Delegados de 174 países se encuentran reunidos esta semana en Ottawa para avanzar en la cuarta ronda de discusiones para desarrollar un instrumento internacional legalmente vinculante para abordar la contaminación por plásticos, siendo esta es la penúltima reunión antes que las negociaciones concluyan a fines de este año, en Busan, Corea, en diciembre.
La negociación de este tratado podría ser el acuerdo global más significativo relacionado con la protección del medio ambiente desde el Acuerdo de París de 2015, que logró que 195 países acordaran mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 1.5°C, ya que en esta ocasión estamos ante una oportunidad única y real para realizar una profunda transformación global al reevaluar cómo producimos, usamos y pensamos sobre el plástico.
Las cifras sobre plástico de todo tipo y sus efectos abundan, pero es realmente impactante saber que, desde 1950, se han producido 9.2 mil millones de toneladas de plástico, y se estima que 7 mil millones se han convertido en residuos que han llenado vertederos. Se calcula que, por año entre 9 y 14 millones de toneladas de residuos plásticos, mal gestionados, terminan en ríos y océanos.
Lograr un tratado ambicioso supondría potenciar a escala global las acciones positivas que desde muchos frentes se están adelantando, y generaría un cambio radical para afrontar con determinación, en toda la cadena, el desafío crítico de la contaminación por plásticos. Desde la industria de bebidas respaldamos abiertamente un tratado en pro de normas y medidas globales legalmente vinculantes para impulsar esta transformación a escala mundial.
Un tratado ambicioso podría acelerar la transición hacia una economía circular para el plástico en todos los ámbitos, lo que se traduciría en dejar atrás las dinámicas de producción y de consumo basadas en aquel modelo económico lineal de extracción, producción y desecho de materiales para adoptar uno que promueva la reducción y reutilización de materiales; promoción del consumo responsable en torno al aprovechamiento máximo de los plásticos, y que de éstos se generen nuevos productos.
Es claro que un buen tratado tiene el potencial de generar una dirección estratégica global, y de enviar un mensaje de urgencia para coordinar y alinear políticas y acciones nacionales, para abordar directamente las causas fundamentales de la contaminación por plásticos y para contribuir a los esfuerzos en cada país para combatir la crisis climática y de biodiversidad, al tiempo que brindaría beneficios económicos, ambientales y sociales. Necesitamos avanzar para que el plástico nunca se convierta en residuo o contaminación, y el valor de los productos y materiales se mantenga en la economía.
La ambición y el impulso son fundamentales para el éxito del Tratado. Para asegurar que este trabajo crucial siga avanzando, el sector de bebidas insta a los estados miembros a trabajar juntos para avanzar en el texto durante esta cuarta ronda de negociaciones. En la UNEA 5, los estados miembros de la ONU acordaron «poner fin a la contaminación por plásticos». No debemos conformarnos con un tratado inferior a este objetivo.