La acción climática está en el aire. Al igual que los gobiernos de todo el mundo, las grandes empresas se están volcando en promesas sobre el clima y, en consonancia con su condición de ciudadanos globales responsables, se encaminan hacia una acción climática aparentemente ambiciosa… o al menos eso es lo que afirman de cara al exterior, pero algunos sospechan que las empresas hacen greenwash.
De acuerdo con aljazeera, al menos una quinta parte de las 1,000 corporaciones más grandes del mundo ya se han comprometido a no producir emisiones para marzo de 2021, reporta la Unidad de Inteligencia sobre Energía y Clima de la Universidad de Oxford.
¿Cómo les va a las empresas que hacen greenwash?
El primer Monitor de Responsabilidad Climática Corporativa, una iniciativa conjunta del NewClimate Institute y Carbon Market Watch, pretendía responder a esta pregunta.
El informe evaluó las promesas y afirmaciones sobre el clima de 25 de las mayores empresas del mundo, entre las que se encuentran nombres tan conocidos como Apple, Amazon, BMW, Carrefour, GlaxoSmithKline, Google, IKEA, Sony, y Vodafone. Los resultados sorprendieron incluso a los investigadores y no gratamente.
Nos propusimos descubrir el mayor número posible de buenas prácticas reproducibles, pero quedamos francamente sorprendidos y decepcionados por la integridad general de las afirmaciones de las empresas.
Thomas Day, de NewClimate, autor principal del informe.
A pesar de las ambiciosas metas de llegar a ser «neutras en carbono» e incluso «positivas en carbono», los investigadores descubrieron que las reducciones de emisiones futuras a las que se habían comprometido eran, por término medio, de solo el 40%.
Además, muchas de estas reducciones deben producirse dentro de varias décadas, en 2040 o 2050. De las 25 empresas evaluadas, únicamente tres se comprometieron a reducir las emisiones de toda su cadena de valor en más de un 90%: Maersk, Vodafone y Deutsche Telekom. En el otro extremo de la escala, al menos cinco buscarán reducir sus emisiones en menos del 15%.
Algunos ejemplos
Las empresas hacen greenwash mediante la implementación de trucos contables tan creativos que merecen su propio premio de literatura. Por ejemplo, consideremos el caso de Apple. La emblemática empresa tecnológica proclama con orgullo: «Somos neutrales en carbono. Y para 2030, todos los productos que te gustan también lo serán».
Lo anterior, seguramente hará que los usuarios se sientan cómodos con sus hábitos de consumo. Pero la compañía está mandando un mensaje engañoso porque su afirmación solo cubre un pequeño número de las emisiones de la corporación.
La neutralidad de carbono de Apple nada más incluye las operaciones directas, que representan un microscópico 1.5% de su huella de carbono.
En este sentido, las empresas que aparecen en el Monitor son capaces de enmascarar su inacción y su falta de ambición utilizando el escurridizo concepto de cero neto, que puede sonar como cero pero no lo es, porque se debe contemplar la reducción de emisiones, la compensación y la eliminación de carbono.
Otra muestra de esto es IKEA —aunque no es, ni mucho menos, el que tiene peores intenciones— que aplica algunos trucos contables para alcanzar sus objetivos. Por ejemplo, cuenta los paneles solares que vende a sus clientes para reducir sus propias emisiones.
Además del carbono almacenado en algunos de sus muebles, sin embargo, hay un pequeño inconveniente, para que este tenga un efecto sobre el clima, tendrá que permanecer en las sillas y camas durante siglos, lo que implica cambiar el modelo de negocio, pasando de los muebles rápidos de paquete plano al diseño de las antigüedades.
Los absurdos extremos a los que llegan las grandes empresas que hacen greenwash son un rico material para la sátira, pero las consecuencias de esta comedia de afirmaciones erróneas son cualquier cosa menos divertida.
El greenwash no es un delito sin víctimas, ya que se engaña a los consumidores y a los responsables de la toma de decisiones haciéndoles creer que las empresas están haciendo todo lo posible para hacer frente a su impacto climático.
Gilles Dufrasne, de Carbon Market Watch.
Dada la elasticidad y la ambigüedad de términos como «neto cero» y «neutro en carbono» y su potencial para ser explotados para el lavado verde, en Carbon Market Watch instamos a los gobiernos a que intervengan y prohíban hacer tales afirmaciones y que obliguen a informar de reducciones reales de emisiones. Así como a establecer criterios estrictos para regular cifras específicas relacionadas con el clima.
¿Por qué las empresas lo hacen?
La razón inmediata es que, sin regulación ni supervisión, una empresa típica tratará de maximizar su imagen ecológica con el mínimo costo financiero e inconvenientes operativos. Esto significa que los cambios que probablemente ponga en marcha serán cosméticos, en un momento en el que un cambio radical evitará el desastre.
Otro factor es más fundamental y sistémico. Todo el ecosistema empresarial se basa en la maximización de los beneficios y en la búsqueda incesante del crecimiento perpetuo y de la maximización del valor para los accionistas. Esto no es una buena noticia para el medio ambiente.
Una corporación que quiera ser verdaderamente sostenible debe invertir fuertemente en energías renovables y a su vez replantearse todo su modelo de negocio y orientarlo hacia productos más duraderos y hacer que sus procesos de sean circulares para minimizar e incluso eliminar los residuos y reducir las emisiones innecesarias.
De nada sirve que Apple (o Samsung o Huawei, en su caso) haga más verde su suministro de energía, si sigue lanzando nuevos modelos cada año y continúa dejando de proporcionar actualizaciones de software para los más antiguos o los intercala en el cementerio de su lista de «antiguos y obsoletos».
Actualmente, en Europa, el smartphone medio se conserva menos de tres años antes de ser desechado. Prolongar su vida útil un año ahorraría dos millones de toneladas de emisiones, según un estudio.
Este tipo de obsolescencia planificada no implica exclusivamente los teléfonos inteligentes, sino que ha afectado a toda la economía desde que a los fabricantes de bombillas quienes decidieron limitar la vida útil de sus productos para impulsar la demanda.
Sin embargo, reinventar el modelo de negocio de una organización para que sus productos sean más duraderos y sostenibles reducirá la demanda, lo que afectará a sus flujos de ingresos y perspectivas de crecimiento. Y el mercado de valores no odia nada más que dejar de crecer.
Tomemos el caso reciente de Facebook, cuando informó de que sus usuarios activos habían descendido ligeramente, de 1,930 millones a 1,929, los inversores salieron corriendo, haciendo que el valor de Meta cayera en 230,000 millones de dólares, la mayor pérdida en un solo día.
Mientras tanto, las revelaciones de que las empresas están maquillando sus libros de contabilidad climática no han tenido ningún impacto en el interés del mercado de valores, a pesar de la tormenta mediática que rodea las revelaciones.
Lo que esto muestra es que el sistema está cargado contra el clima y el medio ambiente. Superar esta inercia requiere un cambio en el comportamiento individual de las empresas y en las fuerzas del mercado que las rigen. La optimización de los beneficios debe sustituir a la maximización y la sostenibilidad debe importar mucho más que el tamaño.