los profesionales que trabajan en este ámbito.
En la salud mundial, sabemos que si a los niños los vacunan contra el sarampión, estarán protegidos contra la enfermedad, lo que significa que es más probable que sobrevivan. Sin embargo, en materia de educación, no hay consenso sobre cuál es la causa y cuál es el efecto. ¿Las escuelas subvencionadas son buenas o malas? ¿La jornada escolar debería ser más larga o más corta? ¿Este programa de lecciones sobre fracciones es acaso mejor que este otro? Los educadores no han podido responder estas preguntas con suficientemente certeza para establecer unas buenas prácticas claras.
También es difícil aislar alguna intervención individual y decir que esa fue la que marcó toda la diferencia. Conseguir que un niño termine la escuela secundaria requiere al menos 13 años de instrucción habilitados por cientos de maestros, administradores y responsables políticos locales, estatales y nacionales. El proceso involucra a tantas partes, que cambiar el resultado final requiere una intervención en muchos niveles diferentes.
Entre otras cosas, hemos apoyado algunas mejoras en el plan de estudios, nos hemos vuelto más inteligentes para evitar que los niños abandonen la escuela y hemos profundizado nuestra comprensión de lo que hace que un buen maestro sea excelente. (Bill explica más razones para ser optimista a continuación).
También estamos orgullosos de nuestro Gates Millennium Scholars Program, que proporcionó 20.000 becas universitarias completas a estudiantes de color. Hemos tenido la oportunidad de conocer a algunos de estos becarios y siempre es una experiencia muy conmovedora. Kaira Kelly, una de ellos, me dijo que “nunca había soñado con ir a la universidad” antes de convertirse en becaria del programa. Cuando la conocí, estaba cursando una maestría en educación y tenía muchos planes sobre cómo devolver la inversión realizada en ella.
Aunque estas becas marcaron una gran diferencia en la vida de estos 20.000 estudiantes, en realidad, otras decenas de millones pasaron por las escuelas públicas de los Estados Unidos durante los 16 años que las otorgamos. Esto significa que llegamos solamente a un pequeño porcentaje. Nuestro objetivo es ayudar a todos los estudiantes de EE UU, por eso hemos dirigido la mayor parte de nuestro trabajo a áreas en donde puedan tener un mayor impacto para un mayor número de estudiantes.
Lo más increíble es ver a una joven como Kaira aprovechar su potencial. Esto refuerza nuestro compromiso de apoyar un sistema de escuelas públicas que garantice esa misma oportunidad a todos los alumnos.
Bill: Entonces, ¿cómo podemos equipar exactamente a los estudiantes con las herramientas que necesitan para aprender y prosperar? Al principio, nos dimos cuenta de que los estudiantes necesitan estándares claros y coherentes para dominar lo que están aprendiendo de un año a otro.
Apostamos por un conjunto de estándares llamado Common Core. Casi todos los Estados los adoptaron durante los dos años siguientes. Pero rápidamente se hizo evidente que la adopción por sí sola no era suficiente, algo que deberíamos haber anticipado. Pensamos que si los Estados elevaban los estándares, el mercado respondería y desarrollaría nuevos materiales de instrucción que se alinearan con esos estándares. Eso no sucedió, por lo que buscamos formas de alentar el mercado.
Nos quedó claro que la ampliación de la educación no significa ofrecer a todos la misma solución. Nuestro trabajo debía adaptarse a las necesidades específicas de los maestros y estudiantes en los lugares a los que estábamos tratando de llegar
Después de que los maestros nos dijeran que no tenían forma de saber si un libro de texto cumplía con los nuevos estándares, nuestra fundación respaldó a una organización sin fines de lucro llamada EdReports, que actúa como los Consumer Reports (informes de los consumidores) para material educativo. Ahora, cualquier profesor puede buscar un manual para ver si es de óptima calidad y si cumple con los estándares. Las escuelas han comenzado a comprar más los materiales que mejor sirven a sus estudiantes basándose en estos informes y los fabricantes, a su vez, han comenzado a crear más y mejores opciones de libros de texto.
