Desde hace años, ambientalistas e investigadores han comprobado la relación que existe entre la deforestación de los bosques y el cambio climático. Ambos fenómenos están concatenados con la liberación de dióxido de carbono (gas de efecto invernadero) que se genera con la tala de árboles.
“El problema para nuestro país es que ocupa el quinto lugar a nivel mundial en la tasa de deforestación en el planeta, con el correspondiente aumento en la liberación de CO2”, advierte Miguel Ángel Valera Pérez, integrante del Departamento de Investigación en Ciencias Agrícolas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Un estudio de este investigador, denominado Evaluación del secuestro de carbono en suelos de La Malinche, detalla que el CO2 es el gas de efecto invernadero más abundante en la atmósfera, al representar 60% de la concentración de los gases de ese tipo.
En México, agrega, la segunda fuente de emisión de ese gas proviene de los cambios de uso de suelo propiciados por el despojo de vegetación natural en los bosques. “Se estima que la reducción de 1% en el nivel de carbono orgánico contenido en los 15 centímetros superiores de suelos de los trópicos, puede conducir a una emisión anual de 128 billones de toneladas de carbono”, establece el estudio de Valera Pérez.
Según Paola Neumann, de la campaña de bosques de Greenpeace, 20% de la emisión de dióxido de carbono en el país se relaciona con la pérdida de la reserva forestal; lamenta que no exista una política para detener la deforestación y prueba de ello, “es que 78% de las áreas naturales protegidas carecen de un plan de manejo y conservación”.
“Lo que hay son soluciones falsas como plantar arbolitos, pero los bosques no son sólo terreno y árboles; se debe contar con estudios que te indiquen qué hace falta en el lugar para emprender su recuperación, como el tipo de plantas a colocar y las oportunidades que se le puede dar a la gente para que deje de talar”.
Alerta pérdida de bosques
La cifra oficial más reciente sobre pérdida de bosques que tiene disponible la Comisión Nacional Forestal (Conafor) en su página de internet data del año 2000. En aquel momento reportó una disminución de un millón 814 mil 800 hectáreas de bosques y 3 millones 570 mil hectáreas de selva.
La pérdida de esa gran masa forestal genera procesos químicos en el suelo y el aire que liberan gases de efecto de invernadero. Los investigadores Lourdes Villers, del Centro de la Atmósfera de la UNAM, y Miguel Ángel Valera, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, explican el fenómeno.
“Los árboles son sumideros de carbono al capturar el CO2, lo que ayuda para mitigar el cambio climático, pero cuando talas un árbol mermas la posibilidad de fijar carbono a través de la masa forestal”, dice Villers.
Otro factor de degradación surge cuando cambia el microclima en la zona cercana al árbol, pues desaparecen la sombra y la humedad que generaba y que ayuda a sobrevivir a otras especies animales y vegetales.
“Así se crean huecos en los que habrá mayor incidencia de rayos solares y en donde pueden arder rápidamente los combustibles como el pasto, aserrín, troncos y ramas. Habrá un cambio en el microclima que facilitará el surgimiento de parásitos que matan a los árboles”, detalla la investigadora.
Con el cambio de clima algunos árboles no resistirán el calentamiento, como los pinos hartwegii de alta montaña, oyameles y zacatonal que sobrevive en páramos a más de 3 mil 800 metros sobre el nivel del mar.
Valera dice que la principal cantidad de carbono del sistema forestal no se encuentra en la masa arbórea, sino en el suelo y en la forma de compuestos orgánicos que quedan entrapados en la tierra de monte.
Detalla que, cuando se tala un árbol, las ramas, cortezas y troncos que quedaron esparcidos por el suelo comienzan a transformarse en dióxido de carbono.
Fuente: El Universal, pp. A13
Publicada: 20 de Octubre 2010