Los tornados e incendios forestales que devastaron comunidades —desde Kentucky hasta Colorado— en las últimas semanas de 2021 dejaron a miles de personas desplazadas o sin hogar. Para muchas de ellas, pasarán meses o años, antes de que sus casas sean reconstruidas.
De acuerdo con The Conversation, eso es especialmente duro para los residentes de bajos ingresos. Las pérdidas de cientos de viviendas en ciudades del Medio Oeste y en el condado de Boulder muestran las dos caras de ese impacto e ilustran el por qué las zonas habitables deben planificarse para proteger a sus residentes más vulnerables mientras que las ciudades se recuperan. Al hacerlo, también cuidarán sus economías.
¿Por qué hay más riesgo para viviendas asequibles?
Las familias de ingresos medios y bajos tienden a ocupar las regiones más arriesgadas por algunas razones clave. En primer lugar, el valor del suelo es más bajo en zonas de riesgo o menos deseables, como las que se inundan, cerca de instalaciones tóxicas o en ubicaciones periféricas que no aplican los códigos diseñados.
En segundo lugar, a medida que las poblaciones crecen, las casas más antiguas se vuelven más costeables a través de un proceso llamado «filtración», en el que los hogares más ricos se mudan a viviendas más nuevas, dejando las deterioradas disponibles para los de menores ingresos.
Las construcciones más antiguas se hicieron a menudo con normativas de construcción menos estrictas y pueden estar peor mantenidas, lo que provoca sean más vulnerables físicamente.
Asimismo, los patrones duraderos de segregación histórica, la discriminación actual en el sector inmobiliario y los préstamos pueden agravar estos problemas al limitar la capacidad de las familias negras e hispanas para acceder a los barrios mejores.
Las investigaciones han demostrado sistemáticamente que los hogares menos favorecidos no solo tienen más probabilidades de sufrir daños en una catástrofe natural, sino que tardan mucho más —dos o tres veces más— en recuperarse.
La pobreza y otras características, como estar encabezados por una madre soltera, pertenecer a una minoría racial o étnica, tener un bajo nivel educativo, ser discapacitado o alquilar en lugar de ser propietario de la vivienda, definen lo que los investigadores llaman «vulnerabilidad social».
La ubicación y la calidad de las casa, combinadas con la vulnerabilidad de los residentes, hacen que los más afectados por las catástrofes sean a menudo los menos capaces de recuperarse de ellas.
La lentitud de la recuperación afecta a toda la comunidad
Las comunidades deben comprender que la lentitud en la recuperación de los hogares vulnerables puede obstaculizar la recuperación en general. Los investigadores han descubierto que la restitución de las viviendas está fuertemente vinculada a la mejora de las empresas.
Los trabajadores necesitan un lugar para poder volver al trabajo, y las compañías necesitan trabajadores para poder reanudar sus actividades. Rockport, Texas, donde el huracán Harvey tocó tierra en 2017, ofrece un ejemplo de advertencia.
Un año después del ciclón, los hoteles y restaurantes —incluso los que formaban parte de cadenas nacionales— tuvieron dificultades para reabrir durante la crítica temporada turística debido a la pérdida de techos asequibles para los colaboradores, pues muchos de ellos se habían trasladado a San Antonio, a dos horas y media de distancia.
Muchas casas no se pueden sustituir por lo que hay riesgo para viviendas asequibles
El restablecimiento de la vivienda suele dejarse en manos de la oferta. Para los hogares propietarios con un buen seguro funciona razonablemente bien. Pero para los menos afortunados, incluidos los inquilinos, puede ser difícil volver a sus casas o incluso a sus localidades originales.
En los mercados deprimidos con viviendas de bajo valor, como muchos de los afectados por los tornados de Kentucky y el Medio Oeste, los subsidios no son suficientes para reconstruir. El valor de las construcciones en estas zonas puede estar por debajo de los 100,000 dólares, actualmente es casi imposible hacer una casa por ese precio.
Por su parte, los mercados cálidos, como el del condado de Boulder (Colorado), se enfrentan a un reto diferente. La reconstrucción permite a los promotores y especuladores aprovechar las oportunidades de reurbanización. Las investigaciones sugieren que las viviendas asequibles serán casi siempre sustituidas por otras más caras destinadas a un grupo demográfico más rico.
Y para los residentes de bajos ingresos que alquilan y pierden sus casas en las catástrofes, hay pocas posibilidades de que puedan volver a su urbanización original. Poco se sabe sobre dónde acaban.
Existen redes de seguridad, pero son inadecuadas. Por ejemplo, la asistencia a corto plazo del Programa de Asistencia Individual de la FEMA ayuda a encontrar un alojamiento temporal y a realizar reparaciones en las casas que cumplen los requisitos.
La ayuda también puede provenir de las Subvenciones en Bloque para el Desarrollo de la Comunidad del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, pero estos fondos tardan meses e incluso años en llegar, y los planes de gasto presentados por los estados a menudo desvían los fondos y casi no tienen supervisión.
¿Qué se puede hacer?
¿Qué se puede hacer entonces para garantizar que los residentes vulnerables puedan reconstruir y regresar? Algunas comunidades han probado nuevas ideas. La Grange, Texas, que se inundó durante el huracán Harvey en 2017, está experimentando con fideicomisos de tierras comunitarias. Estos implican la propiedad cooperativa de la tierra junto con la individual de las unidades.
Los residentes deben ocupar la unidad durante un período de tiempo determinado y solo ganan un pequeño porcentaje de los aumentos en el valor de la tierra, y el resto va a la cooperativa. Este enfoque permite a los residentes reunir recursos para la compra de terrenos y mantiene la asequibilidad a lo largo del tiempo.
De igual modo, Boulder relajó sus normas de alquiler para ayudar a los residentes desplazados a encontrar viviendas temporales tras el incendio. También es importante supervisar de cerca los fondos de recuperación para garantizar que ayudan a los más necesitados.
Tras los huracanes Ike y Dolly de 2008, el Servicio de Información sobre Viviendas de Bajos Ingresos de Texas, ahora llamado Texas Housers, demandó al Estado de Texas, alegando que el plan de recuperación estatal no atendía las necesidades de los texanos más vulnerables.
El acuerdo resultante supuso una ayuda adicional de 3,000 millones de dólares, y el seguimiento continuo de la financiación ha garantizado a reconstruir cientos de viviendas para familias de bajos ingresos.
Casi todas las comunidades de Estados Unidos son cada vez más vulnerables a algún tipo de desastre natural debido al cambio climático. Un análisis del Washington Post sobre las declaraciones de catástrofes federales descubrió que el 40% de las y los estadounidenses vivían en lugares que sufrieron condiciones meteorológicas extremas relacionadas con el clima en 2021.
Por ello, la planificación de la recuperación de desastres para garantizar que los integrantes más vulnerables de las comunidades puedan regresar dará lugar a una mayor resiliencia y vitalidad de la comunidad.