Además de los libros, sabíamos que necesitábamos encontrar mejores formas de apoyar a los maestros y estudiantes. Muchos profesores, por ejemplo, no tenían acceso a los recursos que necesitaban para satisfacer las nuevas expectativas. Así es que buscamos modos de proporcionarles más capacitación y ajustar su práctica. Pero si hay una lección que hemos aprendido sobre la educación después de 20 años, es que adaptar soluciones puede ser difícil.
La mayoría del trabajo que realizamos al principio en el ámbito de la educación parecía llegar a un tope. Una vez que los proyectos se habían expandido hasta llegar a cientos de miles de estudiantes, dejamos de ver los resultados esperados.
Nos quedó claro que la ampliación de la educación no significa ofrecer a todos la misma solución. Nuestro trabajo debía adaptarse a las necesidades específicas de los maestros y estudiantes en los lugares a los que estábamos tratando de llegar. Hemos cambiado nuestro principal enfoque en alumnos desde el nivel de jardín de infancia hasta el último año de secundaria a soluciones impulsadas localmente e identificadas a través de redes de escuelas. Nuestra esperanza es que estas Redes para la Mejora Escolar permitan aumentar el número de estudiantes negros, latinos y de bajos ingresos que se gradúan en la escuela secundaria y que buscan oportunidades postsecundarias.
Hasta hoy, hemos otorgado 240 millones de dólares a través de 30 redes. Muchas, pero no todas, están agrupadas por región. Cada red incluye a entre ocho y 20 escuelas, y se centra en un objetivo de su elección: por ejemplo, ayudar a los estudiantes de primer año que no están progresando a graduarse y tomar el camino correcto.
El primer año de secundaria es un momento crítico. Un estudiante de primer año que no reprueba más de un curso tiene una probabilidad cuatro veces mayor de graduarse que un estudiante que falla dos cursos o más. Estar encarrilado de esta manera permite prever mejor si ese alumno se graduará que solo basándose en la raza, la riqueza o incluso en los resultados obtenidos en las pruebas.
En 2018 visité North-Grand High School en Chicago. La escuela atiende a estudiantes de barrios que luchan contra la violencia, el hambre y otros desafíos. Solía clasificarse entre las peores de la ciudad. Luego, North-Grand se unió a la Red para el éxito universitario. Los datos obtenidos y las lecciones aprendidas de los otros centros de la red, ayudó a cambiar la forma en que esta escuela instruye a los alumnos de noveno grado.
Un alumno de primer año comenzará el día con una charla con el profesor, quien lo ayudará a organizarse, lo guiará con el proceso de planificación universitaria y le enseñará a utilizar la computadora de la escuela para completar sus tareas. Un portal en línea permite a los estudiantes chequear sus calificaciones todos los días. Cada cinco semanas, se sentarán con un consejero que les dirá cómo les está yendo y adónde ir si necesitan ayuda. Este enfoque funcionó.
En 2018, el 95% de los estudiantes de primer año de North-Grand estaban bien orientados para graduarse y la escuela fue calificada como una de las mejores de la ciudad. Muchas de las otras escuelas de la red han adoptado programas similares y han experimentado progresos parecidos. En lugar de enfocarse a soluciones idénticas para todos, nuestra fundación quiere crear oportunidades para que las escuelas aprendan unas de las otras.
Lo que funcionó en North-Grand no servirá en todas partes. Por eso es importante también que otros colegios de otras redes compartan sus historias de éxito.
Melinda: En los últimos 20 años hemos podido profundizar en nuestro compromiso de seguir avanzando en materia de salud global y educación pública. Pero también hemos desarrollado un gran sentido de urgencia en torno a otros dos temas. Para Bill es abordar el cambio climático. Para mí es la igualdad de género. Cuando miramos hacia los próximos 20 años, vemos que seguiremos dándolo todo al batear la pelota.
