Aunque en el año 2004 las compañías que liberan mucho dióxido de carbono (CO2) llegaron a pagar hasta 18 euros por cada tonelada de carbono capturada a través de programas de reforestación o de conservación de bosques y selvas, en los últimos años el precio de esta herramienta de compensación de contaminantes ha caído a menos de la mitad.
Gabriela Muñoz Meléndez, doctora en ciencias ambientales del Imperial College de Londres y actual investigadora del Colegio de la Frontera Norte, en Tijuana, informó durante el Taller de Periodismo Científico Jack F. Ealy, en La Jolla, California, que actualmente se paga entre seis y ocho euros por cada tonelada de carbono capturado o retenido al evitar tala de árboles.
El mecanismo de bonos de carbono es una herramienta concebida en los años 90 para que los países que tienen una extensa y saludable cubierta vegetal eviten cortar sus árboles y, de esa manera, ayuden a que la vegetación capture el dióxido de carbono liberado por la industria en otra región del planeta. A cambio de ese servicio, las compañías que liberan gran cantidad de CO2 transfieren dinero a las comunidades que cuidan la vegetación, mediante la compra de certificados de captura de carbono.
En México existen ejemplos exitosos de ese mecanismo, como el esfuerzo hecho en Oaxaca y Chiapas por la organización AMBIO y el programa Scolel’Te, que ha vendido bonos de carbono a la Federación Internacional de Automovilismo y a otras empresas europeas y mexicanas, generando ingreso para más de mil campesinos. A pesar de esos logros, el mercado no se ha terminado de consolidar como se esperaba hace 15 años.
“La crisis económica y las dificultades para aplicar al Protocolo de Kioto sobre control de gases de efecto invernadero han impedido que se consoliden los mercados de bonos de carbono para beneficiar a comunidades que están capturando dióxido de carbono o conservando carbono (C)”, expresó la científica mexicana.
La experta en programas de adaptación ante el cambio climático dijo que México no debe perder de vista que, aunque es un país en vías de desarrollo, ocupa el lugar número 20 en el ranking mundial de países que consumen más electricidad, actividad que genera muchos gases de efecto invernadero.
“Si queremos realmente contener la liberación de gases de efecto invernadero tenemos que tener conciencia que la mayor parte de esos gases se libera durante la generación de electricidad. Sabemos que, en el caso de las plantas termoeléctricas, para generar un kilowatt de electricidad se necesita quemar 710 gramos de carbón vegetal o 640 gramos de petróleo crudo.
“Es por esto que debemos tener en cuenta que si queremos incidir verdaderamente en el control del calentamiento global, tendremos que modificar muchas cosas, entre ellas la manera como nos movemos y nos divertimos”, dijo Muñoz Meléndez.
La investigadora es una de las más activas promotoras de la elaboración de planes estatales de acción ante el cambio climático y gracias a su labor entidades como Baja California están migrando hacia nuevas fuentes de energía, como las plantas geotérmicas, que funcionan con vapor de la tierra.
“Los países latinoamericanos no tenemos que repetir el mismo modelo de desarrollo que ahora se está tratando de corregir, ni tenemos que enfocar toda nuestra energía en la mitigación. Nosotros tenemos que trabajar en la adaptación ante el cambio climático”, concluyó.
Fuente: La Crónica – academia, p. 40
Autor: Antimio Cruz
Publicada: 28 de julio de 2010
