Las empresas están bajo una presión cada vez mayor por satisfacer la demanda de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) de sus partes interesadas —proveedores, accionistas, clientes o consumidores— a lo largo de las cadenas de valor globales. Entendiendo esto último como la serie de acciones que están encaminadas a darle plusvalía al producto o servicio final, además de crear ventajas competitivas.
No obstante, la evidencia sugiere que la divulgación de los informes de RSE en la cadena de valor rara vez es útil para abordar los desafíos que intervienen en la gestión empresarial, las políticas de contratación, las prácticas anticorrupción, salud y seguridad ocupacional, así como las acciones ambientales y de producción sostenibles, de acuerdo con Green Biz.
RSE en la cadena de valor
La Responsabilidad Social Empresarial es una forma de autorregulación que refleja el compromiso de una compañía para contribuir al bienestar de las comunidades a través de diversas medidas ambientales y sociales.
Al no existir un conjunto común de estándares, la RSE ha sido tomada como una herramienta prometedora para ayudar a los gobiernos e industrias en su tarea de servir a la sociedad en general y demostrar libremente la buena voluntad evitando una legislación vinculante. McWilliams y Siegel (2001) la definen como “acciones que parecen promover algún bien social, más allá de los intereses de la empresa y de lo exigido por la ley”.
En este sentido, el número de organizaciones, que buscan alinear sus prácticas corporativas a la RSE, ha ido en aumento, por lo que están cobrando más relevancia los reportes de RSE en la cadena de valor, los cuales permiten a accionistas, consumidores y otras partes interesadas conocer las diferentes prácticas responsables puestas en marcha, y los resultados, para abordar los problemas de sostenibilidad.
Si bien la idea es admirable, muchas de las corporaciones que se han comprometido a acciones de RSE en la cadena de valor se han enfrentado a escándalos provocados por proveedores que, a pesar de conocer los estándares de sostenibilidad, los han violado.
Prácticas laborales cuestionables
Un ejemplo de lo anterior se da con los proveedores chinos, puesto que numerosos informes sugieren que la producción del país ha dependido del trabajo forzoso de 1.8 millones de uigures —personas pertenecientes a una etnia musulmana— y otros grupos vulnerables que laboran en la industria del algodón, hilo, textiles y prendas de vestir.
Entre las corporaciones, identificadas por las autoridades estadounidenses, que venden artículos «contaminados» por mano de obra uigur, se encuentran H&M, Nike y Patagonia. Estas son marcas en las que mucha gente confía, en parte, porque cada empresa ya tenía políticas que pretendían abordar los problemas laborales a lo largo de sus cadenas de suministro.
Muestra de esto es Nike, que en el momento en que el Departamento de Trabajo de EE. UU. la señaló por «malas prácticas», la compañía ya contaba con una política en la que declaraba:
«Los intermediarios y las largas cadenas de suministro ayudan a cegar a los consumidores ante el impacto ambiental de sus compras».
Nike.
Situaciones así, donde la RSE queda varada o la falta de la misma justificada, impregnan cada uno de los nodos de las cadenas. De hecho, según un informe de las Naciones Unidas, la industria de la moda es responsable del 8 al 10% de las emisiones globales de carbono y del 20% de las aguas residuales globales. Y es que se necesitan 2 mil galones de agua —aproximadamente la cantidad de agua que una persona consume durante siete años— para hacer solo un par de jeans.
Empoderar a los consumidores responsables
Frente a ello, una respuesta potencial a estos desafíos es exigir a las empresas que brinden a los consumidores más información en torno al impacto de sus elecciones, no ocultándolo. Precisamente, porque gran parte de la formulación de políticas se ha basado en la economía en las últimas décadas, y los requisitos de divulgación parecen dar autonomía para tomar decisiones que se adapten a sus preferencias individuales. ¿Pero han funcionado?
La alegría inmediata y tangible de obtener la «experiencia de compra o adquisición de un producto» parece a la importancia y responsabilidad que tendrá el impacto abstracto y probabilístico en la salud o el medio ambiente. Para bien o para mal, la mayoría de las personas parecen no advertir que sus acciones tienen implicaciones en nuestro planeta y menos aún si la economía de intermediarios facilita este consumo adicional al protegerlas de ver los efectos.
Asimismo, el hecho que las empresas se deslinden de las acciones de proveedores podría estar obstaculizando que ofrezcan mayor transparencia y valor social. En la práctica, las actuales divulgaciones de la RSE en la cadena de valor rara vez son útiles, como afirman los defensores, para abordar los desafíos de las políticas, y la economía intermediaria no es una excepción.