Clima
Bill: Después de crear nuestra fundación, Melinda y yo comenzamos a viajar periódicamente a países de bajos ingresos para reunirnos con los ciudadanos y escuchar de primera mano los problemas a los que nos estábamos enfocando. Íbamos a aldeas rurales como Manhiça, en Mozambique, para aprender sobre el paludismo; y visitamos ciudades como Lagos, en Nigeria, donde nos reunimos con líderes locales para hablar de la crisis del VIH.
Pero, a pesar de que nos encontrábamos allí para hablar de salud, mi mente no siempre estaba en las enfermedades. Una de las cosas que noté en muchos de esos viajes fue la poca electricidad que había. Después de la puesta de sol, pueblos enteros se sumergen en la oscuridad. Recuerdo haber visto calles sin luz en Lagos, donde las personas se reunían alrededor de fuegos que prendían en viejos barriles de petróleo. También recuerdo haber pensado que debíamos hacer algo al respecto.
No lo tuve claro en el momento, pero ese día fue el comienzo de mi tarea para mitigar el cambio climático. Ese fenómeno que presenciamos, llamado pobreza energética, es un problema que viven 860 millones de personas en todo el planeta. El mundo moderno está basado en la electricidad. Sin ella estaríamos (literalmente) en plena oscuridad. Así que empecé a hablar con expertos sobre el tema y sobre lo que se podía hacer al respecto.
La cruel ironía es que los más pobres del mundo, los que menos contribuyen al cambio climático son los que mas sufrirán
Dos datos se volvieron obvios rápidamente. En primer lugar, el mundo se convertiría en un lugar más rico, más saludable y más equitativo si todos tuvieran un acceso seguro a la electricidad. En segundo lugar, tenemos que encontrar una manera de lograrlo sin contribuir al cambio climático. Eso ocurrió hace casi 14 años. Desde entonces, he dedicado mucho tiempo y recursos explorando nuevas ideas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y para ayudar a las personas a adaptarse a un clima cambiante.
Cuando Warren nos instó a Melinda y a mí a darlo todo al batear la pelota, estaba hablando de las áreas en las que nuestra fundación trabajaba en aquel entonces, no del cambio climático y, sin embargo, su consejo también se aplica en este ámbito. El mundo no puede resolver un problema como este sin hacer grandes apuestas.
La lucha contra el cambio climático va a exigir niveles históricos de cooperación internacional, cantidades sin precedentes de innovación en casi todos los sectores de la economía, un despliegue generalizado de las soluciones actuales de energía limpia, como la energía solar y la eólica, y un esfuerzo concertado para trabajar con las personas más vulnerables al calentamiento global. Eso no sucederá a menos que decidamos qué vamos a hacer y cómo. En otras palabras, necesitamos un plan.
La buena noticia es que ya tenemos la ambición de completar proyectos y sabemos los objetivos en los que tenemos que trabajar para alcanzarlos. La ambición se evidencia en el increíble activismo en torno al clima, incluyendo las huelgas climáticas del otoño pasado. En cuanto a los objetivos, podemos agradecer al Acuerdo de París y a todos los países, ciudades y estados que han asumido compromisos audaces para llegar al objetivos de cero emisiones para 2050.
Entonces, ¿cómo debería ser el plan para cumplir ese objetivo de cero emisiones? La respuesta es tan complicada como el problema que estamos tratando de resolver. Pero la versión corta se divide en dos partes: la mitigación y la adaptación.
La mitigación consiste en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La clave para lograrlo implica combinar la implementación de lo que está funcionando con mucha innovación para crear y ajustar las tecnologías que todavía necesitamos.
Cuando las personas hablan sobre cómo resolver el cambio climático, por lo general se enfocan en reducir emisiones, lo cual es positivo. Necesitamos, en todos los sectores de la economía, alternativas con emisiones nulas de carbono, muchas de las cuales aún no existen. La mitigación es, por mucho, el mayor desafío que tenemos que resolver, y es increíble ver tal despliegue de energía puesto en suprimir las emisiones de carbono. (También tengo la esperanza de que la innovación que se está realizando en este ámbito ayude a proporcionar electricidad a más personas).
