Por: Alejandro Espinosa Herrera.
Profesor de Entorno Político y Social en IPADE Business School
En 1987, Sheryl Sturges propuso que la empresa donde trabajaba pagara por reforestar una selva en Guatemala con el objetivo de compensar el carbono que emitiría una nueva planta de electricidad a base de carbón que estaban construyendo en Connecticut, Estados Unidos. Esta acción, dio inicio al mercado voluntario de abatimiento y compensación de carbono es una de las principales prácticas de una empresa socialmente responsable, con efectos no solo ecológicos sino económicos.
Por ejemplo, el valor de mercado del compliance de carbono en la Unión Europea, el más grande del mundo, asciende a cerca de 150 mil millones de dólares. De igual forma, los programas voluntarios de compensación de carbono emitieron en 2022 cerca de 300 millones de toneladas de CO2 equivalente.
El atractivo y los incentivos para las empresas al compensar sus emisiones de carbono son hoy menores y enfrentan un escenario de incertidumbre y falta de confianza. En enero de 2023, el periódico británico The Guardian realizó una investigación que revela que la principal empresa encargada de verificar y dar certidumbre a los programas de compensación a nivel mundial había sobreestimado los niveles de compensación respecto a sus verdaderos efectos, siendo estos menores.
Adicional a esto, los programas de compensación enfrentan un escenario incierto ya que la gran mayoría de ellos se llevan a cabo en países en vías de desarrollo con una alta inestabilidad política.
En este contexto, el mercado voluntario del carbono se encuentra en un impasse y las empresas, justificadamente, se preguntan si deben seguir adelante o esperar hasta que se restablezca la claridad y la confianza para continuar invirtiendo. Sin embargo, existen alternativas y razones para continuar siendo sustentables. Dejar a un lado el “baseline” y el juego de suma cero.
No poder cumplir con el “baseline” no debe de implicar no invertir en abatimiento de carbono. Las empresas pueden continuar invirtiendo en otras opciones como el pago por servicios medioambientales (PES), evaluaciones de impacto, o invertir directamente en programas sociales en comunidades.
Por ejemplo, invertir en apoyar económicamente o con inversiones a comunidades que viven en bosques o zonas rurales, tiene un efecto multiplicador sobre la conservación y protección de la biodiversidad. La evidencia de los PES ha mostrado que las comunidades locales son las primeras y principales protectoras de la biodiversidad en la que viven.
De igual forma, los PES incentivan a campesinos y personas dueñas de tierras no talen árboles, reforesten, limpien mantos acuíferos, polinicen, entre otras acciones. Mediante estas acciones, todas ellas cuantificables, las empresas pueden abatir su huella de carbono y continuar haciendo esfuerzos.
Los esfuerzos anteriores tienen efectos sociales, mejorando la calidad de vida, las prácticas de producción, reduciendo la contaminación. Todo ello tiene un efecto multiplicador e indirecto que puede llegar a superar el efecto directo de esfuerzos de abatimiento.
Cada vez hay mas empresas, tanto mexicanas como internacionales encargadas de medir, asesorar, y ofrecer servicios a la medida a las empresas en temas de emisiones y abatimiento. No solo miden y dan un plan de acción de sustentabilidad, sino que garantizan proyectos de abatimiento y compensación, dotando de certidumbre, garantizando los resultados tanto a nivel macro (la empresa) como a nivel micro (en las comunidades).
Conocer el benchmark actual de emisión de carbono de una empresa es clave. Esto permite entender las área de oportunidad para reducir emisiones e implementar KPI´s así como prácticas de procurement enfocadas en la sustentabilidad.
Muy buen artículo y de suma importancia para los momentos actuales