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Campañas de salud que asustan: ¿Funcionaron en pandemia?

En la reciente película No mires hacia arriba (2022), dos astrónomos se enteran de que un cometa está por colisionar con la Tierra y destruir a la civilización humana. Cuando intentan dar aviso, todo tipo de obstáculos se interponen en su camino. El final, bueno, tendrás que ver la película para descubrirlo.

El film es ficción, por supuesto, pero la situación ilumina una faceta de la realidad: Si se intenta advertir a los demás de un peligro inminente, el éxito no está garantizado. De acuerdo con The Conversation, los mensajes preventivos tienen diversos formas de enviarse, ya se como apelación al miedo, a la amenaza o una comunicación del riesgo.

COVID-19: Un «cometa biológico»

Los llamados al miedo, obviamente, no se limitan a los cometas. Las advertencias sobre las consecuencias no deseadas de fumar, enviar mensajes de texto al conducir y beber durante el embarazo pueden considerarse en esta categoría. También lo pueden ser la escasez de alimentos, las advertencias de evacuación y los anuncios que fomentan la vacunación contra la gripe, la polio y la COVID-19.

Amplias revisiones de la literatura de investigación, denominadas meta análisis, concluyen que los llamados al miedo funcionan para la mayoría de las personas la mayor parte del tiempo.

Consideremos la situación actual de la sociedad, durante los dos últimos años, se ha dicho a las personas de todo el mundo que están en peligro de contraer una enfermedad potencialmente mortal —una especie de cometa biológico— y que una serie de comportamientos de protección de la salud, como el distanciamiento social, el uso del cubrebocas y la vacunación, pueden salvar sus vidas.

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Pese a la gravedad, muchas personas no renuncian al distanciamiento social, rechazan las recomendaciones del uso del cubrebocas y una vacuna que les protegería, ¿por qué?

Cómo fallan las campañas de salud que asustan

Para entender cuándo funcionan los llamados al miedo y cuándo no, hay que saber qué son y cómo operan. Dichas apelaciones tienen dos partes distintas: la primera parte describe el peligro, la segunda cómo mitigar el peligro.

Si están bien elaborados, la primera parte asusta a las personas que reciben el mensaje y la segunda las tranquiliza. Cuando alguien escucha o lee un llamado al miedo de principio a fin, el sentimiento se parece a una U invertida: sube y luego baja.

Las investigaciones realizadas demuestran que tanto la subida como la bajada del miedo deben producirse para que el mensaje sea eficaz. Sin este movimiento, el contenido fracasará. ¿Qué puede interferir en este proceso?

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Mucho depende de lo que la gente crea sobre la supuesta amenaza. Si el problema no se considera grave, no hay razón para tener miedo, ni necesidad de prestar atención a la solución recomendada, ni de protegerse.

Desde los primeros días de la pandemia de COVID-19, algunas fuentes restaron importancia a la amenaza. El presidente Trump, por ejemplo, comparó el nuevo Coronavirus con otra enfermedad a la que la sociedad ha aprendido a hacer frente. «Esto es una gripe. Esto es como una gripe», dijo Trump. Declaraciones de este tipo comprometieron los esfuerzos por transmitir los verdaderos riesgos de la COVID-19.

E incluso una amenaza seria debe ser vista como relevante o es poco probable que evoque una fuerte emoción. Al principio de la pandemia, algunas zonas se vieron muy afectadas por el virus, mientras que otras experimentaron tasas de infección relativamente bajas. Las personas que vivían en las últimas a menudo solo tenían información indirecta y a través de las redes sociales. Y estos «medios» contenían una gran cantidad de información errónea.

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Sorprendentemente, solo 12 personas fueron responsables de dos tercios de la desinformación sobre las vacunas en plataformas de medios sociales como Twitter y Facebook. Por ejemplo, Joseph Mercola, un médico osteópata con 3.6 millones de seguidores, afirmó de forma notoria y errónea:

En 2020 murió el mismo número de personas que, en promedio, han muerto en años anteriores. Esto simplemente no sería el caso si tuviéramos una pandemia letal.

Joseph Mercola, médico osteópata.

Esta negación general del verdadero impacto del virus permitió a mucha gente concluir que la pandemia no era un problema para ellos ni para nadie.

Miedo a la solución

Los expertos en salud sostienen —basándose en una gran cantidad de datos y pruebas científicas— que las vacunas contra la COVID-19 son muy eficaces. Cuando las personas creen que el remedio es bueno, disminuye el miedo y aumenta la probabilidad de actuar.

Pero las creencias sobre los beneficios de las vacunas se han visto debilitados por las afirmaciones de que son demasiado nuevas y no están probadas o de que su producción se ha precipitado.

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Por último, una consideración clave es si la gente puede realmente alcanzar la solución. El distanciamiento social exigía un giro hacia el trabajo y la escuela a distancia, lo que suponía una enorme carga para las familias que recaía desproporcionadamente en las mujeres. Mientras tanto, los cubrebocas de alta calidad eran inicialmente caros y difíciles de localizar en un mar de falsificaciones.

Hace apenas un año, a principios de 2021, las vacunas no estaban disponibles en muchos lugares. Y ahora, después de navegar por casi dos años de desafíos en la adaptación de las soluciones recomendadas, hay un peligro real de que la fatiga de la pandemia reduzca la motivación para adherirse a las directrices de seguridad.

Socavar al mensajero

Los llamados al miedo también pueden frustrarse de forma más general. Por ejemplo, al atribuir motivos nefastos al gobierno y a los funcionarios de salud pública, quienes difunden información errónea y teorías conspirativas pueden hacer que otros descarten cualquier información proveniente de esas fuentes.

Como ya se ha señalado, las investigaciones demuestran que las apelaciones al miedo son persuasivas para la mayoría de las personas la mayor parte del tiempo. Sin embargo, los estudios en los que se basa esta conclusión son principalmente experimentos en los que los llamados al miedo se comparan con algún mensaje débil o con ninguno. En otras palabras, estas comparaciones no se asemejan en absoluto a la realidad que rodea a la COVID-19.

Los mensajes a favor de la vacuna tienen lugar en un entorno de mensajes altamente competitivo, que implica esfuerzos activos para socavar la defensa de la salud pública. Los mensajes incoherentes y contradictorios producidos por organismos sanitarios como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han perjudicado la eficacia de las alertas.

El hecho de que los conocimientos científicos evolucionen y posean siempre un grado de incertidumbre explica que las agencias sanitarias hayan cambiado —y sigan cambiando— sus formas de comunicar. Lamentablemente, esta incoherencia socava el impacto de los mensajes sanitarios en un público que quiere respuestas simples.

Al igual que en No mires hacia arriba, varios grupos e individuos han priorizado sus propios beneficios a corto plazo por encima de un verdadero peligro global. Esos esfuerzos colectivos han dejado a grandes franjas de la población despreocupadas o desmotivadas ante una verdadera amenaza. Esto ayuda a explicar por qué Estados Unidos tiene muchas más muertes por COVID-19 que otras naciones ricas. Los paralelismos entre el cine y la realidad son más que aterradores.

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