Pero la solución del cambio climático requerirá algo más que solo mitigación. También tenemos que asumir la implementación. En todos los lugares del mundo, muchas personas ya están siendo afectadas por el aumento de las temperaturas. Esos impactos solamente empeorarán en los años venideros. La cruel ironía es que los más pobres del mundo, los que menos contribuyen al cambio climático son los que mas sufrirán.
Los agricultores de subsistencia serán los mas afectados. Ellos dependen de lo que cultivan para alimentar a sus familias, que ya de por sí, viven al borde de la supervivencia. No tienen los recursos para soportar más sequías o inundaciones, un brote de enfermedad entre sus rebaños o nuevas plagas que devoren sus cosechas. Con un calentamiento de cuatro grados centígrados, la mayor parte del África Subsahariana podría ver la temporada de cultivo reducirse un 20% o más, siendo esto solo un promedio. En zonas con sequías severas, la temporada de cultivo podría reducirse aún más.
Esto provocará una disminución de la producción de alimentos, tanto para los propios agricultores como para todos aquellos cuya subsistencia se deriva de lo que cultivan y venden. Habrá un mayor número de niños que se verán afectados por la desnutrición, y la ya enorme inequidad entre ricos y pobres se volverá aún mayor.
La Comisión Mundial de Adaptación (de la que soy copresidente) publicó recientemente un informe que explica las medidas que los gobiernos pueden tomar para apoyar a los agricultores en las próximas décadas. También tengo la esperanza de que el trabajo que nuestra fundación está llevando a cabo en el ámbito de la agricultura logre resultados. Comenzamos a financiar investigaciones sobre variedades resistentes a la sequía y a las inundaciones de cultivos básicos como el maíz y el arroz. Estas nuevas variedades ya están ayudando a los agricultores a cultivar más alimentos en algunas partes de África y de la India, y más opciones de cultivos climáticamente inteligentes estarán disponibles en más lugares en los próximos años.
Pero, incluso si tenemos éxito en aumentar los rendimientos de los cultivos, la realidad es que el cambio climático dificultará que muchas personas obtengan los nutrientes que necesitan, lo que a su vez los hará más susceptibles a las enfermedades.
Lo mejor que podemos hacer para ayudar a las personas en los países pobres a adaptarse al cambio climático es asegurarnos de que estén lo suficientemente saludables para sobrevivir. Necesitamos reducir el número de niños desnutridos y mejorar las probabilidades de que las personas que sufren desnutrición sobrevivan. Eso significa asegurarse de que tengan acceso no solo a los nutrientes que necesitan, sino también a intervenciones comprobadas como vacunas, medicamentos y diagnósticos.
Organizaciones como el Fondo Mundial jugarán un papel importante en esto al mejorar la salud en los lugares más vulnerables. Si vamos a prevenir un desastre climático, las intervenciones y soluciones específicas para el clima no son suficientes. También debemos pensar en los efectos indirectos, por ejemplo cómo un planeta más cálido afectará la salud global. El cambio climático es uno de los desafíos más difíciles que el mundo ha asumido. Pero estoy convencido de que podemos evitar la catástrofe si tomamos medidas ahora para reducir las emisiones y encontrar maneras de adaptarnos a un mundo más cálido
Género
Melinda: Además del vigésimo aniversario de la fundación, este año marca otro hito en el que he estado pensando mucho últimamente: el vigésimo quinto aniversario de la Conferencia Mundial de la Mujer de Beijing. Si ese nombre no le suena, es posible que lo conozca como el lugar donde Hillary Clinton declaró: “Los derechos humanos son derechos de las mujeres y los derechos de las mujeres son derechos humanos”.
Recuerdo haber leído sobre la conferencia y sentir que el mundo había plantado una semilla importante en el terreno para las mujeres. Pero pasaron años antes de que entendiera cómo la igualdad de género encajaría en mi propio trabajo.
Después de que Bill y yo comenzamos la fundación, comencé a pasar tiempo con mujeres en los lugares más pobres del mundo. Esos viajes cambiaron todo para mí. Por eso escribí mi libro The Moment of Lift (No hay vuelta atrás), basado en esos viajes.
