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Crisis, ética y sanción social

Especuladores, castigados por las leyes de la opinión pública
Acción irresponsable, nueva forma de crimen organizado

Indignó a muchos la crítica social —poco menos que generalizada— que desde todos los sectores se formuló a los mercados, empresas y autoridades financieras sobre la especulación de la paridad peso-dólar.

Especular es la génesis del mercado —explicaron defensores de la compra desmedida de dólares—, además de que para las leyes del mercado no existe delito alguno. Más aún, a quienes se atrevieron a cuestionar la carencia de ética frente a la desatada especulación de la paridad peso-dólar, les llovió toda clase de adjetivos —ignorantes de los básicos de economía— como si las leyes del mercado fueran reglas ajenas a la humanidad.

La crítica a la especulación y el reclamo por conocer el nombre de quienes habrían provocado la caída del peso —en su paridad frente al dólar— ya surtió efectos. En desplegados de prensa —y a través de una fuerte campaña mediática—, la empresa líder en la fabricación de harina de maíz, Gruma, se deslinda y advierte:

“Gruma no compró dólares en ninguna de las subastas del Banco de México que presionaron el tipo de cambio la semana pasada”. ¿Por qué una empresa como esa pagó un desplegado para deslindarse del ataque especulativo?

Porque si las leyes del mercado no sancionan la especulación —que a la tarde de ayer costaban 12 mil millones de dólares de las reservas, entre otras cosas, a causa de que empresas jugaron a la ruleta rusa—, existen otras leyes que sí sancionan la especulación y que ya señalaron a empresas y al sistema financiero. Nos referimos a las leyes de la opinión pública. Y surge la duda. ¿Qué es la opinión pública? ¿Cuáles son sus leyes?

Dicen Bobbio y Mateucci: “Los hombres, en la formación de la sociedad política, han renunciado a favor del poder político al uso de la fuerza contra un ciudadano, pero conservan (los hombres) de hecho el poder de juzgar la virtud y el vicio, el bien y el mal de sus acciones. La ley de la opinión pública se coloca junto a la ley divina y a la ley civil, y su sanción es la reprobación y(o) el elogio por parte de la sociedad de tal o cual acción”.

Aquí y en muchos otros espacios mediáticos —en tanto parte de la opinión pública— se cuestionó con severidad el perfil nada ético y hasta inmoral de la especulación, porque precisamente en materia financiera las leyes más severas son las de la opinión pública. Es decir —y en este caso—, la reprobación de la desmedida especulación. Y el costo para las empresas no es otro que el desprestigio frente a los ciudadanos, de empresas y empresarios. Y el desprestigio para empresas como Gruma o Comercial Mexicana no es un asunto menor. Por eso la insistencia en conocer el nombre de las empresas que arrebataron la subasta de dólares del Banco de México para que se hagan acreedoras de la sanción social.

Pero por aquellos que suponen que sólo en México se produce un debate sobre la carencia ética de mercados y especulación, vale echarle una mirada a un artículo difundido apenas el domingo 12 de octubre pasado, por la agencia irlandesa de noticias Zentit, de puño y letra del arzobispo de Dublín (Irlanda), Monseñor Diarmuid Martin (del que presentamos un extracto).

“El mercado es vital, pero tiene una función esencialmente social. Sólo puede funcionar en un marco ético y jurídico donde se proteja al vulnerable y se frene la arrogancia natural del poderoso. Hoy vemos cómo la mala conducta individual burda y sin control en la actividad del mercado afecta la estabilidad de las empresas, pero también de los países y luego de los hombres y mujeres que componen la sociedad en la que vivimos.

“Los hombres de negocios irresponsables no sólo juegan con el futuro de una gran empresa multinacional, están afectando quizá la vida de todas las personas del mundo. El desarrollo económico nunca es un fin en sí mismo, trae siempre consigo responsabilidad social.

“Es interesante observar que el crimen organizado fue el primero en darse cuenta de las ventajas de la globalización. No me refiero sólo a los traficantes de drogas y de armas, sino también a las nuevas formas de especulación irresponsable y comportamiento deshonesto dentro de la comunidad empresarial. Un marco ético no sólo es palabras bonitas en un pedazo de papel o la declaración de una misión, sino que es algo que debe integrarse en el trabajo de la gente y en su papel en la sociedad. La nueva naturaleza globalizada de la economía requiere nuevas estructuras a nivel internacional para combatir el comportamiento irresponsable”.

La función social del mercado no puede ser aplastada, y menos olvidada, por la supuesta prioridad que le otorgan al desarrollo económico. El mercado al servicio del humano. No su ruina.

Fuente: El Universal 17 de octubre de 2008.

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