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Sistemas sin futuro

El título trae a la mente muchos, si no es que todos, los fenómenos cotidianos con los que el ciudadano de a pie, ese que gana el sustento con verdadero esfuerzo y trabajo, se enfrenta. Sin embargo, toda noticia acerca del agua es importante por ser fuente de vida y un recurso que continúa agotándose.

En pleno siglo XXI millones de semejantes mueren por consumirla en estado insalubre, muchos más no tienen acceso a ella por falta de infraestructura o en el mejor de los casos caminan un promedio de cuatro kilómetros para un consumo mínimo, como es el caso de algunos lugares en la región mazahua.

En muchos foros se sigue hablando de los derechos de los pueblos indígenas, por voz de ellos mismos o por terceros. Los ecos que encuentran han sido la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas en 2007 por la ONU, después de veinticinco años de su propuesta. La aceptación unánime por el pleno de la misma organización en 2009 para declarar, a propuesta de los mismos pueblos, el Día Internacional de la Madre Tierra.

Los antecedentes vienen a colación porque a través de la historia su concepción cultural y religiosa ha visto a la Naturaleza como un ser vivo, una fuente de recursos renovables; madre amorosa que provee de lo necesario a sus hijos: racionales, irracionales y vegetales.

Fuera de la parafernalia oficial, son los que dentro de sus usos y costumbres conservan como agradecimiento a la Madre Tierra una fraterna relación con la flora y la fauna. Al reconocerla con vida la convirtieron en objeto de culto; al saberse parte de ella, viven en armonía con lo que les rodea.

No sucede lo mismo con los planes de escritorio que, fuera de una visión a futuro y largo plazo; de beneficio para la actual y para las futuras generaciones; lo que es el espíritu del desarrollo sustentable, al poco tiempo resultan inoperantes.

De ahí que esa falta de planeación ha creado una subespecie de monstruos que nunca se llenarán: las megalópolis. En México, la madre de todas ellas es la capital del país con su extensión a los municipios conurbados. Por simple cálculo matemático, nunca podrá satisfacer las necesidades de sus habitantes. El Valle del Matlatzinco, con todos los municipios que lo forman, no está lejos de ello a pesar de los fantásticos proyectos que se pretendan desarrollar y que al final quedan en: crecimiento de la plancha urbana y hacinamiento de la vivienda.

Desde 1929, se entendió la necesidad de llevar agua a la Ciudad de México porque la extracción ya secaba sus recursos. Hacia 1940 se proyecta el acueducto de Lerma y en 1951 comienza a llegar su agua a la metrópoli. Pero ya en 1976 el monstruo crecía y agotaba los recursos hídricos de la cuenca del Lerma; la solución, buscar otro lugar de donde traer el líquido.

El elegido resultó el Sistema Cutzamala, cuya infraestructura inicial era para generar energía eléctrica. Se conforma por siete presas de almacenamiento o derivación, un vaso regulador, un acueducto de ciento veintisiete kilómetros, diecinueve de ellos de túneles y casi ocho de canales. Una planta potabilizadora de veinticuatro metros cúbicos por segundo, seis plantas de bombeo para elevarla mil doscientos metros y un consumo total de mil seiscientos cincuenta millones de kilowatts hora por año.

Resulta complicado entender el tamaño de tales cifras, pero es sabido que cada vez es más costoso e insuficiente acercar el recurso a la población. Las regiones por las que atraviesan estos sistemas sufrieron la disminución del recurso hídrico sostén de la agricultura regional. El deterioro ambiental es alto por la deforestación y en lugares como Valle de Bravo además del cambio de uso de suelo para la construcción de desarrollos habitacionales, la presa recibe grandes descargas de aguas residuales

El siguiente bocado que está a la espera es el Sistema Temascaltepec que en algún momento lo consideraron como la cuarta etapa del Sistema Cutzamala. Justificaciones oficiales tratan de convencer a los campesinos de la región aduciendo que el agua se va directo al mar sin beneficio. Con sobrada razón la experiencia de generaciones se ha opuesto al proyecto.

Invariablemente en todas las cuencas en las que ha disminuido el recurso hídrico, sostén de la agricultura regional, los impactos en la actividad económica de los habitantes han sido negativos. En lo poblados es notoria la ausencia de la fuerza de trabajo masculina e incluso femenina que ha preferido emigrar al sueño americano. La consecuencia social es clara: desarraigo al lugar de origen, desintegración familiar, pobreza, analfabetismo, desadaptación y resentimiento social al sentirse marginados en su tierra, como ocurre en los lugares de desarrollo turístico, por la llegada de extraños que son los que explotan los beneficios del lugar.

La forma: alegando los derechos de los pueblos indígenas y en pro de ellos, se llenan costales de promesas que generosamente se reparten dependiendo de los calendarios oficiales.

El fondo: las vecinas comunidades mazahuas y otomíes siguen careciendo de agua y recursos a pesar de ser vecinos de los sistemas y, junto con nosotros: TODOS SOMOS NATURALEZA.

ACACIA

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