Conocí a una mujer que me pidió que llevara a su recién nacido a casa conmigo porque no podía imaginar cómo lo iba a poder mantener. Conocí a trabajadoras sexuales en Tailandia que me ayudaron a comprender que si hubiera nacido en su lugar, yo también haría lo que fuera necesario para alimentar a mi familia. Conocí a una voluntaria de salud comunitaria en Etiopía que me dijo que una vez pasó la noche en un agujero en el suelo en lugar de regresar con su esposo maltratador… cuando tenía 10 años.
Cada una de estas mujeres representa a millones más. Y lo que hace que sus historias sean aún más difíciles de soportar es el conocimiento de que, a menos que tomemos medidas, son historias que están destinadas a repetirse. Porque si hay una cosa que el mundo ha aprendido en estos últimos 25 años es que estos problemas no van a desaparecer por sí solos.
En los países en desarrollo, las experiencias de los niños y las niñas comienzan a tomar caminos drásticamente diferentes en la adolescencia. La niña promedio en África subsahariana termina su educación con dos años menos de escolaridad que el niño promedio. Una de cada cinco niñas está casada antes de cumplir 18 años, atrapándola en el lado equivocado de un desequilibrio de poder, incluso dentro de su propia casa.
Mientras tanto, en los países de altos ingresos, la desigualdad de género tiende a ser más visible en el lugar de trabajo. Aunque las mujeres en los EE UU obtienen títulos universitarios y de posgrado a tasas más altas que los hombres, tienden a concentrarse en ciertas especialidades y a menudo se canalizan hacia trabajos menos lucrativos. Los hombres tienen un 70% más de probabilidades de ser ejecutivos que las mujeres de la misma edad. Estos números son aún peores para las de color, que están doblemente marginadas por las fuerzas combinadas del sexismo y el racismo.
La razón por la que el ritmo del progreso de las mujeres y las niñas se ha quedado estancado no es un misterio: es el resultado directo del hecho de que, a pesar de los valientes esfuerzos de activistas, defensoras y movimientos feministas, el mundo se ha negado a hacer de la igualdad de género una prioridad. Los líderes mundiales simplemente aún no han puesto en marcha los compromisos políticos y financieros necesarios para impulsar un verdadero cambio.
Cuando el mundo se una para conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la Conferencia de Beijing en el Generation Equality Forum que se celebrará este año, espero que contribuya ampliamente a generar energía y atención en torno a la igualdad de género. Pero esta vez, debemos asegurarnos de que nuestra energía y esa atención se conviertan en acción.
Si perdemos otra oportunidad y dejamos que se vuelva a apagar la llama, corremos el riesgo de volvernos cómplices de una narrativa peligrosa: que la desigualdad entre hombres y mujeres es inevitable. Debemos ser fuertes y claros, la razón por la que estos problemas parecen irresolubles es porque nunca nos hemos empeñado en resolverlos. Para que esta vez sea diferente, necesitamos intentos audaces para encontrar nuevas soluciones que desmantelen la desigualdad tirando de las tres palancas simultáneamente.
La prioridad es el ascenso rápido de las mujeres a puestos de liderazgo en sectores críticos como el Gobierno, la tecnología, las finanzas y la salud. Cuanto mayor sea el número de mujeres que tengan voz en los foros donde se toman las decisiones, más nos beneficiarán a todas esas decisiones.
Los datos son inequívocos: independientemente del lugar en que uno nazca, la vida será más difícil si naces niña
Pero no podemos limitarnos a los cambios que vienen de arriba hacia abajo o centrarnos exclusivamente en las mujeres que trabajan en ciertos sectores. También debemos derribar las barreras que enfrentan las mujeres en sus vidas cotidianas, independientemente de su origen. Por ejemplo, el hecho de que haya una brecha estimada del 27% en la participación laboral entre hombres y mujeres en todo el mundo. O que nuestras economías se basen en el trabajo femenino no remunerado. O que, a nivel mundial, una de cada tres mujeres sea víctima de violencia de género, uno de los abusos de derechos humanos más comunes en el planeta. Cada una de estas barreras hace que le sea más difícil a una mujer lograr sus sueños por sí misma o contribuir con sus talentos e ideas a su comunidad.
Por último, debido a que la desigualdad de género es un problema que afecta a casi todos los aspectos de la sociedad, cualquier respuesta también debe tener una base amplia. Necesitamos galvanizar a una amplia gama de socios para desempeñar un papel en el cambio de las normas y expectativas de la sociedad, no solo los activistas y defensores que ya están dirigiendo estas conversaciones, sino también los consumidores, los accionistas, los líderes religiosos, artistas, padres y esposos.
Confieso que cuando empecé a hablar públicamente sobre igualdad de género, sentí todos los riesgos que implicaba. Era plenamente consciente de que nuestra fundación llegaba tarde al tema. Me preocupaba tener que defenderme contra los expertos y me preguntaba si yo era la mensajera adecuada para esta causa. Pero ahora sé que el progreso depende de que todos hablemos.
Mi tarea como defensora pública comenzó con la planificación familiar. Hay más de 200 millones de mujeres en los países en desarrollo que no quieren quedarse embarazadas, pero que no usan anticonceptivos modernos. Cuando pueden planificar y espaciar sus embarazos, es más probable que permanezcan en la escuela, obtengan ingresos y brinden a cada uno de sus hijos la atención que necesitan para prosperar.
Además de intensificar nuestros compromisos con la planificación familiar, dirigí nuestra fundación a desarrollar estrategias en las que la prioridad está puesta en la igualdad de género. En los últimos años, hemos invertido para cerrar las brechas de datos, fortalecer la promoción y el empoderamiento económico de las mujeres.
También he estado trabajando para promover el poder y la influencia de las mujeres en los Estados Unidos a través de la creación de una compañía llamada Pivotal Ventures. En octubre pasado anuncié que Pivotal Ventures comprometerá 1.000 millones de dólares para acelerar la igualdad de género en el país en la próxima década, una inversión que espero que se considere como un voto de confianza hacia los expertos y defensores que ya están trabajando en estos temas, y una invitación para que otros filántropos adquieran sus propios compromisos importantes por su cuenta, tanto en EE UU como en el resto del mundo.
A medida que se acerca el aniversario de la Conferencia de Beijing, es hora de que los líderes gubernamentales, ejecutivos de empresas, filántropos y las personas de toda clase social tomen medidas concretas para poner en práctica nuestras aspiraciones por un mundo más equitativo.
Mi mensaje es simple: la igualdad no puede esperar.
Mirando al futuro
En el discurso que la madre de Bill pronunció en nuestra boda, dijo algo que siempre recordaremos: “La vida que vais a compartir juntos será, al fin y al cabo, el veredicto en cuanto a vuestro reconocimiento de las obligaciones extraordinarias que acompañan a recursos extraordinarios”. Llevamos 20 años trabajando a través de nuestra fundación para lograr estar a la altura de estas obligaciones. Cuando creamos nuestra fundación éramos optimistas sobre el poder de la innovación para impulsar el progreso y estábamos entusiasmados con el papel que podíamos desempeñar al asumir riesgos para desbloquearlo.
20 años después, sentimos el mismo optimismo y seguimos poniendo toda nuestra energía en batear la pelota. Pero ahora tenemos una comprensión mucho más profunda de qué es lo importante: garantizar que la innovación se distribuya equitativamente. Si solo algunas personas en algunos lugares se benefician de los nuevos avances, esto significará que otras se están quedando aún más atrás. Nuestro papel como filántropos no consiste únicamente en asumir riesgos que apoyen la innovación, sino en trabajar con nuestros socios para superar los desafíos. Creemos que el progreso debe beneficiar a todos en todas partes.
Por esto hemos trabajado durante las últimas dos décadas. Y es por esto que esperamos seguir haciéndolo durante muchas décadas más.
La carta fue publicada originalmente en inglés en la Fundación Gates y en el blog de Bill Gates, Gates Notes. La traducción fue realizada por El País.
excelente…creo que el presente del mundo empresarial está en ser socialmente responsable, la ultima llamada para forjar una sociedad de paz y en paz….